Gestión del tiempo

La mejor estrategia para mantener la concentración

Un nuevo enfoque redefine la eficacia en la cúpula empresarial y política, dejando atrás la mera gestión del tiempo

Reloj de arena
Reloj de arenaPEXELS (Jordan Benton)

La queja de directivos y líderes sobre la falta de horas esconde una problemática más profunda. Sus agendas, repletas de reuniones y prioridades, generan un ahogo que no se soluciona con más minutos. No es disciplina, sino una deficiencia estructural en la decisión sobre qué merece dedicación.

La realidad laboral, con interrupciones, ha vuelto obsoletas las herramientas de gestión. Calendarios y listas de tareas, para una era predecible, son insuficientes. Los líderes reaccionan, marginando planificación estratégica y generando descontrol.

Este desafío reside en la deficiente gestión de la atención, no en la administración del tiempo. Ejecutivos padecen más por distracciones que por mala planificación. Esta perspectiva sugiere un cambio de paradigma para una eficacia genuina.

La atención como recurso estratégico

Cuando la atención del líder se dispersa, el trabajo de mayor importancia que solo él puede abordar se posterga o abandona. Equipos que esperan dirección, prioridades y objetivos a largo plazo se estancan por el ruido, según señalan desde Forbes. Este enfoque conlleva costes y una merma considerable en la productividad.

Para revertir esta tendencia, directivos deben transitar a la gestión estratégica de la atención. Este viraje arranca al reconocer que no todas las actividades tienen el mismo peso: algunas impulsan progreso, otras agotan energía y enfoque. Hay cuatro "zonas" de actividad para organizar tareas.

La primera es la Zona de Impacto: trabajo de alto valor con resultados a largo plazo. Incluye estrategia, reflexión, relaciones clave o fomento del talento. En contraste, la Zona de Tareas Irrelevantes contiene labores urgentes de escaso valor, como actualizaciones o reuniones improductivas.

Asimismo, se identifica la Zona de Deriva, que engloba ocupaciones intensas pero sin productividad. Incluye edición excesiva, dilación de tareas, multitarea sin foco o navegación. La pregunta para un líder ya no es "¿para qué tengo tiempo?", sino "¿qué merece hoy mi mayor atención?".

Destinar energía a tareas de bajo impacto desvía estrategia y provoca un desgaste profesional. Este agotamiento no se soluciona con un fin de semana libre, pues afecta la capacidad del líder para generar avances. Si el líder predica estrategia pero reacciona, la visión de futuro se ralentiza y la innovación se estanca.

Implementar una estrategia de atención no exige reestructuración completa. El camino empieza con pequeños cambios constantes. Se recomienda auditar la concentración semanal, clasificando actividades en una de las zonas. Esto permite identificar patrones para proteger, modificar o desechar.

Es fundamental proteger los momentos de mayor claridad mental. Esos picos deben reservarse para el trabajo de alto impacto, como citas innegociables con la concentración. Importante: aprender a rechazar.

Los profesionales más eficaces tienen dificultades para decir "no", pero la claridad demanda límites. Identificar semanalmente una obligación que no merezca plena atención y declinarla, delegarla o eliminarla puede abrir espacio. No son meras técnicas de productividad, sino prácticas de liderazgo. Los mejores líderes diseñan agendas para lo que importa, son custodios de su foco, no víctimas de calendarios saturados.

Recuperar la atención es, en esencia, un acto de liderazgo.