Política

Estados Unidos

Libres al fin

El encrespamiento de las relaciones sociales y la violencia marcaron el verano de 1963

Martin Luther King pronuncia su mítico discurso el 28 de agosto de 1963 en Washington
Martin Luther King pronuncia su mítico discurso el 28 de agosto de 1963 en Washingtonlarazon

El año 1963 representó el culmen de la tensión social derivada de la lucha por los derechos civiles. En Birmingham (Alabama), la Policía utilizó mangueras de agua y perros para amedrentar a los manifestantes no violentos y encarceló a Martin Luther King –que aprovechó la reclusión para escribir su famosa «Carta desde la cárcel de Birmingham»– mientras el proyecto de ley de derechos civiles encallaba en el Congreso. Con ese telón de fondo, se produjo la convocatoria de una gran manifestación en la capital que recibió el nombre de «Marcha sobre Washington para los empleos y la libertad». Su enunciado completo deja ver hasta qué punto, junto a la oposición contra la discriminación política, se enarbolaba la bandera de causas como el paro. La Marcha, de hecho, aglutinó una coalición de entidades que tenían serias diferencias en cuanto a los objetivos y las estrategias.

Por supuesto, entre los seis grandes que organizaron la Marcha estaba Martin Luther King, pero también James Farmer, del Congreso para la igualdad racial; John Lewis, del Comité coordinador no violento estudiantil; A. Philip Randolph, de la Hermandad de trabajadores de coches cama; Roy Wilkins de la Asociación nacional para el avance de la gente de color, o Whitney Young, Jr., de la Liga nacional urbana. Esta unión explica que entre las reivindicaciones de la Marcha estuvieran, junto con el fin de la discriminación, la exigencia de planes gubernamentales para crear empleo, un salario mínimo de dos dólares o la autonomía del distrito de Columbia, que tenía mayoría negra.

También permite ver por qué el presidente Kennedy intentó desde el principio desvincularse de ella por considerarla demasiado radical aunque, visto que no era desconvocada, no le quedó más remedio que apoyarla. Por el contrario, Malcolm X la motejó como la Farsa sobre Washington y los miembros de la Nación del Islam que participaron en ella fueron temporalmente expulsados.

El 28 de agosto de 1963, la Marcha logró reunir a un cuarto de millón de personas, de las que aproximadamente una cuarta parte eran blancos y entre las que se encontraban desde cantantes como Joan Baez, Mahalia Jackson o Peter, Paul and Mary, a actores como Charlton Heston, Paul Newman, Marlon Brando o Sidney Poitier. Tras recorrer pacíficamente la distancia entre el monumento de Washington y el memorial de Lincoln, se pronunciaron una serie de discursos –el de Heston había sido escrito por James Baldwin–, de los que dos tendrían una especial importancia. El primero fue el de John Lewis, hoy en día casi olvidado, pero entonces incendiario porque amenazó con recorrer el sur para acabar con la discriminación como había hecho Sherman –el general unionista que arrasó varios Estados sureños durante la guerra de Secesión–, aunque de manera no violenta. Lewis incluso realizó un llamamiento a la revolución y a no esperar la acción de las instituciones, ya que «paciencia es una palabra sucia y asquerosa». Semejante clima de agitación fue sublimado por uno de los discursos más famosos de la historia de Estados Unidos. Pronunciado por King, originalmente, se refería a «la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad» de la Declaración de independencia, pero, llegado a ese punto, abandonó el guion inicial y comenzó a improvisar al estilo de los predicadores protestantes negros. Fue así como pronunció el famoso «I have a dream», en el que fue enhebrando temas en el sueño de libertad y convivencia para concluirlo con la referencia al momento en que todos, «blancos y negros, judíos y gentiles, protestantes y católicos, podrán unir las manos y cantar en las palabras del viejo «Negro spiritual»: Libre al fin, libre al fin. Gracias Dios Todopoderoso, somos libres al fin».

Aunque la no violencia acabó costando la vida de King, aquel discurso marcaría el punto de inflexión de una corriente histórica que acabaría terminando con la discriminación legal y llevando a Obama a la Casa Blanca.