Donald Trump

Trump anuncia nuevas sanciones que afectan al líder supremo iraní

Tras abortar el ataque militar por el derribo de un dron, el presidente americano anuncia una batería de restricciones financieras para forzar el regreso de Teherán a la mesa de diálogo.

Donald Trump firma frente al vicepresidente, Mike Pence, una orden ejecutiva en la que impone sanciones financieras al líder supremo de Irán, Ali Jameneí, y a su entorno / Foto: Efe
Donald Trump firma frente al vicepresidente, Mike Pence, una orden ejecutiva en la que impone sanciones financieras al líder supremo de Irán, Ali Jameneí, y a su entorno / Foto: Efelarazon

Tras abortar el ataque militar por el derribo de un dron, el presidente americano anuncia una batería de restricciones financieras para forzar el regreso de Teherán a la mesa de diálogo.

Lo había advertido Donald Trump durante días. Que nadie equivocara la cautela con la debilidad. EE UU no bombardeó Irán como represalia por el dron abatido para evitar la muerte de civiles inocentes, no menos de 150 al decir de sus asesores. Un ataque que se suma a los seis barcos agredidos en las aguas del estrecho de Ormuz entre mayo y junio. Por supuesto había más sanciones en camino y el presidente firmó la nueva batería en el Despacho Oval. Flanqueado por el vicepresidente, Mike Pence, y el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin. «Seguiremos aumentando la presión sobre Teherán», comentó, para añadir que EE UU no busca un «conflicto con Irán ni con ningún otro país». De hecho presumió de que «hemos demostrado mucha moderación». Aunque, atención, «eso no significa que la mostremos en el futuro».

Para Trump, éste no es el momento de «la acción militar», sino de «intensificar la presión económica y política». Una de las grandes novedades es que Trump acusó al líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, de ser «el obstáculo supremo para un futuro mejor para los iraníes». Tanto es así que varias de las medidas de castigo irán dirigidas contra él y contra miembros del Gobierno de Rohani, además de destacados militares y diplomáticos, entre ellos el ministro de Relaciones Exteriores, Javad Zarif. «El líder supremo de Irán es uno de los responsables de la conducta hostil del régimen», explicó, «es respetado dentro de su país y su oficina supervisa los instrumentos más brutales del régimen, incluida el la Guardia Revolucionaria Islámica». Al mismo tiempo insistió en que las sanciones estaban preparadas desde antes del último incidente.

Lo había adelantado el mismo Pence en el plató de Face the Nation, cuando aseguró que «Irán no debe confundir la moderación estadounidense con la falta de resolución estadounidense. El presidente lo ha dejado claro, no vamos a tolerar las amenazas contra las fuerzas estadounidenses o los intereses estadounidenses». Y Trump, vía Twitter, había insistido en que «¡Irán no puede tener Armas Nucleares! Con el terrible plan de Obama habrían estado en camino de conseguirlo en pocos años, y la verificación existente no es aceptable». «Estamos añadiendo importantes sanciones adicionales contra Irán», abundó poco antes de firmarlas, al tiempo que aseguraba que espera «con ansia» el día en que «las sanciones sean desmontadas e Irán vuelva a ser una nación productiva y próspera: ¡cuanto antes mejor!».

Enemistado el presidente con las tesis más belicistas del gabinete, convencido desde siempre que el país no puede mantener las tácticas de policía global apadrinadas por George W. Bush y Barack Obama, parecía cuestión de horas o días que la dictadura de Teherán sufriera nuevas represalias económicas. Medidas que vienen a unirse a las acordadas el pasado abril, cuando EE UU anunció que dejaba de renovar los permisos de los ocho países que todavía podían comprar petróleo de Irán. Un golpe económico por un valor estimado de 50.000 millones de dólares. O el 40% de la financiación de un país camino de ser devastado en sus finanzas. Como explicó entonces la Casa Blanca, la idea es «reducir a cero las exportaciones de petróleo de Irán y privar al régimen de su principal fuente de ingresos». «Cualquier entidad que interactúe con Irán», había añadido el secretario de Estado, Mike Pompeo, «tendrá que hacerlo debida diligencia y actuar con precaución». Pompeo, por cierto, acababa de embarcarse en un viaje de última cuyas primeras paradas han sido Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, a los que describió en Twitter como «dos grandes aliados en el desafío que presenta Irán». El secretario de Estado, uno de los más partidarios de reforzar las sanciones económicas contra Teherán, adelantó que hablarían «sobre cómo asegurarnos de que todos estamos alineados estratégicamente y cómo podemos desarrollar una coalición global». Poco después colgaba una fotografía con el rey Salman bin Abdulaziz Al Saud donde informaba de que hablaron «sobre el aumento de las tensiones en la región y la necesidad de promover la seguridad marítima en el Estrecho de Ormuz. La libertad de navegación es primordial».

Mientras Irán probaba la siguiente ronda de sanciones trascendieron nuevos detalles sobre las horas que siguieron al ataque contra el sofisticado y carísimo RQ-4 Global Hawk. De un lado Pompeo y sobre todo John Bolton, consejero de Seguridad Nacional, que al decir de «The New York Times» y otros medios apoyaron sin fisuras la represalia militar. Del otro varios miembros del Gobierno no identificados, más cautos, más cerca de las posturas de Trump, y en medio el presidente, quien tras insinuar que algo estaba en camino acabó por señalar ante los periodistas que estaba casi seguro de que el disparo que había derribado la aeronave estadounidense fue fruto de la precipitación, la mala cabeza o el error. Al decir de Mike Pence que «el presidente también tenía dudas sobre si el derribo de nuestros aviones no tripulados había sido o no autorizado en los niveles más altos».

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