
Cádiz
Lanzados por tierra, aire y (mucha) agua
Adiós al mito de la edad y la dureza: Tarifa abandera la iniciación a los deportes acuáticos descendientes del surf, con el «kite» como estandarte

Cádiz es muchas cosas, pero sobre todo es agua salada –con permiso de su perfil serrano–. Y la espuma y las olas son un escenario muy versátil para practicar modalidades deportivas tradicionalmente ligadas a personalidades díscolas y aventureras. Pero si este hueco nació para arrancar la tradición de la Semana Santa, el siguiente paso es eliminar esa creencia popular. A pesar de las apariencias, los entendidos coinciden en que no se requiere una condición física determinada. Ni edad mínima ni máxima. Ni siquiera la lluvia, si finalmente compareciese, sería un problema porque para agua, la que los principiantes tendrán que «besar» en más de una ocasión.
El surf –con o sin vela–es el «abuelo» de los deportes marítimos «independientes» y la tabla, el nexo entre todos ellos. El más pujante tras su explosión en los últimos años es el kitesurf, que ha convertido las cometas en parte de la fauna del cielo gaditano –y andaluz– al no estar tan sometido a las condiciones climatológicas y del mar como pudiera estarlo su progenitor. Atrayente y adictivo, según quienes lo practican, así es que cuidado con aficionarse si no tiene intención de trasladar su residencia al mirador del punto más al norte de África. El equipo, por cierto, tampoco puede calificarse de «asequible»: una cometa básica supera los setecientos euros. Más tabla, protectores...
Son muchas las empresas especializadas en todo en uno, es decir, que imparten cursos que incluye todo lo necesario, excepto la destreza, que corre por cuenta propia. Tarifa, propietaria de los derechos del viento a tiempo completo, lidera una oferta a la que se suman Conil, Vejer de la Frontera o Chiclana. Cuestión de gustos.
El «kite» es uno, pero no es todo lo que ofrecen estas playas. Experimentos como el «windkart»–surfear por la arena a lomos de una estructura con ruedas–; o el «stand up paddle board» –de pie sobre la tabla con ayuda de un remo– se presentan como alternativas para «robar» adeptos al rey. A su favor, la mayor facilidad de aprendizaje, lo que permite disfrutar desde el primer momento. Ideal, por tanto, para probar sin compromiso.
Un poco más lejos de la orilla, si hay que desplazarse es preferible escoger una carretera secundaria en la frontera entre el mar y la montaña, en lugares donde parece que la naturaleza no hubiera podido decidirse por uno u otra. Si llegado a este punto, sólo leer las propuestas ya le ha producido cansancio, para usted una última recomendación: toalla, arena y pérdida inmediata de consciencia. Ahí es donde se miden los verdaderos catedráticos de la siesta.
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