Guerra en Europa
Ucrania evidencia las debilidades de Rusia
Aunque Moscú se esfuerza por mostrar represalias a la operación «Telaraña», esta semana ha quedado patente la fortaleza y modernidad de la estrategia de Kiev
La operación «Telaraña» asestó un grave golpe a la aviación estratégica rusa. Unos 13 aviones fueron destruidos por drones ucranianos de corto alcance lanzados desde el interior de camiones rusos, y más de 40 resultaron dañados en total. La pérdida de estas aeronaves irreemplazables, vitales tanto para los ataques con misiles de Rusia contra Ucrania como su escudo nuclear, ha debilitado gravemente las capacidades aéreas de Moscú, mermando su proyección de poder. Solo un día después el ataque al puente de Crimea puso de manifiesto de nuevo la debilidad rusa. Y las represalias no se han hecho esperar. Rusia respondió el viernes al lanzar «un ataque» con cinco bombarderos Tu-95 y dos Tu-160 que dispararon 36 misiles. Sin embargo, los analistas no tardaron en notar señales de una escasez de aviones operativos: cada aeronave transportó unos cinco misiles, un aumento notable frente a los uno a tres habituales en operaciones previas. De mantenerse esta tendencia, el desgaste acelerado de estos activos estratégicos agravará el impacto a largo plazo. Además, al menos cinco personas fallecieron y más de 27 resultaron heridas durante la noche del viernes al sábado en las ciudades ucranianas de Jersón y Jarkov como consecuencia de nuevos ataques aéreos rusos. Moscú intenta compensar con estos ataques los reveses sufridos ya que las repercusiones de la operación ucraniana trascienden el impacto inmediato. Durante casi dos años, Ucrania y Rusia han librado una agotadora guerra de desgaste, buscando agotar al adversario mediante presión militar, económica y psicológica. Rusia, respaldada por avances territoriales graduales en el este de Ucrania, aún considera su posición favorable. Algunos analistas sostienen que Moscú seguirá adelante mientras pueda sostener estos avances, a pesar de pérdidas humanas colosales, cercanas al millón de bajas. Estas pérdidas, a cambio de menos del 1% del territorio ucraniano capturado en este período, no han disuadido a los líderes rusos. Cada mes, el Kremlin recluta suficientes soldados para reponer sus filas y confía en la superioridad numérica para mantener el impulso.
Sin embargo, la creencia de que el tamaño de Rusia garantiza la victoria es un error profundo. «La guerra no es solo un enfrentamiento de poder militar; es, sobre todo, un choque de voluntades», afirma Oleksi Melnik, excoronel del ejército ucraniano y analista del Centro Razumkov en Kiev. La determinación para luchar y la percepción del enemigo sobre esa determinación suelen ser más decisivas para determinar el resultado. El experto explica que Rusia podría detener la invasión «mañana», al retirar sus tropas, sabiendo que Ucrania no busca su territorio. Para los ucranianos, sin embargo, rendirse no es una opción. Las atrocidades, deportaciones forzadas y el borrado cultural en los territorios ocupados por Rusia evidencian las consecuencias de una derrota: la aniquilación de la identidad ucraniana y la pérdida de vida y libertad para muchos. Frente a la superioridad numérica rusa, Ucrania ha abrazado la innovación tecnológica y la guerra asimétrica para infligir el máximo daño con recursos limitados. Ha diezmado la Flota del Mar Negro rusa, reabierto rutas comerciales esenciales y vuelto obsoletos los tanques rusos mediante el uso masivo de drones.
La operación «Telaraña» subrayó tanto su voluntad como su capacidad para golpear profundamente en territorio ruso, exponiendo las crecientes vulnerabilidades de Moscú. Durante un año y medio, Kiev planificó meticulosamente esta compleja operación en múltiples regiones rusas, involucrando una vasta red de operativos y colaboradores. La ausencia de filtraciones refleja no solo el profesionalismo operativo y fuerza de sus instituciones, sino también la profunda determinación para resistir, bien entrado el cuarto año de la invasión. En una guerra donde el apoyo y las percepciones externas son importantes, este ataque desafía la narrativa rusa de que Ucrania carece de iniciativa propia y depende del respaldo de Estados Unidos, Reino Unido o Europa. Voces belicistas en Moscú suelen atribuir todos los éxitos ucranianos a la ayuda externa, minimizando las capacidades de Kiev.
Sin embargo, esta operación, ejecutada con armas de fabricación propia, como destacó Zelenski, demuestra la creciente autosuficiencia de Ucrania. Realizada sin intervención extranjera directa y pese a restricciones occidentales para atacar suelo ruso, el ataque resalta la capacidad de Kiev para innovar y actuar de forma independiente. Para el Kremlin, esto evidencia su vulnerabilidad, pese a las bravatas de figuras como Medvedev, cuya retórica oculta una inquietud palpable que se extiende en Moscú, donde la imagen de superpotencia se tambalea.
La resolución de esta fase del conflicto puede aún tomar meses o años. El envejecido liderazgo ruso, obsesionado con una supuesta misión histórica de revertir el colapso soviético, percibe una ventana que se cierra para subyugar a Ucrania. Moscú teme que una pausa permita a Kiev fortalecer sus defensas. Sin embargo, si Ucrania continúa atacando los activos estratégicos de Rusia, como parece probable, la acumulación de pérdidas militares críticas podría obligar al Kremlin a reconsiderar sus ambiciones maximalistas. Aunque un cambio radical ruso supondría una sacudida interna, los éxitos ucranianos, junto a las crecientes presiones económicas, podrían acelerar esa transformación. Con drones y audacia, Ucrania está reescribiendo las reglas de la guerra moderna. Su capacidad para transformar el campo de batalla y las percepciones globales podrían inclinar la balanza a su favor.