Política

Relaciones Estados Unidos-China

Trump aviva la guerra comercial con Pekín

Impone nuevos aranceles a la importación de productos chinos en la recta final de la negociación

Donald Trump durante su reunión con el viceprimer ministro chino Liu He en la Casa Blanca / Ap
Donald Trump durante su reunión con el viceprimer ministro chino Liu He en la Casa Blanca / Aplarazon

Impone nuevos aranceles a la importación de productos chinos en la recta final de la negociación.

Tras asegurar durante semanas que las negociaciones con China marchaban engrasadas, que el fantasma de la guerra comercial resulta cada día menos probable, que solo un presidente con su capacidad de liderazgo sabía cómo lidiar con los dirigentes chinos, Donald Trump anunció ayer una subida de los aranceles a determinados productos chinos por valor de 200.000 millones de dólares. El anuncio, que ha convulsionado Washington, llegó a través de Twitter, donde el presidente comentó que durante los últimos 10 meses China ha pagado tasas del 25% en productos de alta tecnología, por un valor de 50.000 millones de dólares, y del 10% sobre otros bienes, hasta alcanzar los 200.000 millones de dólares. «Estos pagos», comentó Trump, «son parcialmente responsables de nuestros grandes resultados económicos.

«La negociación –dice Trump– continúa, pero demasiado lenta, e intentan renegociar. ¡No!». Las importaciones que pagan un 10% pasarán el viernes al 25%. Otros bienes, que «no están sujetos a impuestos», también subirán «hasta el 25%», lo que reportaría a las arcas estadounidenses unos «325.000 millones». «Los aranceles pagados a EE UU», añadió, «han tenido poco impacto en el coste del producto, principalmente a cargo de China.

Entre los objetos de debate más complicados de la negociación están las películas. Al menos eso aseguran los expertos de Bloomberg, que explican que en la actualidad el cine estadounidense recauda un 25% de la taquilla de sus películas en China. La pretensión de los grandes estudios pasa por alcanzar el 40%. Se supone que los dos países han fijado la segunda semana de mayo como límite para alcanzar un acuerdo. En ese contexto el anuncio de Trump puede considerarse como el enésimo intento de subir la presión mientras los equipos negociadores doblan sus apuestas entre bambalinas. Porque no se trata solo de acordar porcentajes. Casi más difícil es dilucidar quién y cómo tasará el cumplimiento de lo que llegue a firmarse. El secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, escribió el 1 de mayo que «el embajador Lighthizer [representante comercial de los EE UU], y yo acabamos de concluir unas reuniones productivas con el viceprimer ministro chino. Continuaremos con nuestras conversaciones en Washington la próxima semana».

La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Sanders, ha comentado que «las discusiones siguen centradas en lograr avances sustanciales en importantes problemas estructurales y en reequilibrar la relación comercial entre EE UU y China». «Seguimos viendo progresos», añadió. Con unos números económicos para enmarcar el escenario de un acuerdo comercial de gran calado con Pekín coronaría con éxito apabullante la política económica de Trump.