España

Carmen y Calvo y...

La Razón
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España es un país en cuya acta fundacional, si existiese, debería aparecer la fórmula «tanto monta», evolución fonética del «tanto manda» que caracterizó al reinado de Fernando e Isabel, que fueron reyes más «unificadores» que «católicos». Pero aunque en las naciones circundantes se apagaron hace decenios –durante el reinado de Juan Carlos I, concretamente– los ecos de la Leyenda Negra, muchos de nuestros compatriotas siguen asumiendo como ciertos sus falaces argumentos. Esta vieja nación es, a ojos de la carcunda progre, rea de todos los crímenes de lesa posmodernidad, empezando por ese machismo cerval y atávico que los datos se empeñan en desmentir pero que la voraz industria del mujerismo, y sus tontos útiles, se empeña en pregonar. Cierta concejal socialista, olvidable y olvidada, se compungía así por el asesinato de una mujer: «La violencia de género debería estar prohibida», sollozaba mientras los reporteros presentes alucinaban. En un pleno municipal, un edil de la oposición le afeó, durante un debate presupuestario, que mezclase «churras con merinas», y ella se revolvió como una pantera... ignorante de las características de la cabaña lanar: «No le voy a permitir más comentarios sexistas». Una de sus compañeras en el PSOE andaluz, Carmen Calvo, embistió antier nada menos que contra Cervantes con parecido rigor intelectual: «Hay que proteger a don Alonso y a Sancho, a Aldonza y también a Dulcinea, porque no hay mejor cultura que la igualdad», dijo obviando que Aldonza y Dulcinea ¡¡¡son la misma persona!!! La vicepresidenta deberá ahora incluir en los planes de estudios la filosofía de Ortega, además de la de Gasset; inaugurará hospitales con el nombre de Ramón, pero también con el de Cajal; y ponderará el patriotismo del general Espoz sin olvidar valor del coronel Mina.