Elecciones en Venezuela

Obligados a votar en el bastión chavista

Los grupos progubernamentales de Venezuela salieron ayer a las calles del principal barrio chavista de Caracas, el 23 de Enero, para «invitar» a los ciudadanos a acudir a las urnas

Cientos de seguidores chavistas y militares tomaron las calles de Caracas para asegurar que la jornada transcurriera sin incidentes
Cientos de seguidores chavistas y militares tomaron las calles de Caracas para asegurar que la jornada transcurriera sin incidenteslarazon

Los grupos progubernamentales de Venezuela salieron ayer a las calles del principal barrio chavista de Caracas, el 23 de Enero, para «invitar» a los ciudadanos a acudir a las urnas.

«Yo voto por el futuro de mi hija. Yo quiero que esto cambie para que ella pueda crecer aquí y no tenga que irse para poder vivir». Beatriz Ramírez vive en el 23 de Enero, una zona de Caracas convertida en bastión del chavismo más duro. Es allí donde está el mausoleo que guarda el cuerpo de Hugo Chávez. Es allí donde pululan los colectivos armados, grupos paramilitares que respaldan al Gobierno y actúan con impunidad. Es allí donde hay bustos de Chávez, del Ché Guevara, de «Manuel Marulanda», dirigente de las FARC. Beatriz quiso votar y lo hizo porque es la única manera de expresarse que tiene. «Vivir aquí es incómodo porque, cuando quieres hacer un comentario diferente al chavismo, te caen encima. Todo el mundo sabe que aquí ellos mandan y por eso uno vive callado, sin libertad de poderte expresar. Por eso salgo a votar».

Y la presión se nota. En el 23 de Enero, el Partido Socialista Unido de Venezuela activó una gran maquinaria de movilización. Allí no se pueden permitir un resultado de alta abstención, ni hablar de una derrota. «Aquí nos organizamos para buscar a la gente y llevarla a votar», admite Lucía. La mujer no revela su verdadera identidad, pero explica cómo se han organizado. Dos mesas plásticas, papeletas de Nicolás Maduro, uniformes con la imagen de la campaña y canciones a todo volumen sirven de base de operaciones.

Un lote de papeles muestra listas de nombres impresas. Son vecinos de la zona que rodea al Cuartel de la Montaña, el antiguo edificio remodelado para convertirlo en lugar de reposo de Hugo Chávez. «Aquí todos nos conocemos. Sabemos dónde están. Entonces vamos y les tocamos la puerta para llevarlos a votar», sigue Lucía. Con motos y camiones trasladan a los electores.

También allí, como en los «puntos rojos» –toldos dispuestos por el oficialismo al lado de los centros electorales, violando disposiciones legales–, se escanea el carné de la patria usando una aplicación desarrollada por el Estado. «Así sabemos que ya participó», detalla Carmen Reyes, coordinadora de la UBCH del 23 de Enero, células partidistas del chavismo. Maduro, durante la campaña, prometió premiar a los portadores que acudieran a las urnas, incluso con diez millones de bolívares, que son cinco veces el salario mínimo mensual.

En el 23 de Enero se veía más actividad que en el resto de la ciudad. Casi todas las esquinas tienen equipos de sonido con música de la campaña. Carmen Ramírez visitó la zona para entregarle a un familiar un encargo. «Yo vivo en Propatria, un barrio cercano, y allá no hay este movimiento. Allá la gente está en sus casas o haciendo compras para poder comer. Nadie está pendiente de ir a votar». Pero a mediodía del domingo, la participación era baja, también en el bastión del chavismo. En el centro de votación Manuel Palacios Fajardo, donde votaba Hugo Chávez y el de mayor población electoral (3.300 personas), apenas un 25% había participado. Un dato similar al del centro ubicado en la Biblioteca La Cañada, en la sede del colectivo Coordinadora Simón Bolívar, y el Luis Enrique Mármol. «Yo hoy salí al mercado. Porque, fíjate, la carne ya cuesta tres millones un kilo (más de un salario mínimo mensual) y el queso va por millón y medio. Yo me tengo que ocupar de eso. Quizá más tarde vaya a votar, pero mi prioridad es comer», dice Zulay Guerra. Ella sabe, no obstante, que si a las cuatro de la tarde no ha acudido a las urnas, la buscarán en su casa para «invitarla» y acompañarla a marcar el tarjetón. Aspira a que, al menos, no puedan ver la opción que marque.