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Massiel: «Ese año le tocaba cantar a un catalán porque iban de modernos»

La cantante recuerda cómo convenció a André Courrèges para hacerle el traje con el que triunfó, hace ya cinco décadas, en Eurovisión. A sus 70, conserva intactos el desparpajo y la energía de la juventud

Massiel, en el Royal Albert Hall de Londres, donde se celebró Eurovisión en 1968
Massiel, en el Royal Albert Hall de Londres, donde se celebró Eurovisión en 1968larazon

La cantante recuerda cómo convenció a André Courrèges para hacerle el traje con el que triunfó, hace ya cinco décadas, en Eurovisión. A sus 70, conserva intactos el desparpajo y la energía de la juventud.

Celebró anoche los 50 años del triunfo de su «La, la, la» en Eurovisión con 260 fans en el Capitol de Madrid. Ese lobby de admiradores brindaron y bailaron con Massiel. «Llevan más de 25 celebrándome una fiesta cada cinco en el Ritz o en El Casino, y me cantan y me bailan. Es gente que paga por sentarse en la mesa conmigo. Se visten de esmoquin, aunque anoche era informal. Son personas de todos los niveles: economistas, empresarios, políticos y hasta compañeros del ICADE (Instituto Católico de Administración y Dirección de Empresas) de mi hijo Aitor», asegura. Conocida como Massiel, porque se lo puso su profesor de ballet, apodada por sus amigos «La Tanqueta» y bautizada como María de los Ángeles Félix, a sus 70 no ha perdido ni la energía, ni las ganas de decir lo que opina. Habla del «MeToo», de Cataluña, del socialismo y de las pensiones, porque hace cinco años se despidió de la vida artística.

–¿Le dijo a Courrèges que si en cinco días le hacía un traje usted ganaba Eurovisión?

–No fue exactamente así. Yo fui con el «Marie Claire» al taller de Courrèges en París –que era ingeniero, por cierto– y le dije en francés, porque lo hablo, que quería el vestido bordado que aparecía en una foto. Él me contestó que no era posible porque formaba parte de la siguiente temporada. Le expliqué que quería ese traje porque iba a cantar en Eurovisión y todo lo que había en mi país era muy antiguo y folclórico, que lo necesitaba para ganar. Me debió de ver tan ilusionada que aceptó. En cinco días lo hizo y gané. Es un vestido icónico que se quedará en la familia para una nieta o una ahijada.

–¿Qué pasó con aquel con el que entregó el premio a Salomé al año siguiente, que valía un millón y medio de pesetas de entonces?

–Ese está deshecho. Ha pasado por muchas épocas. No fue idea mía, me obligaron a ponérmelo. Nunca se me hubiera ocurrido vestirme así, pero convencieron a mi madre y, pasado el tiempo, se ha creado una leyenda con ese vestido. Las chinchillas las convertí primero en un mantón, luego en bufanda y, finalmente, en unos puños para un traje.

–¿Por qué la eligieron?

–Porque salía en las encuestas empatada con Serrat, pero yo estaba convencida de que ese año le tocaba cantar a un catalán porque iban de modernos, así que me fui a México. Entonces, me llamaron y me dijeron que había pasado algo muy grave y que regresara, y pensé: «Si la canción es buena para Serrat, también lo será para mí». Volví de México en un avión pilotado por un nieto de Pancho Villa y en la escalerilla me recibieron Rosón, entonces director de TVE, y Enrique de las Casas, que fue quien tuvo la idea de que fuera yo la que sustituyese a Serrat.

–¿Cataluña es una «Laguna de pesares», como cantaba usted premonitoriamente?

–Me parece una laguna de pesares lo que estamos viviendo desde hace mucho tiempo, pero es algo que sé desde 1980, cuando mi amigo, el catedrático Ramón Moliner, me dijo que iba a pedir el traslado a Madrid porque ya no se podía vivir en Cataluña y que iba a pasar todo lo que está sucediendo sobre la demagogia panfletaria. Fue premonitorio, todo es una laguna de pesares.

–¿Incluido el socialismo de los setenta que usted vivió con Carlos Zayas?

–Me han dicho que Alfonso Guerra se ha dado de baja del PSOE y se ha ido a Ciudadanos, ¿es cierto? Si lo es, me parecería lógico. Creo que Guerra, como yo, es un desencantado del PSOE actual. Soy una desencantada de casi todo y de la política en general, ninguna me vale.

–En sus cincuenta años de profesión, ¿han intentado alguna vez abusar de usted?

–No he sufrido abusos nunca. He sido una mujer muy dura y, además, viajaba primero con mi padre y luego con mi hermano. Yo daba un miedo produndo. El abuso del movimiento «MeToo» me resulta excesivo. Nada de lo que se convierte en una moda me parece para seguir. Las cosas hay que denunciarlas a su tiempo y en tiempo, no a posteriori. Hay gente que está dispuesta a todo al precio que sea, y hay muchas personas, de las que están actualmente en televisión, que no hace falta que expliquen por qué están allí porque ya lo sabemos. Eso en mi época daría vergüenza, porque se llegaba lejos gracias al talento o los estudios. Existe un vandalismo nuevo que atropella a la profesión y que pisa las dignidades.

–Habla de dar miedo, ¿de ahí su apodo «La Tanqueta»?

–Ese apodo se hace público cuando salgo a cantar con Rosa León, en los ochenta, y ella dice: «Va a cantar una amiga mía a la que todos llamamos familiarmente “La Tanqueta de Leganitos”».

–¿Le han dado puñaladas traperas?

–Sí, claro, continuamente. Me dieron unas muy malas emocionalmente dos grandes amigos, a los que les debo haber decidido retirarme. Esa puñalada me hizo tomar la decisión de dejar de cantar porque me di cuenta de que hay un tiempo que se va, y ellos se ocuparon de romper mi carrera artística en dos.

–Si a usted la dejaran, ¿qué haría?

–Subiría las pensiones a todos los jubilados. Verlos en la calle pidiendo una subida y que les hayan dado dos euros me parece de lo más vergonzoso que podemos vivir.

–¿Ha invertido para poder tener una pensión digna?

–Como jubilada, tengo una pensión bajísima. Cuando fui a revisar mi vida laboral, que empezó en 1963, para pedir mi jubilación, me la dieron con respecto a los últimos quince años, en los que estuve como autónoma. Pensé que me iban a computar desdeaquel año, pero me encontré con que no me lo habían cotizado todo. Así que me queda una pensión de 800 euros, que en catorce pagas se convierten en unos 900. Obviamente, no vivo de eso, sino gracias a que recibo derechos de autor; pero tampoco soy Alejandro Sanz. He sido muy hormiguita, no soy nada disparatada. Una vez Alfonso Fierro, que era riquísimo, me dijo que nunca había ganado más dinero que en la época de Felipe González y luego me dio un consejo: «Ve siempre en un coche pequeño y que no se te vea». Él iba en un Renault 5.

–¿Ni siquiera se le fue la cabeza cuando ganó Eurovisión?

–La gente me decía que me comprase un Mercedes y que pidiese una licencia para un camión porque todas las folclóricas lo hacían. Yo les contestaba: «Pues será porque tienen un marido camionero, pero, ¿qué hago yo con uno?». Se trata de pasar desapercibida porque así puedes vivir e ir al cine o en metro. Aprendí a vestirme como va la gente por la calle.

–¿Con Cataluña qué hacemos?

–Cataluña no es soberana ni lo ha sido nunca. Cataluña es España y España es Cataluña, y llevamos más de quinientos años juntos. Todo eso de Cataluña republicana soberana de los últimos años es un despegue que no entiendo. Además, una cosa son los políticos presos y otra los presos políticos. Se está engañando mucho a la gente; por ejemplo, con esas declaraciones de un abogado diciendo que Puigdemont tiene miedo de venir por si es torturado. Cómo se miente. Son políticos que se han saltado la ley y han agredido directamente la Constitución, y punto pelota.