Elecciones

¿El ocaso de Recep Tayyip Erdogan?

El presidente turco, protagonista absoluto de la política turca durante dos décadas, puede estar viviendo sus últimos días en el poder si hoy se cumplen los pronósticos en las urnas

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, el líder que soñó con devolver a Turquía la grandeza del pasado otomano, el hombre que forjó la Turquía contemporánea con poder personal, nacionalismo, islamismo y populismo, puede ser desalojado del poder después de dos décadas en las elecciones presidenciales –también legislativas- que se celebran hoy domingo.

En el haber de Erdogan, indudablemente Turquía es hoy un país clave para Europa y fundamental en la encrucijada de Oriente Medio, consolidada como una de las grandes economías y también como uno de los ejércitos más poderosos–en ambos casos en undécima posición mundial.

Pero el frenazo en seco sufrido por la economía en los últimos años como consecuencia de un cúmulo de decisiones erróneas y las consecuencias para la situación material de los ciudadanos turcos, unido al desgaste natural de dos décadas de poder casi omnímodo y al terremoto sufrido por el sur del país a comienzos de febrero pasado, pueden hacerle perder los comicios hoy frente al candidato del socialdemócrata CHP Kemal Kilicdaroglu.

Pero los cambios de doctrina y de alianzas, las imprevisibles amistades de nuevo cuño con los que otrora fueron enemigos irreconciliables –véanse los casos de su relación con Putin, Asad o Al Sisi- o viceversa hablan de un mandatario pragmático, capaz de adaptarse en cada momento a las circunstancias con tal de mantenerse en el poder.

El presidente turco ha hecho posible conjugar la membresía en la OTAN con su alianza estratégica con Rusia y buena relación con el régimen de Irán, mantener la alianza con Israel y jugar el papel de líder para los movimientos islamistas de la región. “Los conflictos de Turquía fueron inflados por Erdogan para exhibir fortaleza y su papel de héroe de la patria durante años. Sus decisiones en política exterior siempre fueron el resultado de sus necesidades en el ámbito doméstico. Erdogan ha sido un político táctico que ha pensado inteligentemente en sus intereses”, explica a LA RAZÓN el periodista y escritor Ilya U. Topper, uno de los mayores especialistas en Turquía.

Residente en Turquía durante la mayor parte de los años de Erdogan, para Topper la gran ambición del mandatario ha sido “hacer de Turquía una gran potencia islamista”. “Erdogan ha tenido una visión del mundo propia”, explica a LA RAZÓN el autor español. “Erdogan ha endurecido su forma de gobernar con el paso del tiempo y si vuelve a ganar redoblará la represión pensando en el futuro”, augura Topper a este medio.

Su nacionalismo turco e islamismo vincularon sus ambiciones regionales a una suerte de neootomanismo, en la medida que Erdogan, trató de jugar una suerte de liderazgo y patronazgo en el conjunto de Oriente Medio. Un papel que trató de jugar pero cuyos desiguales resultados –Siria, cuestión kurda, Libia- no han evitado el caos en la región.

Lo cierto es que la de Erdogan ha sido una ambición construida a fuego lento. Después de once años como primer ministro, las limitaciones constitucionales le obligaron a dejar el cargo en 2014. Emulando a otros líderes en su afán por perdurar, se presentó en agosto de aquel año a las elecciones a presidencia de la República para ganarlas y, dos años más tarde, anunciar una reforma constitucional que mutaría el sistema político turco en un régimen presidencialista.

En 2017 las urnas avalaban en referéndum el fin del sistema de corte parlamentario imperante hasta entonces –y que el candidato del CHP promete restaurar si gana hoy- y la implantación de otro a la medida del mandatario, el cual le ha permitido acumular poder sin demasiados contrapesos hasta hoy. Por superar, el inquebrantable Erdogan salió airoso de una tentativa de golpe de Estado, la del verano de 2016.

Después de dos décadas de poder, durante las cuales ha sido capaz de controlar todos los resortes del poder –incluido un panorama mediático casi por completo favorable a su figura-, la perspectiva de que Erdogan sea hoy derrotado en las urnas este puede resultar poco verosímil. No lo cree así uno de los mayores especialistas en la figura de Erdogan, Soner Cagaptay, quien está convencido de que la democracia turca ha sobrevivido a Erdogan y que el mandatario no podrá adulterar ni manipular el dictamen de las urnas.

A juicio del investigador del Turkish Research Program del think tank Washington Institute for Near East Policy, “podemos estar viviendo un momento de cambio en Turquía”. “La campaña ha sido completamente injusta, pero los turcos quieren libertad, por lo que el candidato opositor puede derrotar a Erdogan”, aseguraba recientemente Cagaptay en una reciente entrevista con la CNN.

En lo que, a juzgar por la erosión de su figura y proyecto, Erdogan ha fracasado ha sido a la hora de ensanchar su base de apoyos. Media Turquía lo ha adorado y la otra media lo ha detestado con la misma intensidad. La división de la sociedad turca en –al menos- dos mitades aparentemente irreconciliables es uno de los legados del líder del AKP.

Con todo, con independencia del resultado de las elecciones presidenciales y legislativas de hoy, nadie se cree del todo que Erdogan haya dicho aún su última palabra.