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Sucesos

Los talibanes bloquean el acceso a la red eléctrica y sumen a Afganistán en un apagón total

Un apagón digital y aéreo sin precedentes sume al país durante 48 horas en el silencio y el aislamiento por orden del régimen talibán, que cortó internet en todo el territorio y clausuró el aeropuerto internacional de Kabul

La última ventana al mundo se ha cerrado de golpe para las mujeres de Afganistán. Para una generación de niñas y jóvenes a las que se les ha prohibido la educación formal más allá del sexto grado, la conexión a internet se había convertido en un salvavidas, un resquicio por el que acceder al conocimiento y mantener un hilo de contacto con el exterior. Ahora, esa frágil conexión ha sido cortada de raíz, clausurando una de las últimas vías de escape y aprendizaje que les quedaban.

De hecho, este portazo a la comunicación no es un accidente, sino una decisión deliberada del régimen talibán, que ha ordenado un apagón digital y de telecomunicaciones en todo el país que ha durado 48 horas. La medida, calificada de «masiva» por observatorios internacionales como NetBlocks, busca sumir a la nación en un aislamiento absoluto, un agujero negro informativo del que nada pueda entrar ni salir.

Como resultado, el país ha quedado paralizado de forma inmediata. Infraestructuras vitales se han venido abajo en cuestión de horas. El Aeropuerto Internacional de Kabul ha suspendido la totalidad de sus operaciones «hasta nuevo aviso», cancelando indefinidamente los vuelos de compañías como Ariana Afghan Airlines y Kam Air. Del mismo modo, el sector bancario, las aduanas y cualquier sistema de pago electrónico han colapsado, sumiendo las actividades más básicas en un caos absoluto.

Asimismo, la envergadura técnica de la interrupción es abrumadora. La orden no solo afecta a la red de fibra óptica, sino que ha dejado fuera de servicio entre 8.000 y 9.000 puntos de telecomunicaciones móviles por todo el territorio, una estrategia de control que silencia cualquier voz disidente.

Crónica de un aislamiento anunciado

Por otro lado, esta drástica medida no es un hecho aislado, sino la culminación de una estrategia de represión que se ha ido intensificando progresivamente. Las autoridades talibanes ya habían cortado el acceso a la red en una decena de provincias, esgrimiendo como justificación la necesidad de prevenir la inmoralidad entre la población.

En esta misma línea, el control sobre la información se ha extendido al ámbito académico. Recientemente se prohibió en las universidades públicas la circulación de libros escritos por mujeres o por autores de origen iraní, en un claro intento de ejercer un férreo control ideológico y moldear el pensamiento de las futuras generaciones según su estricta doctrina.