Política

Combates

La contraofensiva del Ejército iraquí se enquista en Tel Afar

Más de 13.000 vecinos de la localidad de Tel Afar han tenido que huir
Más de 13.000 vecinos de la localidad de Tel Afar han tenido que huirlarazon

El Gobierno iraquí ha logrado frenar el avance de los insurgentes sobre Bagdad, pero no deja de desangrarse en otras zonas lejos de la capital. El norte del país es todavía «territorio salvaje», un páramo hostil para un Ejército en horas bajas y que se bate con mayores medios pero menos moral.

El Gobierno iraquí ha logrado frenar el avance de los insurgentes sobre Bagdad, pero no deja de desangrarse en otras zonas lejos de la capital. El norte del país es todavía «territorio salvaje», un páramo hostil para un Ejército en horas bajas y que se bate con mayores medios pero menos moral.

Los yihadistas del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS) han puesto sus ojos en Tel Afar, una importante localidad a sólo 50 kilómetros de Mosul –la segunda mayor ciudad de Irak y que ya cayó en sus manos hace diez días–. Los combates por su control son fieros. Los radicales lanzaron ayer una ofensiva sobre el aeropuerto que logró ser repelida por las fuerzas gubernamentales con apoyo aéreo. Según la televisión estatal, murieron más de 15 rebeldes, que también perdieron tres vehículos. Pero los extremistas suníes continúan en los alrededores del aeródromo, esperando la oportunidad de lanzar el asalto definitivo.

Los insurgentes cuentan con la ventaja de que el norte es, en gran medida, su feudo, por lo que la llegada de refuerzos para las tropas gubernamentales se topa con grandes dificultades. Eso propicia masacres y crímenes de guerra como las ejecuciones sumarias difundidas en vídeo en los últimos días por los extremistas. No sólo ellos cometen crímenes de guerra. Un preso de una pequeña prisión antiterrorista de Tel Afar fue testigo, según su relato, de la muerte por disparos de 37 reclusos. Los vecinos de la ciudad hallaron ayer sus cadáveres enterrados en una fosa común que había sido cavada por ellos mismos.

El preso, que pidió no ser identificado, logró salvar su vida al encontrarse en el aseo haciendo sus necesidades cuando los guardias abrieron fuego sobre sus compañeros. Explicó que la Policía mató a los 35 reclusos que se hacinaban en una de las celdas, mientras que en la otra, en la que se apiñaban otros 20 presos, sólo consiguieron matar a doce, porque tuvieron que dispararleos a través de una ventana pequeña. Los fallecidos eran suníes de etnia turcomana y tenían entre 20 y 35 años de edad.

Cerca de la localidad de Tel Afar, a apenas una decena de kilómetros al norte, los yihadistas del ISIS consiguieron ayer tomar la estratégica zona de Al Ayadiya, lo que provocó la huida de más de 13.000 vecinos de la localidad. Vecinos de la localidad explicaron que tras duros combates, los insurgentes suníes tomaron el control de esta localidad. Pese a ello, un helicóptero del Ejército bombardeó un convoy del ISIS que transportaba a un número indeterminado de combatientes en esa zona y consiguió destruir más de una decena de vehículos y matar a al menos trece insurgentes.

Los yihadistas han impuesto su puño de hierro en las áreas que controlan. Además de imponer un riguroso código que prohíbe a los vecinos fumar y la venta de tabaco, han comenzado a cobrar en Mosul la «yizia», una especie de impuesto de protección a los cristianos a cambio de garantizar su seguridad. Este chantaje encubierto va desde los 250 dólares, como mínimo, a cantidades desorbitadas a empresarios y comerciantes.

Sin tregua al ISIS

El carácter sectario del conflicto se ha visto agravado por los llamamientos de los líderes de la mayoritaria comunidad chií (en torno a un 60% de los iraquíes) a movilizar y armar a los civiles. La principal autoridad moral del chiismo mundial, el ayatolá Ali al Sistani, insiste en no dar tregua a los radicales del ISIS, «porque están atacando a todo el mundo». En un mensaje leído en su nombre por uno de sus representantes, Al Sistani acusó a los yihadistas de «atacar los lugares sagrados de todos los iraquíes, sin diferencia entre sus religiones», y de torturar a todo aquel que discrepa con ellos. «Si no son expulsados hoy, nos arrepentiremos. No se puede dejar para mañana, porque entonces no servirá de nada arrepentirse», indicó el ayatolá en su tradicional mensaje con motivo del sermón de los viernes.

Sin embargo, el ayatolá intentó arreglar el desaguisado causado por sus palabras del pasado viernes, cuando llamó a los civiles a las armas. Se refería, dice ahora, a que los ciudadanos deben alistarse en el Ejército iraquí, pero no a que formasen milicias al margen del Gobierno. El fantasma de la guerra sectaria que estalló en el país en 2005 vuelve a sobrevolar Irak.