Kivu Norte
El M23 redobla sus ataques en República Democrática del Congo y acentúa la crisis de desplazados
El grupo rebelde cerca la ciudad de Goma y obliga a miles de civiles a escapar de la violencia de los combates
Nadie en su sano juicio y con alternativas escogería, a no ser que le obligue algo, quedarse hoy en Sake (República Democrática del Congo) mientras el M23 inicia las primeras etapas de su ofensiva: los medios locales han informado que ya han muerto más de siete personas a causa de los bombardeos del grupo rebelde financiado por Ruanda. No parece que vaya a ir a menos.
Más de 70.000 desplazados llegados a Sake en los dos últimos años escogen entre quedarse o volver a huir, miles deciden huir por segunda, tercera o cuarta vez. No se sabe aún cuántos congoleños llegarán en las próximas semanas a la ciudad de Goma, es algo que está ocurriendo ahora, la antesala al caos, una última huida a la desesperada a la capital de Kivu Norte mientras el mundo sigue absorto en otros asuntos. En Kivu Norte, una región congoleña del tamaño de Cataluña y la Comunidad Valenciana juntas, sobreviven más de un millón de desplazados internos que llevan escapando del M23 desde 2022. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima además que hay otros seis millones de desplazados en el resto del país. Los desplazados en Kivu Norte no tienen adónde ir, Goma es su último cartucho. Y detrás de esta ciudad fronteriza espera el otro batiente de la mandíbula, dispuesto a rematar la mordida: Ruanda. Paul Kagame.
Los combates entre el M23 y las fuerzas conjuntas del ejército congoleño y las milicias Wazalendo se han sucedido en los últimos días en las localidades de Kirotshe y Shasha, registrándose ataques y contraataques de uno y otro lado sin que esté todavía claro quién se hará definitivamente con estas posiciones. Lo que sí se sabe, es que se han producido grandes movimientos de población hacia Sake y Goma, aumentando sin remedio presión en esta creciente crisis de desplazados. Las bajas civiles en las últimas semanas no están siendo elevadas si se comparan con otros conflictos del globo, pero son habituales las matanzas orquestadas por el M23 contra la población civil y esto es lo que temen quienes huyen.
El M23 aseguró este miércoles en un comunicado que el grupo no tiene intención de tomar la ciudad de Goma, pero sus fuerzas han rodeado la ciudad, llegando a bombardear barrios periféricos y próximos al volcán Nyiragongo. LA RAZÓN contactó con el jefe de la sociedad civil de Kirotshe, Sheldon Hama Zahiga, y éste informó de que la mayoría de la población de su localidad había huido a Sake o a Goma. Él se encontraba en Goma desde el pasado sábado. El director del hospital de Kirotshe se refugió en Sake a partir del sábado. Médicos Sin Fronteras ha denunciado igualmente que los rebeldes están atacando los hospitales y centros de salud de Kivu Norte, añadiendo que “la violencia deja a miles de civiles atrapados en el fuego cruzado”.
En los campamentos de desplazados deben sobrevivir el hambre, la malaria y el cólera, cuando no llueve y se extiende la ocasional epidemia de gripe, luego vuelven a caer bombas y corren de nuevo. El destino es el mismo en la siguiente localidad: miseria e incertidumbre, como no seas afortunado y un pariente tuyo de la gran ciudad tenga medios para acogerte. Otra tienda con lonas blancas. Es como si fueran un millón de mudos en movimiento porque Antonio Guterres, el secretario general de la ONU, ha escrito en las dos últimas semanas en X sobre el combustible fósil, las compañías tecnológicas, los peligros del “hate speech”, ha dicho que “la paz es la responsabilidad más importante de la humanidad”. Ha hablado sobre la cuestión de Gaza e Israel al menos cuatro veces y sobre Myanmar y Chile. En definitiva, el secretario general de la ONU no ha tuiteado la palabra “Congo” desde mayo de 2023. Las palabras “Kivu”, “Goma” o “M23” no las ha tuiteado nunca. Aunque haya un millón de desplazados, decenas de grupos armados y una misión de Naciones Unidas sobre el terreno desde hace 25 años.
Silencio. Un helicóptero de la MONUSCO (la misión de Naciones Unidas en el este del Congo) fue atacado hace dos semanas, pocos días después de que el M23 amenazase directamente a los cascos azules. Dos soldados sudafricanos resultaron heridos pero se mantuvo este silencio que puede escucharse.
El Gobierno congoleño ha decidido en los últimos días desplegar una línea defensiva entre Sake y Goma que permita dar protección a los desplazados y que resista un eventual ataque del M23. No quita que este jueves se vivieran en Sake tensos momentos entre las milicias de defensa locales, los Wazalendo, y los soldados del ejército nacional, cuando los segundos plantearon una retirada táctica de la localidad y los milicianos terminaron arrebatando las armas a los propios soldados, no se las quisieron devolver hasta que concedieron que se quedarían a luchar. El Gobierno divide sus fuerzas entre la carretera de Rubaya ubicada al oeste de Sake, Sake, la carretera que lleva a Goma y el flanco norte de la ciudad fronteriza. Los soldados tienen miedo y su sueldo de raso no llega a los quinientos dólares al mes. A ellos no les van a caer paquetes de siete mil millones en ayuda militar con la bandera americana, toda la ayuda externa que tienen son los instructores rumanos (el medio local Les volcans news informó este miércoles de que uno de estos instructores había muerto combatiendo contra el M23) y los mercenarios contratados por las mineras para vigilar los caminos y permitir el libre tránsito de mercancías.
Los medios de comunicación no encuentran una audiencia que se interese por este millón de desplazados y pocos se permiten gastar dinero (casi se diría que con una intención más moral que económica) en artículos sueltos que reproducen un grito de ayuda silenciado y que resuena desde Sudán, República Centroafricana, Nigeria, Burkina Faso, Mali, Somalia, Libia y Etiopía. En Gaza se define la cólera ciega de los israelíes; en el este de RDC rigen otras circunstancias, impactan otras palabras contra su corteza, y la más grande y peligrosa de todas se llama indiferencia.
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