El Futuro de Venezuela

El «madurazo» deja Venezuela paralizada

El nuevo bolívar, creado para frenar la hiperinflación, ha empobrecido a los venezolanos: «Dejé de ser millonaria de un plumazo. Tenía 74 millones de bolívares y ahora solo 740»

Un hombre cuenta billetes en una gasolinera de Caracas / Ap
Un hombre cuenta billetes en una gasolinera de Caracas / Aplarazon

El nuevo bolívar, creado para frenar la hiperinflación, ha empobrecido a los venezolanos: «Dejé de ser millonaria de un plumazo. Tenía 74 millones de bolívares y ahora solo 740».

Calles vacías. Locales cerrados. Incertidumbre en la gente, los pocos que pisaron ayer el asfalto y los muchos que permanecieron en sus casas. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, había decretado el día como no laborable, un festivo sacado de la manga bolivariana para «permitir que la reconversión monetaria entre bien».

Desde muy temprano por la mañana los bancos comenzaron a informar progresivamente sobre la activación de sus sistemas electrónicos, que habían sido suspendidos el domingo, adaptados al nuevo índice monetario. Así nació el bolívar soberano, una moneda con cinco ceros menos que el ya vencido bolívar fuerte, que había eliminado tres ceros más del antiguo bolívar sin apellido.

«Yo salí a ver si podía comprar algo, para familiarizarme con los nuevos precios. Y para pasar por un cajero automático a ver si salen billetes nuevos», dijo Inés García. Ella ya había pasado el pequeño susto de mirar su cuenta bancaria por internet. «Dejé de ser millonaria de un plumazo. Tenía 74 millones de bolívares y ahora tengo 740. Es un golpe duro ver eso».

Al mediodía la mujer aún no había podido tener billetes nuevos. Ningún cajero electrónico de los que ella visitó tenía disponibilidad. Tan solo algunos, los ubicados en las agencias más céntricas y de mayor tamaño, comenzaron a escupir las nuevas piezas. «Logré sacar 10 bolívares», replicó Ariadna Rojas en otro punto de Caracas. Ése es el límite de reintegro en los aparatos que habían pasado meses desde que funcionaron, pues el ahora vetusto sistema monetario había quedado insuficiente.

Las gasolineras vendían combustible con normalidad, y con los precios aún pagables pero solo con los viejos billetes. El litro cuesta un bolívar fuerte, o 0,00001 bolívares soberanos –una cantidad imposible de expresar en euros al cambio, por lo ínfimo de la misma–. «Nada ha cambiado aún, estamos esperando», explicó Alirio Vargas, uno de los encargados de vender la gasolina.

Algunos comercios sí abrieron. Pocas cafeterías y pocas ventas de alimentos de grandes cadenas, por ejemplo. «Estamos trabajando ya con los nuevos precios. Estuvimos el fin de semana cambiando las etiquetas y los sistemas de cobro para comenzar a tiempo y evitar cualquier multa. Con este Gobierno uno nunca sabe», comentó un supervisor de la cadena Excelsior Gama que prefirió ocultar su identidad por temor a represalias.

Afirmó, no obstante, que no hubo aumento en las cantidades a pagar. Al menos no distinto al que habitualmente los conduce a subirlos cada 10 días. «Es que estamos en hiperinflación. Si aumentan no es porque queramos, sino porque llegan más caros de los proveedores».

Nicolás Maduro y su Gabinete de ministros han alertado a los comerciantes que «no se vuelvan locos ahora aumentando los precios». Pero nadie entiende aún cómo hará el sector privado para soportar el ajuste salarial ordenado desde el Ejecutivo. Desde el 1 de septiembre el ingreso mínimo mensual será de 1.800 bolívares soberanos. Un aumento de los hasta ahora 5 millones de bolívares fuertes hasta 180 millones.

Según el diputado José Guerra, integrante de la Comisión de Finanzas del Parlamento, «ya esa plata del aumento del 6.000% de salario nominal se disolvió, por lo violento que fue». En la calle, Oliver Sucre temía por lo que vaya a ocurrir hoy cuando deba acudir a su lugar de trabajo. «A lo mejor llego y la puerta no abre. Puede pasar como cuando Kellogg’s se fue, que los trabajadores llegaron a la planta y estaba cerrada para siempre».

Sucre trabaja en una fábrica de piezas metálicas para motores, ubicada en una zona industrial al este de la capital. «Nosotros ganamos más que el mínimo, así que no serían 180 millones, sino el triple. Pero yo no creo que el patrón pueda con eso».

El Gobierno nacional prometió asumir el costo durante 90 días de la nómina de la pequeña y mediana industria. Pero las grandes compañías y otros empresarios se preguntan cómo lo harán. En nombre de los primeros, la patronal Fedecámaras dijo ayer que «el aparato productivo está en grave riesgo de quiebra por la forma en que se intenta implementar las medidas. Lo anunciado aumenta la inestabilidad en la economía», aseveró Carlos Larrazábal, su presidente.

Hoy ya no será festivo, pero el absentismo laboral podría ser protagonista. Al menos eso aspiran los grupos de oposición del Frente Amplio, sindicatos, gremios y varios partidos políticos que han convocado a una huelga general. Fedecámaras no se sumó al paro. Parece una iniciativa desarticulada, sin un liderazgo único. Ayer, un grupo de ciudadanos protestó ante el palacio presidencial, y universitarios hicieron lo propio en la sede del Banco Central de Venezuela.