Francia
Macron frena la crisis por la reforma migratoria con la dimisión del ministro de Sanidad
El presidente francés defiende que la ley es «una derrota» para la ultraderecha, pero duda de la constitucionalidad de algunos puntos
La resaca de la aprobación de la reforma migratoria en Francia deja la sonada dimisión del ministro de Sanidad, Aurélien Rousseau, y un continuo amago de otros nombres del ala progresista tanto del Gobierno como del hipercentro parlamentario macronista. El rechazo a los puntos más polémicos de la reforma, endurecidos tras el pacto con la derecha de Los Republicanos (LR) y vendido como una «victoria ideológica» por Marine Le Pen sigue causando un profundo malestar que el presidente ha intentado atenuar con una intervención televisiva de casi dos horas en la que ha reconocido que hay cosas que no le gustan de la reforma y que va a apelar él mismo al Consejo Constitucional para verificarlos.
Emmanuel Macron ha denunciado lo engañoso que supone conceder la victoria ideológica a Le Pen por la aprobación del proyecto. Este texto, ha dicho Macron, «va a servir para combatir lo que alimenta el Reagrupamiento Nacional» y ha puesto en valor la importancia de regularizar a miles de trabajadores en los sectores en tensión. La versión adoptada no es la que originariamente quería Macron, más equilibrada entre las medidas represivas y progresistas.
En cuanto a los puntos más polémicos del texto, esos que han sembrado la división en sus propias filas, se encuentra el endurecimiento del acceso a ayudas sociales para los inmigrantes o del reagrupamiento familiar. Una línea roja no sólo para la izquierda, sino para parte de los centristas. Al cierre de esta edición, y pese a que la crisis en el Ejecutivo parecía contenerse, aparecía un nuevo frente: 32 departamentos franceses, aquellos en los que gobierna la izquierda, se han unido para presentar un frente común y no aplicar las medidas más controvertidas de la reforma. Una crisis territorial que podría suceder a la interna del macronismo.
Otro de los aspectos más polémicos del texto es el llamado derecho de suelo en Francia por el que la nacionalidad de un ciudadano no depende de sus orígenes, sino del lugar donde ha nacido. Hasta ahora, un hijo de extranjeros se convertía automáticamente en francés a los 18 años. Ahora tendrá que pedirlo. La idea es que exprese su voluntad de querer ser francés, sin que sea automático. Una medida de lógica política para la derecha que, sin embargo, los críticos ven como un cuestionamiento a un principio fundamental republicano. Otra crítica apunta a la obligación para los estudiantes extranjeros de dejar un depósito en señal cuando vengan a estudiar a Francia. La derecha quiere evitar con ello que las universidades sean coladeros de visados, pero los rectores la tachan de insultante.
La primera ministra, Élisabeth Borne, admitía también este miércoles que en la ley hay elementos inconstitucionales. «Sí, se lo confirmo», respondió en la cadena France Inter. Pero eso no fue obstáculo para referirse así a la votación del martes: «Tengo el sentimiento del deber cumplido».
Esta crisis pone de nuevo el foco en el gran problema de la aritmética parlamentaria. Macron necesita los votos de LR y lo que queda del grupo conservador, lo no fagocitado en estos años por Macron, juega radicalizado a hacer la competencia a la ultraderecha. El texto, según denuncia la izquierda y celebra la propia Le Pen, incluye un concepto históricamente clave para la ultraderecha: la llamada «preferencia nacional». Es decir, la prioridad para los franceses ante los extranjeros, aunque estos tengan los permisos necesarios de residencia y trabajo, a la hora de acceder al robusto sistema de protección social francés. La jugada maestra de Le Pen llegaba este martes a primera hora de la tarde afirmando que votaría a favor del texto, un buen chorro de gasolina para encender un incendio en el hipercentro de Macron.
La Asamblea Nacional daba luz verde al texto minutos antes de la medianoche del martes con una amplia mayoría de 349 votos por 186 que votaron en contra. Reforma aprobada y pequeño respiro, pero a un precio altísimo que tendrá consecuencias para lo que queda de quinquenio y quizás provoque una remodelación del Gobierno en el arranque de año que pueda hacer de revulsivo ante un avance imparable de Le Pen en los comicios europeos de 2024.
Uno de los efectos de esta crisis aún abierta podría ser la ruptura del equilibrio entre las distintas corrientes del macronismo, un movimiento que pretendía ser transversal. El «ni de izquierdas ni de derechas» parece haber quedado muy atrás entre los sectores progresistas que apoyaron a Macron y que sienten que la política del mandatario se ha derechizado acorde con la demoscopia.
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