Corrupción política

Protestas de radicales

LA RAZÓN ha contactado con Elizabeth Balvachevsky, experta en Ciencias Políticas de la Universidad de Sao Paulo, para analizar el panorama político de Brasil inmediatamente después del “impeachment”.

La Razón
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LA RAZÓN ha contactado con Elizabeth Balvachevsky, experta en Ciencias Políticas de la Universidad de Sao Paulo, para analizar el panorama político de Brasil inmediatamente después del “impeachment”.

- ¿Qué será de Dilma después del impeachment?

- Los derechos políticos de Dilma Rousseff no han sido revocados. Esa ha sido una de las grandes novedades del “impeachment”. Aunque ella ahora no tiene una figura política propia. Además, este tal vez sea uno de sus puntos frágiles que, al final del proceso, terminó con su destitución. Dilma no tiene carrera propia: su trayectoria fue técnica, ligada al área de la energía. En el segundo Gobierno de Lula, pasó a ocupar un cargo de mayor proyección política, a ser nominada como jefa del Gabinete de la Presidencia de la República. Nunca ha sido electa para ningún cargo, no tiene experiencia parlamentaria. Y, lo que es más importante, no ha mostrado interés en la política representativa. Desde el punto de vista de su trayectoria técnica, su dilema es el del PT. Si el PT pierde los espacios políticos que constituyen los gobiernos subnacionales, ahí, probablemente, ella tendrá dificultades para retomar una carrera tecnoburócrata. Aunque, desde un punto de vista objetivo, el Senado no le localizó ningún delito político de, y, por tanto, no se enfrentaría a mayores obstáculos para retomar la vida política.

- ¿Será su caída un golpe para la democracia brasileña?

- Definitivamente, no. E incluso los líderes del PT comienzan a aceptar esto. El proceso ha seguido dentro de lo establecido por la Constitución, con los requerimientos dispuestos por la Corte Suprema (compuesta, en su mayoría, por magistrados nombrados por los Gobiernos del PT) y sus acusaciones son graves. El problema que vivimos es el problema de cualquier país con un régimen presidencialista: la rigidez institucional de este régimen crea una confusión entre la crisis política, resultado de la incapacidad de un gobernante para gobernar y de la comisión de un crimen. Dilma Rousseff violó, de facto, la ley de responsabilidad fiscal. Esa ley fue una de las bases que permitió a nuestro país salir de la espiral de inflación que prácticamente destruyó nuestra economía en los inicios de los años noventa. No es poco para Brasil, violar esta ley. Pero, más que eso, Dilma vio cómo su base de apoyo en el Congreso se desvaneció y eso, en gran medida, por su falta de experiencia y de habilidad para lidiar con el Parlamento. En la votación de admisión del proceso en la Cámara Baja, ella obtuvo menos de un tercio de los votos. Ningún Gobierno se mantiene con un apoyo tan bajo en el Parlamento, ni se enfrenta a la crisis en la que se hundió Brasil.

- ¿Acabó la crisis en la política brasileña con esta última votación, o sólo comenzó?

La crisis política, sí. Tiende a enfriarse. Si eso se va a reflejar en la economía, esa es otra cuestión.

- ¿Piensa que esta crisis va a acabar con el surgimiento de nuevos líderes políticos o con la renovación de los existentes?

- Brasil precisa de nuevas élites. Pero es más fácil hablar de ello que hacer algo al respecto. Las élites políticas que tenemos son producto de nuestro sistema electoral. Nuestro sistema electoral (proporcional, de lista abierta, abierta a coaliciones, y con una serie de mecanismos que protegen y hasta estimulan el nacimiento de partidos pequeños y sin expresión) tiende a producir los liderazgos políticos que tenemos. Más de dos tercios de nuestros diputados son electos con las ‘sobras’ de la votación a otros candidatos de la misma coalición. Con eso, la traducción del voto elector a representación política queda totalmente distorsionada y opaca. Eso vuelve a la élite política menos receptiva -porque no tiene una base política bien definida a la que tenga que responder- y menos reponsable, porque su reclutamiento es poco exigente. Esto se ha visto agravado en los últimos años porque el PT no consiguió gobernar con una coalición de izquierdas. Para evitar el partido de centro -su adversario electoral- buscó construir una alianza con partidos de derecha y de extrema derecha basada, infelizmente, una lógica poco ‘republicana’, por decirlo de algún modo. En el inicio de su segundo mandato, la Presidenta Dilma hizo hincapié en esta dinámica, sumando un puñado de pequeños partidos inexpresivos, que la permitirían neutralizar el papel de PMDB con su alianza y abrir camino para el vaciado de este partido. Esto está en el centro de la crisis que ha llevado a su destitución: la falta de confianza de partidos políticos de su propia base en cuanto a las verdaderas intenciones de la Presidenta y de su partido.

- ¿Piensa que la indignación popular puede empeorar o que acabará amainando?

- Las protestas fueron violentas particularmente en Sao Paulo, pero no reunieron a un gran número de participantes. No se puede hablar de una indignación popular, tal y como la que en el semestre pasado colocó a más de 6 millones de personas en la calle pidiendo el “impeachment” de Dilma. Estas manifestaciones son la expresión de grupos bastante radicalizados que se sienten frustrados con el resultado final de las votaciones (y tal vez, incluso, con el hecho de que sus posiciones hayan tenido tan poco apoyo popular). De manera general, la violencia de una manifestación está motivada por la razón contraria a la que se adhiere la mayor parte de la gente. Las grandes manifestaciones, cualquiera que sea su orientación política dominante, raramente desembocan en violencia. De eso viene el riesgo presente cuando se tienen millares de personas en la calle. No ha sido lo que ha pasado ayer: eran pocas personas, pero muy radicalizadas. Esto constituye un riesgo, pues manteniendo esta radicalización, siempre está la posibilidad de que este grupo se vuelva mayor, y, arrullada por el discurso irresponsable de algunos de los líderes del P, se decida por cometer actos extremistas y hasta terrorismo. Hasta ahora, eso no ha pasado. Las manifestaciones de ese tipo tuvieron lugar en el pasado, pero acabaron por sí mismas. Vamos a esperar que esto se repita ahora.

- ¿Tiene Lula posibilidades en las elecciones de 2018, si fuese un candidato? ¿Dilma se presentará?

Lula se ha presentado 3 veces a la presidencia antes de ganar porque sustentaba un discurso radicalizado y rabioso. Ganó las elecciones cuando presentó otro discurso, de conciliación y progreso. Si mantiene el discurso actual, radicalizado y resentido, sus posibilidades son pequeñas. Para llegar a la presidencia, no basta con contar con un porcentaje de votos mayor. Es preciso tener el voto del 50% + 1 de todos los 120 millones de electores. Eso no es fácil y será, definitivamente, imposible, si Lula se presenta con un discurso negativo. Esto se aplica también para Dilma, con agravantes. Ella es una adhesión reciente al PT. Su trayectoria siempre ha estado ligada al PT (de Brizola). De esta manera ella, no cuenta con un apoyo entusiasta en el PT. Como bandera de lucha, quién sabe, pero de ahí a abrazarla como candidata, eso es más complicado, especialmente para los cargos mayoritarios, eso sería mucho más difícil que pasara.