Política

Venezuela

Luis Carlos Díaz: "Venezuela es una distopía del mal ejemplo para la democracia en el mundo"

Pesa sobre sus espaldas una acusación fabricada por Maduro sobre el apagón masivo, pero no deja el periodismo. «Si me das tiempo libre, estás condenado a que tenga más ideas»

Luis Carlos Díaz: "Venezuela es una distopía del mal ejemplo para la democracia en el mundo"
Luis Carlos Díaz: "Venezuela es una distopía del mal ejemplo para la democracia en el mundo"larazon

Pesa sobre sus espaldas una acusación fabricada por Maduro sobre el apagón masivo, pero no deja el periodismo. «Si me das tiempo libre, estás condenado a que tenga más ideas».

Luis Carlos Díaz no puede ocultar las secuelas de la detención forzada que vivió el pasado lunes 11 de marzo a manos del Sebin, la policía política de Nicolás Maduro. Dos días después de ser excarcelado desde las fauces del Servicio Bolivariano de Inteligencia, Sebin, y de pasar una noche en la temida cárcel del Helicoide, aún tiene en su brazo derecho las evidencias del maltrato: una herida en su piel. Ya de nuevo con teléfono móvil, apenas estaba retomando el acceso a sus redes, resguardadas por ciberactivistas de otros países que cumplieron un protocolo para evitar que fueran intervenidas. Díaz no habla de lo que vivió, respeta a pie juntillas la orden judicial de mantenerse en silencio. No puede responder sobre que ninguno de los equipos electrónicos que le fueron confiscados no fueron devueltos, tampoco la bicicleta en la que se trasladaba cuando fue arrestado. No puede responder cuáles fueron sus condiciones de reclusión ni mucho menos dar detalles de qué habló con el juez durante la audiencia judicial en la que se decidió que los abogados que lo asistieron tampoco pueden declarar a la prensa para relatarlo, so pena de castigos.

Lo que sí puede decir es que seguirá haciendo su trabajo: educar y formar sobre los usos de internet, de las redes, de ese tejido. «Yo trabajé internet y luego me di cuenta, porque este país comenzó a bloquearla, que tenía también que defender internet, y por eso pasé a ser un defensor de derechos humanos y entendí que hay otras dimensiones que trabajar. Hace un mes yo estaba en México en un evento de consultoría con el relator de Naciones Unidas de derecho de asociación porque va a incluir internet este año en el informe. Entonces nos llamó a varios expertos. Mi perfil ahora cambia en que tengo la teoría y la práctica».

Cuando Díaz salió de la cárcel agradeció al periodismo venezolano y a la infociudadanía por haberlo rescatado. Ahora lo reafirma. «La red es la que te sostiene cuando te caes. La red no son tus seguidores, no son los números, la red es cuántas personas irían a ayudarte si se te pincha un neumático o cuántas personas acuden si necesitas una donación de sangre. A mi me protegió ese enjambre, a mi me protegió esa red».

Después de todo, durante sus horas desaparecido, al menos 89.000 cuentas en Twitter reclamaron su detención con más de 415.000 mensajes, incluyendo el de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, y los de las cuentas oficiales de organismos multilaterales, activistas globales, representantes de gobiernos y demás personas de alto perfil internacional. Los mensajes se agruparon en tres etiquetas. Cada una llegó a ser tendencia en unas 57 ciudades de 13 países del mundo.

Luis Carlos Díaz promete seguir haciendo su trabajo incluyendo el programa por el cual se le acusa, y desarrollar nuevos espacios de comunicación. «Si me das tiempo libre, estás condenado a que tenga más ideas y durante esas horas me tocó enfrentarme a mí mismo. Así que estoy creando porque hay muchas cosas por hacer».

El periodista dice que «la defensa de la democracia puede ser sumamente procedimental e incluso aburrida. Cuando le hablas a la gente de Estado de derecho, de debido proceso, de separación de poderes, hablas de cosas abstraactas alejadas de su vida concreta. El reto para mi es empaquetar eso de maneras tan atractivas que a la gente le empiece a interesar. De eso depende que no nos matemos unos a otros, que seamos una sociedad moderna, que las ideas puedan florecer porque hay un entorno seguro para eso». A su juicio, los aprendizajes de otros países hacen falta en Venezuela pues «necesita aprender de manera acelerada», y admite que los sistemas autoritarios también aprenden unos de otros.

Recuerda cuando participó en un evento en Hungría en 2008 y habló sobre las redes sociales en países con contextos complicados. Entonces, un egipcio, un albano y un iraní compartieron con él sus historias que involucraban disparos, persecución y cárcel. El iraní, de hecho, fue encarcelado al regresar a su país.

Eran tiempos en los que en Venezuela no había bloqueos de páginas web, ni gente presa por expresarse en las redes, y la velocidad de internet era aceptable en términos regionales. «Cuando terminé el egipcio me dio un golpecito en la espalda y me dijo ‘espérate’». Once años después, ahora él da la palmadita, en un país con un nivel tan sofisticado de bloqueo que hasta la red TOR ha tenido que diseñar puentes específicos para el país con la peor conexión de toda América Latina, y en la cual hay varias personas presas por tuitear.

«Lo que ha pasado en Venezuela me ha formado y forjado muy rápido porque lo que en otros países es un escándalo, para nosotros es desayuno, almuerzo y cena. Soy el de la palmadita en la espalda para alertar sobre los peligros de internet. Por ejemplo, hay países que están discutiendo de manera ética lo que significan los controles biométricos (de huella, de iris, de reconocimiento facial) pero en Venezuela si no das la huella, no comes y punto. Estamos en la distopía de ser el mal ejemplo desde hace por lo menos una década».

Díaz lleva ventaja. Ha estudiado los desarrollos digitales para superar censuras, bloqueos, organizar a la gente, mantener la comunicación. Conoce las experiencias de la Primavera Árabe, las de Kenia, as de China, todos países donde el autoritarismo ha pretendido secuestrar los espacios de comunicación pública. «La información es como alimento y mientras más desinformado estás te vuelves un ciudadano más torpe, desnutrido, tomas malas decisiones y eso genera un costo. Por eso mientras más información, más poder».

Algún día podrá contar lo que ahora debe callar. Algún día relatará cómo se trasladaba en bibicleta hacia su casa desde la radio en la que trabaja cuando fue abordado, detenido, golpeado y desaparecido por al menos ocho horas a manos de la policía política del régimen de Maduro. Algún día podrá cofirmar que vio a su esposa ocho horas después, esposado, cuando los funcionarios allanaron su casa teniéndolo de testigo, para luego volver a desaparecerlo por unas 16 horas más.

El periodista venezolano español fue presentado en tribunales la noche del martes y acusado por instigación a delinquir. Le fue dictada prohibición de salida del país, régimen de presentación cada ocho días y la imposibilidad de hablar de su caso.

Durante todas esas horas, su esposa Naky Soto fue su voz. Fue ella quien hizo público el arresto del periodista, quien detalló que era imposible que lo hubiesen agarrado en flagrancia si iba manejando una bicicleta en la calle, quien reclamó hasta que Amnistía Internacional (AI) lo declaró preso de conciencia y quien visibilizó el caso que recibió una amplia condena de la comunidad internacional, incluyendo a organismos como la Organización de Estados Americanos (OEA), el Parlamento Europeo (PE) o Human Rights Watch (HRW).

El Gobierno de Maduro había acusado a Díaz de haber participado de un «hackeo» al sistema eléctrico venezolano, que habría causado el apagón nacional de cinco días que vivió el país, porque en un video divulgado el 17 de febrero daba recomendaciones de qué hacer en caso de un blackout informativo, de una caída masiva de Internet. Ocurrió apenas días después de que informó sobre cómo organismos del Estado hacían phishing a páginas web opositoras y de recibir amenazas por parte del número dos del chavismo, Diosdado Cabello.