
Psicología
La paradoja de tomar decisiones: cuando más opciones significa más estrés, según la psicología
Lejos de ser una ventaja, la libertad para elegir entre un mar de opciones se ha convertido en la sociedad moderna en una fuente de ansiedad y parálisis, un fenómeno que va desde el supermercado a las aplicaciones de citas

El simple gesto de decidir qué cenar o qué serie ver se ha convertido en una fuente de agotamiento para muchos. Este desgaste, que los psicólogos denominan fatiga por decisión, no es una cuestión menor, ya que merma nuestra capacidad de autocontrol y nos hace más propensos al estrés y a las decisiones impulsivas. El bombardeo constante de alternativas, por triviales que parezcan, acaba pasando una factura mental considerable al final del día. Este problema se extiende más allá de lo cotidiano, afectando también a decisiones más significativas que pueden resultar abrumadoras.
De hecho, esta sensación de agobio no afecta a todo el mundo por igual. La psicología ha identificado dos perfiles de personalidad muy distintos a la hora de elegir. Comentan los psicólogos expertos que por un lado, están los "maximizadores", individuos que se obsesionan con analizar cada opción hasta la extenuación para asegurarse de que escogen la mejor. Este proceso, paradójicamente, les genera más arrepentimiento y una menor satisfacción con el resultado final. En el otro extremo se sitúan los "satisfacientes", que se conforman con una alternativa "suficientemente buena" y logran así una mayor tranquilidad.
En el fondo, el problema reside en lo que se conoce como la paradoja de la elección. Un famoso experimento con mermeladas lo demostró con claridad: cuando a un grupo se le ofrecieron veinticuatro sabores, compraron mucho menos que otro grupo que solo podía elegir entre seis. La lección es contundente: la promesa de una libertad infinita se desvanece porque, en la práctica, la abundancia paraliza por completo.
Estrategias para no ahogarse en un mar de opciones
Ante este panorama, los expertos proponen un camino de vuelta a la simplicidad. La primera estrategia, y la más evidente, consiste en reducir deliberadamente el número de alternativas a considerar. Acotar el campo de búsqueda desde el principio evita la sobrecarga cognitiva y facilita una decisión mucho más serena y ágil. Se trata de un acto consciente de poner límites en un mundo que nos empuja a no tenerlos. Un ejemplo práctico es simplificar la elección de vestuario diario al definir un conjunto de prendas imprescindibles para la vuelta a la oficina, evitando así la parálisis matutina frente al armario.
Asimismo, otra táctica fundamental es la de automatizar las decisiones de poca importancia para reservar las fuerzas para lo que de verdad cuenta. Elegir de antemano qué desayunar durante la semana o qué ropa ponerse para trabajar libera una valiosa energía mental. En última instancia, la clave está en aceptar la imperfección y entender que no siempre es necesario encontrar lo óptimo, sino simplemente aquello que funciona para nosotros.
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La estrategia de la derecha

