Alimentación

¿Compro o no compro? Cómo comprender las etiquetas alimentarias

Del açaí al BHA, pasando por la ashwagandha, la cesta de la compra se ha convertido en un glosario de términos exóticos y químicos que obliga a descifrar cada etiqueta entre promesas de salud y alertas científicas

Tener una buena alimentación es fundamental para cuidar nuestra salud, así como evitar enfermedades, combatir el cáncer o lograr retrasar el envejecimiento gracias a los alimentos con importantes beneficios y propiedades
Comprender qué hay realmente detrás de cada ingrediente se ha vuelto una tarea tan compleja como fundamental para la salud.Dreamstime

La despensa del siglo XXI se ha convertido en un laberinto global donde conviven superalimentos de nombres exóticos, aditivos de laboratorio y tradiciones culinarias milenarias. El consumidor se enfrenta a un bombardeo de etiquetas que prometen desde la vitalidad de las bayas de açaí sudamericanas hasta los supuestos beneficios de la raíz de ashwagandha, un pilar de la medicina ayurvédica. Comprender qué hay realmente detrás de cada ingrediente se ha vuelto una tarea tan compleja como fundamental para la salud.

De hecho, una parte considerable de los productos que hoy se promocionan como panaceas modernas navegan en un mar de incertidumbre científica. Mientras que la acerola es una fuente indiscutible de vitamina C o las judías adzuki aportan fibra y proteínas de calidad, otros muchos reclamos carecen de un respaldo concluyente. Las promesas sobre la pérdida de peso asociadas al vinagre de sidra de manzana o la capacidad de la raíz de maca peruana para aumentar la fertilidad siguen a la espera de estudios más sólidos que las confirmen.

Por otro lado, la letra pequeña de las etiquetas revela un universo de aditivos diseñados para espesar, estabilizar o conservar los alimentos. Sustancias como la goma guar o el glutamato monosódico cuentan con el visto bueno de las autoridades sanitarias, que los consideran seguros en las cantidades estipuladas. Sin embargo, la controversia rodea a otros compuestos como la carragenina, que algunas pruebas vinculan a problemas digestivos, de acuerdo con la información. Lo mismo ocurre con el jarabe de maíz de alta fructosa, un edulcorante cada vez más relacionado por la ciencia con la obesidad y la diabetes.

Certezas nutricionales frente a promesas vacías

No obstante, en medio de la confusión, existen certezas nutricionales bien documentadas. El poder antiinflamatorio de la curcumina presente en la cúrcuma o del gingerol del jengibre está fuera de toda duda. Lo mismo sucede con los beneficios para la salud cardiovascular del ácido oleico que abunda en el aceite de aguacate, o de los ácidos grasos omega-3 como el DHA, presente en pescados como el salmón y en manjares como el caviar beluga. Además del aguacate, otros productos de la huerta como la alcachofa han demostrado ser igualmente beneficiosos, consolidando la idea de que ciertos alimentos humildes son un pilar en cualquier dieta equilibrada.

Así pues, ni lo natural es siempre sinónimo de inocuo ni lo artificial es necesariamente perjudicial. Hay frutas, como la chirimoya, cuyas semillas y piel pueden resultar tóxicas, y delicias como el pez globo japonés, o fugu, que pueden ser letales si no las prepara un experto. Incluso una fruta exótica como la carambola puede suponer un riesgo para personas con problemas renales. La clave, por tanto, reside en una información rigurosa que permita distinguir las propiedades reales de las promesas vacías.