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Los 1.000 hijos de Abaaoud

Expertos antiterroristas de EE UU y Europa calculan que hay un millar de retornados de Irak y Siria dispuestos a atentar en el Viejo Continente

Los 1.000 hijos de Abaaoud
Los 1.000 hijos de Abaaoudlarazon

Expertos antiterroristas de EE UU y Europa calculan que hay un millar de retornados de Irak y Siria dispuestos a atentar en el Viejo Continente

Los expertos europeos en yihadismo calculan que en estos momentos se encuentran en el continente un millar de potenciales terroristas, ya que han estado en zona de combate en Siria e Irak, según han informado a LA RAZÓN fuentes conocedoras del asunto. De ellos, más de ochenta pertenecen al «batallón» que el jefe «militar» del DÁESH, Abdelmahid Abaaoud, formó en un campamento secreto para que perpetraran «acciones en el exterior» y que ya han operado en París y Bruselas. Del millar de retornados, hay algunos que (se supone que en una proporción pequeña por aquello de los yihadistas no admiten las deserciones) han vuelto desencantados, por lo que vieron sobre el terreno en Irak y Siria. Sin embargo, el resto son potenciales terroristas dispuestos a intervenir, aunque carecen del entrenamiento especial que recibieron los que estuvieron en el campamento de Abaaoud.

La localización y neutralización de estos individuos constituye un objetivo prioritario para las Fuerzas de Seguridad europeas, que se enfrentan a un enemigo singular, integrado por individuos a los que no les importa perder la vida en un atentado, y que, según se ha comprobado, preparan las acciones criminales siguiendo los cánones de las bandas terroristas occidentales, como ETA o el IRA, al realizar informaciones previas sobre los objetivos que «informadores» ya han marcado; estableciendo horarios, medios de transporte y, sobre todo, una coordinación de actuaciones.

Las Fuerzas de Seguridad y los Servicios de Información españoles, que cuentan con la mayor experiencia antiterrorista que hay en Europa, por la lucha de decenas de años contra distintas bandas, aportan toda su experiencia. Junto con las francesas, también muy experimentadas y las inglesas, constituyen el núcleo de fuerza contra la nueva amenaza. No significa que los otros países no hagan todo lo que pueden, que lo hacen, pero, tristemente, la experiencia se adquiere muchas veces después de una lucha que empezó de forma desigual y que se fue ganando poco a poco. A nivel interno, se reconocen carencias de coordinación y se observa con extrañeza cómo decisiones que deben ser adoptadas a nivel de las instituciones europeas, se retrasan de una reunión a otra. O que los datos operativos no se intercambian con la suficiente rapidez entre unas policías y otras. A título de ejemplo, se señala que hubiera bastado con que la Policía belga publicara en la prensa las fotos de los hermanos El Bakraui, cuyas huellas habían aparecido en el reciente registro de un piso, para haber evitado o, al menos dificultado, su participación en los atentados de Bruselas.

De ahí, a las críticas, en especial las provenientes de un país como Estados Unidos, que no hace mucho tiempo ha sufrido graves atentados yihadistas con víctimas mortales protagonizados por individuos que después se demostró que estaban en la nómina de los sospechosos, hay un trecho, según los citados medios.

De hecho, el debate sobre las dificultades de Europa para coordinar la lucha antiterrorista nutre el debate mediático en EE UU. Ash Carter, secretario de Estado de Defensa, anunció que el Ejército estadounidense había matado al número dos del Estado Islámico, poco después de que el presidente turco, Tayyip Erdogan, asegurara que habían advertido de la peligrosidad de uno de los hermanos El Bakroui, sin que el Gobierno belga hiciera, al menos sobre el papel, nada al respecto para mantenerle controlado.

Existe una corriente de opinión en EEUU que quiere presentar a Europa como un gigante bienintencionado pero tremendamente ineficaz. Un conglomerado político y burocrático, noble defensor del garantismo jurídico, pero muy complejo a la hora de pactar decisiones. El sueño nacido tras el horror de la Segunda Guerra Mundial apenas respira bajo el fuego cruzado del sentimiento antieuropeísta y el castigo electoral a quienes, como la canciller alemana Angela Merkel, reivindican los valores fundacionales de la Unión Europea. Su apuesta por la solidaridad y las instituciones transnacionales como antídoto al tribalismo nacionalista choca con la denuncia de que la ausencia de controles aduaneros facilitaría el tránsito de los terroristas. La avalancha de refugiados de la Guerra Siria ha puesto en jaque los mecanismos comunitarios y, de forma inevitable, crece el temor a que el Estado Islámico aproveche esto para fortalecer su infilitración en suelo europeo.

«A pesar de la temprana llamada de atención –que supuso el atentado terrorista en un Museo Judío de Bruselas en mayo de 2014, que dejó cuatro víctimas mortales–, la carnicería del martes demostró lo terriblemente vulnerable que sigue siendo Bélgica», explican Greg Miller y Joby Warrick, de «The Washington Post». Los periodistas hablaron con Daniel Benjamin, antiguo alto cargo de contraterrorismo en el Departamento de Estado. «Es asombroso lo difícil que le resulta a la burocracia galvanizarse sin haber tenido la experiencia previa de un gran atentado terrorista. La tragedia es que país tras país todos lo aprenden por las malas».

En cualquier caso, según demuestra la experiencia en la lucha antiterrorista, resulta peligroso señalar con dedo crítico a los demás porque cualquier día ese dedo se puede volver contra uno mismo.