Política

Guerras y conflictos

Irak: la hora de la venganza contra el Estado Islámico

La condena a muerte de varios yihadistas por parte de la Justicia iraquí es solo la cara visible de cientos de ejecuciones sumarias y torturas a los militantes del grupo que sembró el terror en el país.

Un yihadista es conducido a juicio en la corte penal del Karkh, en Bagdad
Un yihadista es conducido a juicio en la corte penal del Karkh, en Bagdadlarazon

La condena a muerte de varios yihadistas por parte de la Justicia iraquí es solo la cara visible de cientos de ejecuciones sumarias y torturas a los militantes del grupo que sembró el terror en el país.

La condena a muerte de ocho yihadistas del Estado Islámico de origen francés en Irak abre el debate de si los presuntos miembros extranjeros del grupo deberían ser juzgados en su país por sus supuestos crímenes o en Siria e Irak, donde hay serias dudas sobre la imparcialidad de sus tribunales. Estos ocho acusados son los primeros miembros del EI extranjeros que serán ejecutados en la horca, pero la misma suerte le podría aguardar a otros cuatro detenidos de origen francés que aún están siendo juzgados por las leyes iraquíes.

Se estima que hay un total de 13.000 seguidores del grupo yihadista retenidos por las autoridades kurdas o iraquíes. Está claro, para muchos expertos en la zona, que abandonar a los seguidores del EI en los campamentos a su suerte o dejar que la Justicia iraquí se encargue de ellos solo conseguirá posponer un ajuste de cuentas que ya ha comenzado y que podría ser dramático al disparar el número de ejecuciones.

Ahora que el EI ha sido prácticamente derrotado en ese territorio, las fuerzas de seguridad iraquíes se han tomando la justicia por su mano, a menudo porque no confían ni en el Gobierno ni en el sistema judicial iraquí. No decenas, sino cientos de ejecuciones extrajudiciales han sido reportadas por organizaciones internacionales de derechos humanos como Human Right Watch.

HRW critica que los juicios antiterroristas iraquíes se basan a menudo en pruebas circunstanciales o confesiones obtenidas mediante torturas. Duran apenas unos minutos y el veredicto es siempre el mismo: pena capital. Además, la corrupción en las instituciones iraquíes permite que por una cuantiosa suma de dinero muchos detenidos, acusados de colaborar con el EI, sean puestos en libertad, denunció a LA RAZÓN un funcionario kurdo iraquí en condición de anonimato. Se han dado muchos casos en los que las fuerzas de seguridad ejecutan con un tiro en la cabeza a un detenido porque temen que si va a prisión sobornará a las autoridades y saldrá en libertad.

LA RAZÓN ha sido testigo de casos de ejecuciones extrajudiciales o torturas de sospechosos del EI. Durante la cobertura de la liberación de Mosul, un soldado iraquí se jactó de haber torturado hasta la muerte a unos adolescentes detenidos que presuntamente eran yihadistas. El uniformado nos mostró un vídeo grabado con móvil en el que se veía a un grupo de chavales muertos de miedo con las manos atadas a la espalda y sentados en el suelo de una habitación a oscuras. En una morgue, en la que entramos clandestinamente, una charca de cuerpos sin vida era iluminada por luces incandescentes. Al fondo, dos cuerpos fundidos con un extraño uniforme militar sobresalían del resto. Uno era el cadáver de un adolescente con signos de tortura y las manos a la espalda atadas con unas bridas de plástico.

En el oeste de Mosul, en una posición avanzada, un joven soldado no perdió la ocasión de sacarse un «selfie» con su móvil. A pocos metros, una argolla con una cuerda iba directamente al cuerpo atado y sin vida de un presunto combatiente del EI que había sido arrastrado por la calle.

Silencio oficial

Amnistía Internacional ha denunciando casos de abusos de las milicias chiíes o de las fuerzas de seguridad durante y después de las operaciones militares para liberar el territorio iraquí que tomó del EI. Pero ni Gobierno iraquí ni las fuerzas extranjeras, que han entrenado a los cuerpos especiales iraquíes, habían dado un toque de atención sobre el asunto. No fue hasta que salieron a la luz las imágenes del fotógrafo iraquí Ali Arkadi en el semanario alemán «Der Spiegel» cuando el asunto de las torturas a yihadistas se empezó a llamar la atención sobre el asunto.

Las imágenes evocan a las torturas y vejaciones en la prisión de Abu Ghraib que en su día hicieron avergonzar al Ejército de Estados Unidos. El entonces jefe del Ejecutivo iraquí, Haider Al Abadi, aseguró que se creará un comité especial para «verificar la autenticidad de las imágenes y vídeos que, supuestamente, muestran violaciones de derechos humanos en Mosul». Pero hasta la fecha no se conoce ningún caso de miembros de las fuerzas seguridad juzgados por las leyes iraquíes por haber torturado hasta la muerte a un joven presunto miembro del EI.

Ahora, en los campamentos de Al Hol, en la frontera con Irak, hay mujeres e hijos de yihadistas extranjeros que podrían correr la misma suerte que otros detenidos que han muerto en manos de las tropas y la policía iraquíes. La pregunta que surge en estos momentos es hasta qué punto no debería ser responsabilidad de los gobiernos europeos repatriar a sus detenidos nacionales para evitar que se cometan crímenes extrajudiciales contra ellos o que sean juzgados en un tribunal iraquí sin garantías.

El dilema de Francia, un país perseguido por la Yihad

Francia encarna mejor que ningún otro país europeo el dilema de sus yihadistas. Ha sido uno de los más castigados por la violencia terrorista, que ha sembrado centenares de muertes en su propio territorio. Además, se calcula que casi 2.000 de sus ciudadanos se unieron al Estado Islámico. Ahora se plantea el debate de qué hacer con ellos. Según los sondeos, más del 80% de los franceses prefieren que Irak se encargue de ellos, los juzgue y cumplan allí sus condenas. El presidente Emmanuel Macron, poco entusiasta con su posible regreso, se ha limitado a decir que respeta la soberanía de Bagdad aunque pide que les conmute la pena capital.