El Futuro de Venezuela

Maduro y la ficción económica

La Razón
La RazónLa Razón

El gran tema venezolano sigue siendo el económico. Con dos semanas por delante para la pseudo elección presidencial, lo cierto es que los venezolanos siguen padeciendo los males de la inflación, de los altos costos, de la devaluación cada vez más sin freno de la moneda y, por supuesto, de un Gobierno incapaz de resolver el problema económico. En este sentido, no hay duda de que sin cambio de Gobierno no hay rectificación posible. O Nicolás Maduro abandona el poder o los venezolanos seguirán en el calvario del sufrimiento económico.

«Atendiendo el salario de los trabajadores, he decidido aumentar el salario mínimo del país de 392.646 bolívares a 1.000.000 de bolívares y aumentar el cestaticket (bono de alimentación) socialista de 915.000 a 1.555.500 bolívares, un aumento integral del 95%. Para el 1 de mayo de 2018, el ingreso legal será de 2.555.500 bolívares mensuales», afirmó Maduro días atrás. En números reales, un euro equivale aproximadamente a 900.000 bolívares en el mercado negro, finalmente, el mercado más real con respecto a la compra y venta de productos. Esto significa que, a pesar de las medidas, no se trata simplemente de lo cuantitativo sino de lo depreciado de la moneda venezolana, el bolívar. El economista José Guerra lo expresa pedagógicamente: «En términos de bienes, el nuevo salario integral de 2.555.500 bolívares equivale a un kilo de carne, un kilo de arroz y un paquete de harina. El problema no son los bolívares sino su poder de compra. Se trata de millones en papeles sin valor».

Venezuela debe ser el único país del mundo donde sus ciudadanos claman para que el Gobierno no imponga aumentos de salario mínimo. En consecuencia, los venezolanos sufren una subida repentina de los precios en los productos más básicos. Como es lógico, la economía debe generar una propia dinámica más allá de los controles o caprichos de un Gobierno. Lo económico no se soluciona con medidas populacheras, sino a través de la inversión y la confianza de capitales nacionales y extranjeros. No hay más opción y con este Ejecutivo esa puerta se encuentra cerrada.

Ante el desajuste y las medidas populistas con rostro fraudulento, quedará como siempre la decepción. En este caso, la imposición no dialogada de un salario mínimo con el ya reducido sector empresarial venezolano trae como consecuencia que los privados no tendrán más opción que reajustar sus precios de producción y salarios. Por lo tanto, nuevamente se trata de palabras que dibujan un progreso virtual y ficticio, finalmente más dramático para el grueso de los ciudadanos del país. Las elecciones fraudulentas del 20 de mayo no van a solucionar el problema, todo lo contrario. La emigración aumentará y los venezolanos que todavía se queden en el país seguirán a la espera de un milagro, probablemente, un milagro con rostro internacional, de cooperación y presión que finalmente permitan la anhelada salida de Maduro del poder.