
Análisis
La «nueva normalidad» de la geopolítica mundial
La reunión de Shanghai de esta semana liderada por China y Rusia marca un punto de inflexión y un cambio peligroso en los liderazgos y las relaciones internacionales

Lo que creíamos que era la geopolítica normal del mundo ha variado significativamente en los últimos 15-20 años. Primero el cambio se producía de manera lenta, casi imperceptible, y en los últimos cinco de manera vertiginosa. Este viraje no es mero accidente histórico, sino el resultado de decisiones deliberadas por parte de potencias que han optado por el revisionismo en lugar de la integración pacífica.
Durante los años 90 y principios de los 2000 muchos analistas, embriagados por la globalización, se aferraron a la ilusión de que vivíamos «el fin de la Historia», como proclamaba Francis Fukuyama. Se daba por hecho que los valores liberales y la economía de mercado terminarían imponiéndose en todo el planeta. Era un espejismo. Lo que hemos visto es que regímenes autoritarios han aprendido a usar la globalización como palanca de poder, no como vía de integración.
Como señala un analista de la Universidad de Georgetown en un artículo sobre la cultura estratégica rusa, «la invasión rusa de Ucrania en 2022 sorprendió al mundo, pero revela una continuidad en el pensamiento imperialista post-soviético» (FPRI, 2024). Este panorama nos obliga a replantear no solo las alianzas, sino los principios mismos de la soberanía y la libertad nacional en un mundo cada vez más polarizado.
Rusia: de potencial aliado a antagonista autoimpuesto
Podríamos haber tenido una relación de vecindad correcta y de cooperación razonable con Rusia de quien Europa era el principal cliente de su estupefaciente gas barato. Rusia es la que decide que se vive mejor contra Occidente y la que se empeña en revertir una historia que no tiene vuelta atrás, la independencia de las antiguas Repúblicas Soviéticas y el deseo de muchos de esos pueblos de ser plenamente libres, democráticos y alinearse con quien les parece.
Las grandes potencias no son quién para decidir si los Bálticos pueden o no formar parte de la UE o la OTAN , sin Polonia quiere reafirmarse como una potencia militar dentro de la Alianza Atlántica, sin Polonia quiere Finlandia o Suecia, uno neutralizado el otro neutralista -es decir entusiastas de la cosa- querían dejar de serlo. Con los más débiles o los más penetrados Rusia hizo lo imposible para convertirlos en títeres, aliados incondicionales o por lo menos neutralizarlos. Con Ucrania intento las tres cosas y Ucrania ha elegido el camino de la democracia -por imperfecta que sea- y su integración en Occidente.
¿Es esa justificación para invadir, ocupar, destruir y anexionarse ilegalmente una parte vital de su territorio? Para algunos entusiastas pro-rusos occidentales la hemiplejía de opinión es grado infinito. Leí en los comentarios de artículos de opinión, blogs o documentales en cualquier plataforma que los admita, «viva Rusia y viva Putin, Occidente asesino».
Rusia hubiese debido ocupar un lugar central en el nuevo Orden mundial no por las más de 5.000 cabezas nucleares, sus recurso naturales casi infinitos o su territorio casi inabarcable. Rusia es una de las grandes naciones de la historia, cuya cultura, literatura, ciencia, arte, música, pensamiento se encuentran en la cúspide de la humanidad. No tenía que integrarse en Occidente ni subordinarse a EE UU, bastaba que encontrase su papel en el mundo sin necesidad de amenizar, amedrentar, atacar o pisar a sus vecinos.
Como argumenta un informe del CSIS, «los ucranianos han crecido dramáticamente más pro-occidentales y menos pro-rusos desde la anexión ilegal de Crimea en 2014, lo que refuta las narrativas rusas de justificación imperial» (CSIS, 2024).
No olvidemos además el papel de la energía como arma política. La política alemana del Wandel durch Handel —cambiar a través del comercio— se convirtió en una trampa: Berlín se entregó al gas ruso con la fe ingenua de que la interdependencia frenaría el expansionismo del Kremlin. Lo que hizo fue envalentonarlo. Brzezinski lo advirtió ya en los años 90: sin Ucrania, Rusia deja de ser imperio. Con ella, lo recupera. Moscú optó por la vía imperial.
China: de la revolución a la expansión estratégica
El caso de China es muy otro. Las diferentes fases del régimen comunista han dejado resultados muy distintos, la revolución cultural de MAO era la estrategia de control interno férreo y absoluto. Las reformas de Deng Xiaoping quizás de los más geniales golpes maestros de la estrategia política y económica del siglo XX. Como sacar de la pobreza a cientos de millones de chinos, crear las bases de una economía moderna y pujante sin dejar de ser una feroz dictadura comunista. Es casi la cuadratura del círculo.
No son pocos los que aseguran que China no puede sobrevivir como Nación unitaria sin un gobierno autoritario. Son, al fin y al cabo, 56 nacionalidades representadas en el inmenso e impresionante mural de la Asamblea del Pueblo en Beijing. No es menos cierto que ha habido una especie de expansión con voluntad de homogeneización étnica por todo el país de la etnia o nacionalidad Han. Se podría decir que fue una estrategia deliberada de «diluir» a las demás etnias del país o por lo menos que los Han fuesen la dominante.
El Ejército Popular pasó de ser una estructura de control y cohesión interna a una fabulosa máquina militar con tecnología propia y otra robada que la coloca en el podio mundial junto a EE UU y Rusia, el gigante militar con economía de potencia media.
Deng, en sus propias palabras, proclamaba que «la pobreza no es socialismo. Ser rico es glorioso» (Wikiquote). Y lo logró: el Banco Mundial estima que más de 800 millones salieron de la pobreza. Un milagro económico, pero con un precio: la homogeneización forzada de minorías y un ascenso militar sin precedentes.
Como dijo Kissinger, «China no piensa en años ni en legislaturas: piensa en siglos». Esa es su ventaja frente a un Occidente que vive atrapado en sus elecciones inmediatas.
Occidente: del pensamiento estratégico al tacticismo mediocre
La clase política de Occidente tiene un grave problema es incapaz de razonar cómo el hombre de Estado que preconizaba James Freeman CLARK ese teólogo estadounidense (ni filósofo ni politólogo por cierto) adelantado a su tiempo y visionario que dijo aquella frase que siempre se la ha hurtado al pobre Don James: «La diferencia entre un político y un hombre de Estado, es que el político piensa en la siguientes elecciones y el hombre de Estado en la siguientes generaciones». No es ni de Churchill si de Bismarck.
China, todo su estamento de poder sabe exactamente donde quieren llegar y, no se engañen, de vivir Deng Xiaoping hoy aplaudiría a rabiar las políticas Xi. No se puede ni se debe reprochar a un país que defienda sus intereses, pero deben ser conscientes que si pisa o atropella los de otros eso tiene consecuencias. Que se lo pregunten a Vietnam. Filipinas, Tailandia o tantos otros vecinos, que viven entre acongojados y permanentemente acosados.
Occidente ha abandonado la estrategia y piensa hoy en términos tácticos, pero con un tacticismo más bien ramplón por no decir mediocre que es lo que es. Seguimos enzarzados en discusiones estériles (la precipitada y mal planificada transición verde ruinosa para nuestras industrias) que son un lujo que ya no nos podemos permitir. Para cuando Europa construya el primer prototipo de avión de combate de sexta generación EE UU, China y seguramente Rusia, estarán ya construyendo el de séptima generación. Este es solo un ejemplo lo podemos llevar a la IA, drones de todo tipo, ciberseguridad y ciberguerra de última generación. A diferencia de los que dicen no pocos expertos de salones occidentales, muy cómodos pero sin ventanas al mundo, es que «la guerra ya no se hace con aviones o carros de combate… que se lo preguntes a los ucranianos. Las guerras no se han solo con drones u ordenadores, se necesitan soldados bien entrenados y oficiales y generales con sólida formación y si, carros de combate y aviones».
Como reflexiona un informe del USIP, «desde el fin de la Guerra Fría, EE.UU. ha actuado como si fuera posible tener políticas exteriores sin un paradigma estratégico claro» (USIP).
Los parias de la escena internacional
Hace 20 años un estado paria era un paria casi para todo el mundo. Por mucho que el nivel de aislamiento fuese distinto en función de los intereses y amistades de las grandes potencias. Pero casi nadie se hacía fotos ostentosas con líderes del cariz de Kim Jong Un, y las fotos con Khomeini o Ali Khamenei eran siempre de paso y participaban en muy pocas cumbres. Personajes esperpénticos como Lukashenko causaban preocupación por ser un «cañón perdido» por traducir literalmente la expresión en inglés que es no más descriptiva que la de «bala perdida». Ahora a todos estos se les invita a cumbres y desfiles. Cuando escuchamos a líder de una grandísima nación con historia milenaria que no hace ni 20 años preconizaba la filosofía de una «China armoniosa en un mundo armonioso» decir con estos sujetos presentes que están en el lado correcto de la historia… pues no, lo siento pero Lukashenko, Ali Khamenei, Kim Jong Un, los grotescos Ortega y Ortega (cruel y sanguinario chiste de la historia), el estado fallido de Cuba o la narco-dictadura chavista, ninguno de esos está en el lado correcto de la historia. China como gran potencia y con una filosofía milenaria le debe al mundo un política exterior que deje de estar pegada solamente a la balanza de pagos y que piense más, como lo hacía antes, en los términos. En que se expresó Hu Jintao, en 2005 en la ONU de «construir un mundo armonioso de paz duradera y prosperidad común».
Conclusión: la desoladora falta de estrategia
Podríamos decir a guisa de desoladora conclusión que Occidente dejó de pensar estratégicamente hace un cuarto de siglo (seguramente el mal venía de atrás) y los que quieren Constituir un nuevo bloque antagonista de Occidente tiene la la reflexión dividida, los objetivos a largo plazo están claros, la táctica para alcanzarlos son tan incoherentes, peligrosos o contraproducentes (son un letal boomerang créanme) como una lacra en la historia de las naciones que las practican.
El mundo ha entrado en una nueva era en la que los errores de cálculo ya no se pagan con advertencias diplomáticas, sino con guerras devastadoras, crisis y tensiones geopolíticas, bloques enfrentados y sociedades fracturadas. O volvemos a pensar como estadistas, o el vacío lo ocuparán quienes sí lo hacen que ya no son las democracias más avanzadas del mundo. Son, por lo general, autocracias y dictaduras agresivas «ad intra» y expansivas «ad extra». Ellos sí que planifican a largo plazo y lo harán a costa nuestras libertades, y si no al tiempo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar