Diseñadores

Margherita Missoni: «Ya no quiero ser “it girl”»

La heredera de la firma de su abuelo lanza su propia línea de ropa infantil porque «con 30 años hay que hacer otras cosas», afirma en exclusiva a LA RAZÓN

Margherita asegura que su familia no piensa vender la firma de su abuelo
Margherita asegura que su familia no piensa vender la firma de su abuelolarazon

La heredera de la firma de su abuelo lanza su propia línea de ropa infantil porque «con 30 años hay que hacer otras cosas», afirma en exclusiva a LA RAZÓN.

Margherita Missoni ya no quiere ser la «it girl» que formaba pandilla con Beatriz Borromeo, Carlota Casiraghi, Eugenie Niarchos y Tatiana Santo Domingo. Todas son madres de familia y empresarias, que, como Missoni, crean sus propias marcas de ropa o rentabilizan sus imágenes para otras firmas de lujo, como es el caso de Casiraghi. Margherita fue noticia estos días porque acudió a los desfiles de la 080 Barcelona Fashion para recoger el premio Fashion Tribute 080BCN, que le han concedido a su madre. La tercera generación de la firma italiana de las mil rayas aparece con la melena morena teñida de verde, fumando un cigarrillo electrónico y con sandalias planas cuajadas de margaritas. En cuanto acaba la entrevista en exclusiva con LA RAZÓN se quita el top corporativo a rayas y se enfunda una camiseta de algodón negra para disfrutar de las viandas catalanas, que tan bien conoce «porque vengo mucho a Barcelona, mi cuñada vive aquí y residí seis meses cuando tenía 18 años, por eso hablo español». Diseñó la línea joven y fue la imagen de la empresa familiar. Ahora vuela sola porque «quería trabajar menos y elegir cuándo hacerlo. Quiero ejercer de madre y de esposa, y el trabajo no lo es todo».

–¿Sueña con rayas?

–Sí, y en colores, pero mezclo, y más ahora, que estoy alejada de la firma. Por ejemplo, en la colección que hago para niños tengo dos tendencias: la clásica, con materiales de toda la vida, y la de colores y telas de texturas diferentes.

–¿No está saturada de ver tanta raya en su armario?

–Cuando era pequeña quería vestirme con dibujos de zigzag, puntillas, nido de abeja, lacitos... justo lo que no tenía, y mi abuela paterna, como lo sabía, en cada cumpleaños me llevaba a Milán a una tienda muy de niña presumida para comprar los vestidos de chica clásica.

–¿En su familia los hombres tienen voto?

–No mucho. Somos un matriarcado, aunque no lo puedo decir muy alto porque mi marido se enfada (risas). He tenido que darle a los hombres su lugar porque estoy casada y tengo dos varones. Por suerte, mi marido no trabaja en moda, es corredor de «rally» y se dedica al «real state» (corredor de propiedades).

–La muerte de su tío Vittorio, el heredero de la firma, se confirmó tras desaparecer la avioneta que pilotaba sobre Venezuela. ¿Cómo se vivió en la familia?

–Fueron momentos muy duros porque cuando alguien se va sin saber dónde, ni si ha muerto o no, es muy complicado. A eso se sumó que mi abuelo, Ottavio, falleció al mismo tiempo y fue increíble cómo mi abuela Rosita se mantuvo fuerte y continuó al frente de la empresa hasta que mi madre asumió la parte creativa. Yo estaba embarazada de mi primer hijo y eso la ayudó porque era una nueva vida por otra que se iba.

–¿Cuántas veces han querido comprar Missoni?

–No lo sé, pero nos pasa con frecuencia desde hace muchos años. No te sé decir quién nos hizo la oferta más interesante, aunque es cierto que hay propuestas.

–¿La familia piensa en vender la firma?

–No, porque somos unos apasionados de lo que hacemos y nos gusta.

–¿Y por qué usted ya no quiere ser «it girl»?

–Quizá porque hay un momento de la vida para cada tema y es triste quedarse solo en una para siempre. A los 18 años está bien serlo, pero con 30 hay que hacer otras cosas. Aunque reconozco que el mundo de las redes sociales es nuestro para lo bueno y para lo malo. Instagram es una ventana importante por donde me han llegado muchos trabajos.

–Sus amigas Niarchos, Santo Domingo, Casiraghi, Borromeo... ¿trabajan?

–Todas. Tengo pocas que no lo hacen y si no, es porque cuidan de los niños.

–¿Qué es lo más loco que ha hecho en su vida?

–Vestirme con zigzag en vez de con rayas (risas). La locura es buena en la vida. Siempre fui obediente, aunque he tenido mis momentos. Mi madre me enseñó el estilo Montessori, donde el juicio personal es el que marca lo bueno y malo.

–¿Por qué a las prendas las dotan de tanta filosofía cuando no deja de ser ropa que cubre el cuerpo?

–La moda es la que mejor representa lo que está pasando en un país y en el mundo, ahí reside su calidad filosófica y eso es lo que a mí me interesa.