Grecia

«Nos robaron la esperanza»

Una parada de autobús con un póster del líder conservador, Meimarakis, en el centro de Atenas
Una parada de autobús con un póster del líder conservador, Meimarakis, en el centro de Atenaslarazon

La resignación ha calado en el electorado, sometido a nuevos ajustes y llamado a las urnas tres veces en apenas ocho meses.

En los comicios de enero, el candidato izquierdista, Alexis Tsipras, aparecía en los carteles electorales con el brazo derecho alzado y el puño apretado. Esta vez tan sólo aparece su rostro. No hay efusividad, como tampoco la hay entre sus bases electorales. El líder de Syriza ha perdido alrededor del 15% de popularidad tras la firma del tercer rescate. Sus votantes en las anteriores elecciones comparten desencanto y enfado a la par «Tsipras nos ha robado la esperanza», resume Kostas Papadakis, quien votó por primera vez a Syriza en enero y ahora se siente «traicionado». Este funcionario había apoyado siempre al Pasok, y ahora se decantará por los ultranacionalistas Griegos Independientes, «por probar otra opción», dice, aunque sin mucho convencimiento.

Para muchos de sus votantes, ese «engaño» no proviene del fracaso en las negociaciones, porque «al fin y al cabo ha luchado y lo ha intentado», sino de «todas las promesas falsas que hizo en la campaña de enero». El líder de Syriza criticó a los anteriores gobiernos –el socialista del Pasok y el conservador de Nueva Democracia– por sucumbir ante los acreedores y aceptar los rescates para luego acabar pactando un tercer memorándum. Ni rastro del «fin de la austeridad». Ese giro político ha sumido en la «indecisión» a la mayoría de sus votantes. Las encuestas dan un empate técnico entre las dos principales fuerzas, con un ascenso de la abstención y los indecisos. Como Maria Tzorba, ama de casa, quien votó a Syriza en enero, porque era «la última bala que le quedaba a Grecia para poner fin a la austeridad» y ahora todavía no ha decidido su voto. «Al final me decantaré por el menos malo, seguramente Syriza, pero será en el último momento», asegura. Como esta mujer de 52 años, muchos griegos emitirán su voto en las urnas «en caliente, pues la campaña apenas ha durado tres semanas».

Los indecisos rondan entre el 10% y el 15%, mientras que otro 10% no sabe/no contesta. Un porcentaje muy elevado de votantes que la formación de Alexis Tsipras ha tratado de recuperar en la recta final de campaña. «No dejemos que la abstención gane, porque la abstención no es una decisión antisistema, es lo que desea Nueva Democracia» o «cada voto que se pierde para Syriza es un voto de confianza a la corrupción» han sido algunas de las últimas consignas del líder izquierdista. El descontento ha calado especialmente entre los jóvenes. «(Syriza) son como todos los demás», señala enfurecida Danae Pirosi, quien creyó el lema de enero: «La verdadera Izquierda», que ha terminado en una «mentira». La mayoría de las personas preguntadas basan su decisión de voto en torno a la firma del tercer rescate y son pocos los que analizan los siete meses de legislatura del Gobierno de Syriza, ya que de hecho se limitaron negociar la deuda.

Eso critican Danae y su pareja, Yorgos Arsenis, estudiantes, que consideran que «Tsipras podría haber dedicado esfuerzos políticos a temas internos, como perseguir a los ricos o regular servicios sociales que no suponían ningún gasto». Para ellos, eso se debe a «una falta de voluntad política», que atribuyen «quizá a presiones externas o bien a la inexperiencia». A pesar de esa queja, ambos volverán a votar a Syriza, «para darles una segunda oportunidad», tal y como pidió Tsipras en su discurso de cierre de campaña. «Todavía no han demostrado lo que pueden hacer en el poder, porque no han tenido tiempo. Ahora, con el rescate, el margen es más estrecho, pero veremos si reaccionan», argumenta Danae, quien afirma que el resto de fuerzas de izquierda más radical –los comunistas del KKE o los escindidos de Syriza, Unidad Popular– «tienen discursos anticuados e irreales». En ese sentido, al contrario de lo que auguraban algunos expertos, los extremismos no han logrado aprovecharse de la decepción del tercer rescate y reciben un apoyo marginal, según todas las encuestas. Los más radicales, como los neonazis de Amanecer Dorado (AD), KKE y Unidad Popular, apuestan por la salida del euro, una opción que sólo comparte el 25% de la población.

Effie Rodanaki, quien votó a AD en los anteriores comicios, se muestra «harta de más experimentos» y esta vez se decantará por ND, pues son «los únicos capaces de reconstruir el país». Para ella, «la inmigración es un problema» al que hay que «dar respuesta», en lugar de «abrir las fronteras, como hizo Syriza». La crisis migratoria ha copado los medios griegos en el último mes, pero para la mayoría de la población no supone una grave preocupación. En la cuna de la democracia, una etiqueta paseada con orgullo por los griegos, cunde el cansancio de ir a las urnas tan a menudo. Se ha evaporado el entusiasmo de los comicios de enero, y del referéndum de julio. Y la esperanza se ha tornado resignación.