Israel

Netanyahu pelea por su supervivencia como primer ministro

Las elecciones mantienen el bloqueo político, pero dan la iniciativa para formar gobierno al bloque de centroizquierda, incluyendo a los árabes (56 diputados) frente a la derecha y religiosos (55)

Benny Gantz, Avigdor Lieberman y Benjamin Netanyahu/Reuters
Benny Gantz, Avigdor Lieberman y Benjamin Netanyahu/Reuterslarazon

Las elecciones mantienen el bloqueo político, pero dan la iniciativa para formar gobierno al bloque de centroizquierda, incluyendo a los árabes (56 diputados) frente a la derecha y religiosos (55)

Con un 90% del voto ya escrutado y a la espera de contabilizar las papeletas de soldados y enfermos en hospitales, el resultado de la repetición electoral en Israel del pasado martes dibuja prácticamente un empate técnico entre los dos principales contendientes, el centrista Azul y Blanco del ex jefe del ejército Benny Gantz (32), y el Likud del primer ministro Benjamin Netanyahu (31), que en su tardío discurso a las 3 de la madrugada frente a los pocos militantes de su formación que quedaban en la base electoral, se mostró cauto y cabizbajo, consciente de que esta vez existen serias opciones de que su carrera política termine.

Pero todo está en el aire: en una democracia parlamentaria tan fragmentada como la israelí, la victoria en número de escaños no supone carta blanca para gobernar. De hecho, en 2009 el propio Netanyahu retomó las riendas del país, a pesar de que obtuvo un mandato menos que el centrista Kadima de Tzipi Livni.

En tercer lugar queda ubicada una fortalecida Lista Árabe Unida (13), gracias a un mayor porcentaje de voto en su sector –60%, más de 10 puntos que en abril–, a pesar de los intentos de intimidación del Likud. Por ello, el diputado Ahmad Tibi agradeció «al mago Netanyahu por instalar cámaras ilegales en puntos de votación», ya que según consideró su electorado estaba «adormecido» y con su amenaza despertó.

A continuación, en cuarta posición, el Israel Beiteinu de Avigdor Lieberman, el ex ministro de Defensa que en abril abocó al país a volver a votar, ya que no quiso tragar con las imposiciones de los partidos ultraortodoxos. Con una campaña basada en mostrarse como el líder que «frenará un Estado basado en la halajá (ley religiosa judía)», el dirigente del partido representante de los inmigrantes llegados de las ex repúblicas soviéticas casi dobló el resultado de la ronda de abril (pasa de 5 a 9), lo que convierte al líder derechista secular en el actor clave para conformar la coalición.

A continuación quedarían las dos formaciones ultraortodoxas Shas (9) y Judaísmo Unido por la Torá (8); la coalición derechista del sionismo religioso Yamina (7), que ya anunció su separación en dos listas por no haber cumplido sus expectativas; el centroizquierda laborista Avodá-Guesher (6) y el izquierdista Frente Democrático (5). La extrema derecha de Otzmá Yehudit no pasó el porcentaje de voto mínimo.

El que decidirá quién será el encargado de intentar formar gobierno será el presidente del país, Reuven Rivlin, que tras hacer una ronda de consultas con todas las formaciones, escogerá al mejor posicionado para tomar las riendas. Si el recuento de los últimos votos no hace bailar algún escaño, el bloque de centroizquierda, incluyendo a los árabes, sumaría 56, mientras que el bloque de derecha y religiosos quedaría con 55. En medio, Lieberman como juez y árbitro.

En su discurso de anoche, el líder de Israel Beitenu reiteró de nuevo sus intenciones: «solo hay una opción, un gobierno de unidad nacional que agrupe al Likud y a Azul y Blanco». Reiteró que la situación es clara, y que solo se asegurarán su apoyo en caso de aceptar sus políticas de corte laicista, que podrían influir en asuntos como el recrutamiento al Ejército de jóvenes ultra ortodoxos, o la implantación de transporte público en ciudades laicas en el Sabbat, el día semanal de descanso judío.

El centrista de izquierdas Benny Gantz, que emitió su discurso de valoración alrededor de la una de la madrugada, fue cauto y en ningún caso se aventuró a predecir el fin de Netanyahu, a quien tampoco criticó. Gantz buscó calmar el ambiente turbio y agresivo de la campaña, y quiso erigirse como la figura que coserá a la divida sociedad israelí: «deseo para el pueblo de Israel un buen gobierno de unidad, que el sistema político se calme y que podamos empezar a mirar hacia adelante», proclamó en Tel Aviv junto a los pesos pesados de su coalición.

Además, el ex jefe del Ejército anunció que ya hizo las primeras llamadas a sus socios naturales en el centroizquierda –Avodá-Guesher y Frente Democrático-, y que «hablaría con Lieberman y con otros para intentar formar coalición». Evitó así referirse explícitamente al líder árabe Ayman Odeh, quien se ofreció días antes de los comicios para formar un «frente de bloqueo», una oferta que a priori fue descartada por Azul y Blanco. Para instalarse en la calle Balfour de Jerusalén, Gantz solo tiene dos vías: o sumar a los árabes, o establecer el «gobierno de unidad nacional», cuya gran incógnita sigue siendo si se conformaría con un Likud post-Netanyahu.

Mientras, el primer ministro más longevo de la historia de Israel también empezó en la misma noche electoral movimientos para asegurarse los apoyos de sus socios habituales. Ante rumores sobre un posible relevo por el resultado insatisfactorio y las serias opciones de sentarse en el banquillo de los acusados por las denuncias de corrupción, altos cargos del partido, como el ministro de Exteriores Israel Katz, recordaron que «Benjamin Netanyahu fue y sigue siendo el único candidato del Likud para ocupar el cargo».

Ante el panorama incierto, el actual «premier» puso el acento en alertar sobre un «posible gobierno anti-sionista –con árabes-, que no sea capaz de afrontar nuestros retos existenciales». Consciente de que se está jugando su supervivencia política y judicial, anunció ayer que suspende su viaje a Nueva York para acudir a la Asamblea de Naciones Unidas.