Política

Revueltas en Turquía

Las revueltas civiles ponen contra las cuerdas a Erdogan

Manifestantes retiran a una herida en los enfrentamientos en Ankara
Manifestantes retiran a una herida en los enfrentamientos en Ankaralarazon

Las protestas que han tenido lugar desde el viernes y durante todo el fin de semana en Turquía surgieron en contra de la demolición de un parque de Estambul, pero canalizaron rápidamente el descontento creciente hacia el Gobierno islamista del primer ministro, Recep Tayip Erdogan, por parte de los sectores más laicos de la población. No ha ayudado a detener ese descontento la violenta respuesta de la Policía, que ha empleado gases lacrimógenos, cañones de agua y productos irritantes para hacer frente a los manifestantes. La represión ha sido especialmente dura en la capital, Ankara, donde miles de personas bajaron a la calle en solidaridad con las protestas en Estambul y han estado ocupando la céntrica plaza de Kizilay. Muchas otras ciudades turcas se han manifestado en contra de la actuación policial, así como de las políticas del Gobierno, que son consideradas cada vez más autoritarias, a medida que el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) cimienta su poder en el país después de más de una década gobernando.

Los manifestantes son sobre todo jóvenes laicos urbanitas que rechazan también las medidas conservadoras que el Gobierno ha ido introduciendo, sobre todo recientemente, contando con el respaldo de las urnas, pero provocando al mismo tiempo una gran polémica en un país en el que el Estado siempre se ha mantenido laico, con la supervisión del Ejército. La última de estas medidas fue el endurecimiento de la legislación relativa a las bebidas alcohólicas, cuyo comercio y consumo sigue estando permitido en Turquía, pero que estará a partir de ahora más limitado. Las políticas respecto a las mujeres también suelen generar gran controversia, y la semana pasada una manifestación femenina fue atacada por la Policía de forma brutal. El propio Erdogan ha admitido que ha habido algún abuso por parte de las Fuerzas de Seguridad. Aun así, el primer ministro se mostró desafiante, asegurando que seguirá adelante con el proyecto de remodelación de la plaza Taksim, aunque confirmó que no se construirá un centro comercial, sino un museo o un espacio de ocio.

Hace una semana, los manifestantes ocuparon el parque Gezi, junto a la céntrica plaza Taksim, para protestar en contra de la construcción de un centro comercial. El viernes fueron desalojados por la fuerza. Desde ese día, la plaza, situada en la zona más moderna y occidental de Estambul, ha sido el epicentro de las protestas, y los manifestantes han conseguido ocuparla, después de que la Policía se retirara el sábado. Se trata de la mayor oleada protestas a la que se ha enfrentado el AKP. Ayer, decenas de miles de personas seguían en la plaza sin ninguna intención de abandonarla, amenazando con prolongar la «acampada» de forma indefinida, hasta que el Gobierno escuche sus demandas. Durante la jornada de ayer, no se registraron incidentes violentos en Estambul, pero los heridos después de varios días son casi un millar, y ya se habla incluso de muertos, no confirmados oficialmente. Amnistía Internacional denuncia la muerte de dos personas y más de un millar de heridos. 1.700 personas han sido detenidas en todo el país.

Si bien las imágenes, las reacciones y las reivindicaciones recuerdan a aquellos primeros brotes de la «primavera árabe» de 2011, parece que Turquía no se encuentra aún sumida en una revolución. Aunque ya hay quien compara Taksim con la plaza Tahrir –no sólo por el nombre sino por la forma en la que los jóvenes se han hecho con ella, entre otras similitudes– no se puede olvidar que el Gobierno turco es elegido democráticamente y cuenta con un amplio respaldo popular, que le ha brindado su tercer mandato consecutivo. Desde el punto de vista económico, ha cosechado éxitos y los turcos viven ahora mejor que antes. Por tanto, es poco probable que las protestas que piden ahora el respeto de las libertad individuales degeneren en una revolución del «pan», tal y como ocurrió en Túnez y en Egipto. Sin embargo, la brutalidad policial y las palabras de Erdogan podrían ser contraproducentes: el «premier» ha acusado al principal partido de la oposición, Partido Republicano del Pueblo (CHP), de incitar las protestas y ha tildado a los manifestantes de «vándalos».