LGTBI
Uganda aprueba la ley "más dura del mundo" contra el colectivo LGTBI
Ser un "homosexual reincidente" puede suponer en Uganda la pena de muerte
El colectivo LGTBI en Uganda se acostó este miércoles con sus derechos (más) cercenados que ayer noche. Todo porque una nueva ley aprobada por el Parlamento ugandés declara ilegal que los ciudadanos puedan identificarse como homosexuales bajo la pena de hasta 20 años de prisión, y se castigarán con la muerte la reincidencia y ciertas conductas consideradas como “homosexualidad agravada”. En Uganda se entienden por homosexualidad agravada el incesto, el sexo de este tipo con menores, el abuso sexual de personas con discapacidad mental o las relaciones sin consentimiento entre dos personas del mismo género.
Esta ley se suma a la Ley contra la homosexualidad de 2014 (también conocida por la prensa Occidental como Kill the Gays Bill, la ley para matar a los gay), que ya comenzó a aplicar la cadena perpetua para castigar las relaciones homosexuales.
El líder opositor Asuman Basalirwa, uno de los percusores de la nueva ley, afirmó tras su aprobación que servirá para “proteger nuestra cultura eclesiástica; los valores legales, religiosos y familiares de los ugandeses de actos que podrían promover la promiscuidad sexual en este país”. Apenas ha habido voces en la comunidad política ugandesa que se hayan alzado contra la dureza de la nueva ley, asegurando estas pocas que “va en contra de los derechos básicos del ser humano”. Pero desde que el presidente del país, Yoweri Museveni, comentó la semana pasada que los homosexuales no dejan de ser “unos desviados”, el número de opositores dispuestos a discutir la nueva ley se ha reducido a números insignificantes. La mayoría del Parlamento ugandés se puso en pie y entonó el himno nacional tras aprobarse, en un momento que siguieron los vítores y rabiosos aplausos. De nada ha servido que la ONU apelara en las últimas semanas a Museveni para que no firme la ley, aunque llegara a catalogarla como "la más dura del mundo" contra la comunidad LGTBI.
Estadísticas fúnebres
Uganda se suma así a la lista de países africanos donde la homosexualidad puede terminar en la pena de muerte. Mauritania, Sudán, el sur de Somalia y el norte de Nigeria también aplican la pena capital a los homosexuales, mientras todos los países del Magreb, Etiopía, Kenia, Burundi, Namibia, Angola, Camerún, Senegal, Gambia, Zimbabue, Togo, Sierra Leona, Eritrea, Seychelles, Botsuana, Tanzania, Ghana, Guinea, Mauricio, Liberia, Sudán del Sur y el resto de Nigeria castigan a los homosexuales con penas de cárcel mayores o menores. De 54 países africanos, 19 permiten la homosexualidad, mientras sólo uno, Sudáfrica, admite el matrimonio entre personas de un mismo sexo y la adopción para las personas LGTBI. Un dato significativo entre este batiburrillo de países sería que Uganda es la única nación de mayoría cristiana que castiga al colectivo LGTBI con la posibilidad de la pena de muerte. Esto parece deberse a que los legisladores consideraron que nueva ley se ha formulado “por el futuro de sus hijos”, dicho desde un punto de vista que cabalga entre lo religioso y lo laico, con un pie en cada precipicio mientras el resto de países africanos que castigan la homosexualidad con la muerte, curioso o no, lo hacen encauzados por las enseñanzas que dicta el Corán.
La situación de los homosexuales en África siempre ha sido crítica. El pasado cuatro de enero, el cuerpo del activista LGTBI Edwin Chiloba fue encontrado en un baúl al oeste de Kenia, con los ojos sacados y un calcetín metido en la boca. El forense dictaminó que había muerto por asfixia, mientras su caso conmocionó a la comunidad LGTBI de todo el mundo. En abril, en el mismo país, la joven Sheila Adhiambo Lumumba fue estrangulada, violada y apuñalada por ser lesbiana. Incluso en Sudáfrica, la nación africana más tolerante en este aspecto, fueron asesinados tres homosexuales en 2021. Asimismo, suelen difundirse a lo largo del continente los vídeos de verdaderas multitudes golpeando a individuos “sospechosos” de ser homosexuales, palizas comunales, linchamientos que terminan con estas personas muertas o ingresadas en el hospital. Se mitiga el drama de Chiloba y llega el drama de Sheila Lumumba.
Prácticas colonialistas
Cabe a destacar que algunos de los países que rechazan la homosexualidad lo hacen basados en las leyes coloniales. Tal es el caso de Uganda, que ha desarrollado los sucesivos proyectos anti-LGTBI partiendo de las leyes impuestas por la colonización inglesa, pero también el de Mozambique, nación que descriminalizó las relaciones homosexuales cuando reformó en 2015 el Código Penal vigente desde la colonización portuguesa. A las legislaciones coloniales habría que sumarle el fuerte conservadurismo de muchas naciones, que en la mayoría de las ocasiones viene hilado a la práctica religiosa. La actitud de muchoslíderes políticos es además claramente contraria al desarrollo de los derechos LGTBI. Tal es el caso del expresidente de Zimbabue, Robert Mugabe, que llegó a calificar a los homosexuales como “peores que los cerdos y los perros”; o de quien fue presidente de Gambia hasta 2017, Yahya Jammeh, que afirmó que las siglas del colectivo se referían a la Lepra, la Gonorrea, la Tuberculosis y la Bacteria. Incluso Macky Sall, el mismísimo presidente de Senegal, ahora mismo presidente rotativo de la Unión Africana, defendió públicamente al futbolista Idrissa Gueye cuando la comunidad futbolística le señaló el año pasado por negarse a llevar un arcoíris en la camiseta. Escribió a conciencia en Twitter que le "apoyaba" y que las creencias religiosas del jugador debían "respetarse".
Según confirma la activista queer Mariam Armisen, los problemas a los que se enfrenta la comunidad LGTBI en África van desde el repudio de la familia hasta la pobreza por falta de oportunidades laborales, pasando por la homofobia declarada de los medios de comunicación (pincha aquí para ver un ejemplo donde presentadores ugandeses denigran en televisión a una activista) y los atentados contra la seguridad física de los implicados.
Las desgracias se repiten porque la tolerancia de las poblaciones africanas, especialmente las rurales, tampoco se quedan atrás. A la pregunta: "¿aceptarías a un homosexual por vecino?", la red de investigación Afrobarometer se encontró en 2018 que cuatro de cada cinco africanos respondían a la cuestión de forma negativa. Países como Zimbabue, Ghana, Senegal, Liberia, Camerún o Nigeria mostraron unos niveles de rechazo superiores al 90%. Sólo en Cabo Verde y en Sudáfrica se registró una aceptación superior al 70%. Lo que demuestra que, más allá de la situación legal de los homosexuales, una desbordante mayoría de la población se posiciona en su contra, lo que convierte los ataques al colectivo LGTBI en una jugosa herramienta política para popularizar gobiernos autoritarios como el de Yoweri Museveni, que hace más de 35 años que no se desengancha del poder.
Como consecuencia de sus declaraciones contra los homosexuales, ocurren casos como el del conocido activista ugandés David Kato, que en 2011 fue asesinado a martillazos a causa de su activismo en favor de los derechos de los homosexuales. El pastor evangélico que ofició su funeral sintió la urgente necesidad de pronunciar un alegato en contra de los homosexuales y del propio Kato, llevando a que los habitantes de la localidad se negaran a enterrar el cadáver y a los amigos de la víctima a ser quienes cavaran su tumba.
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