Defensa

Inquietud máxima en el Pentágono: el megacontrato para el 'supercaza' F-35 que corre el riesgo de nacer obsoleto

Tras dos años de negociaciones, el Pentágono ha sellado con Lockheed Martin la compra de casi 300 cazas F-35 por 24.300 millones de dólares, un acuerdo ensombrecido por los retrasos en la modernización del avión de combate

Varios F-35 han intervenido en el espacio aéreo de Polonia tras la entrada de drones rusos en su territorio
Varios F-35 han intervenido en el espacio aéreo de Polonia tras la entrada de drones rusos en su territorioWikipedia

La aviación militar estadounidense se encuentra en una encrucijada. El Pentágono acaba de dar luz verde a la compra de un nuevo y masivo lote de cazas F-35, su joya de la corona, al tiempo que el programa de modernización que debe garantizar su superioridad en las próximas décadas afronta serios contratiempos. Esta dualidad dibuja un futuro tecnológico incierto para una de las plataformas de combate más avanzadas del planeta.

El acuerdo alcanzado con el gigante industrial Lockheed Martin supone un desembolso de 24.300 millones de dólares para la fabricación de 296 aeronaves. Se trata de un contrato de enorme envergadura que asegura la carga de trabajo en las cadenas de producción para los lotes 18 y 19 del caza, consolidando su papel central en las fuerzas armadas no solo de Estados Unidos, sino también de varios de sus socios internacionales.

De hecho, la firma del contrato pone fin a casi dos años de complejas negociaciones, lo que da una idea de la dificultad de cerrar operaciones de este calibre. La complejidad es tal que el acuerdo cubre exclusivamente la fabricación de los aviones, pero no sus motores, que son producidos por Pratt & Whitney y se gestionan a través de un proceso de contratación independiente, según informa el medio Breaking Defense.

Una modernización en el aire a pesar del desembolso

Sin embargo, el principal nubarrón que se cierne sobre el programa es el plan de modernización conocido como Block 4. Este paquete de mejoras, fundamental para actualizar las capacidades de combate y el software del F-35, sufre tales dificultades en su desarrollo que su implementación completa se ha visto retrasada como mínimo hasta 2031. El alcance de las mejoras previstas ha tenido incluso que ser reducido para intentar salvar los plazos. Esta situación contrasta con los avances demostrados en otras plataformas, donde se logran hitos como el disparo de misil aire-aire más largo de la historia por parte de un F-22, lo que evidencia la continua carrera por la superioridad tecnológica.

Por otro lado, desde Lockheed Martin se esfuerzan en destacar los aspectos positivos del acuerdo, subrayando que el incremento del precio por unidad en este contrato se ha mantenido por debajo de la inflación. Este matiz es relevante en el actual contexto de costes al alza, pero no despeja las dudas sobre si los nuevos aparatos nacerán con una tecnología que corre el riesgo de quedarse atrás antes de lo previsto. De hecho, la propia compañía busca reforzar la confianza en la plataforma, y para ello tranquiliza a los compradores destacando funcionalidades específicas del avión pensadas para garantizar su rendimiento.

En definitiva, este escenario plantea una pregunta de fondo: ¿está el Pentágono invirtiendo miles de millones en una plataforma cuyo potencial a largo plazo está en entredicho por los problemas en su evolución? Las primeras unidades de este nuevo pedido comenzarán a entregarse en 2026, pero la respuesta sobre su capacidad para dominar los cielos del futuro sigue siendo una incógnita.