Política

Jerez de la Frontera

Una «cárcel alternativa» y «una alternativa para la vida»

Más de medio centenar de voluntarios comparten valores y enseñan informática a 586 presos en la CiberCaixa Penitenciaria de Sevilla

José Alberto Espejo recibe los consejos de Antonio García, coordinador de Utrera, en la clase. José Alberto, totalmente rehabilitado, cumple una condena «por hechos de hace cinco años». Le quedan «seis meses y pico» para salir «más preparado que antes»/ Foto: La Razón
José Alberto Espejo recibe los consejos de Antonio García, coordinador de Utrera, en la clase. José Alberto, totalmente rehabilitado, cumple una condena «por hechos de hace cinco años». Le quedan «seis meses y pico» para salir «más preparado que antes»/ Foto: La Razónlarazon

Más de medio centenar de voluntarios comparten valores y enseñan informática a 586 presos en la CiberCaixa Penitenciaria de Sevilla

De los cuerpos celestes y las estrellas, lo único que llega es un atisbo antiguo. Debido a su lejanía y al tiempo que tarda en llegar la luz, toda imagen resulta necesariamente anacrónica y distorsionada. Así ocurre con las cárceles, ubicadas a las afueras de la memoria, en el extrarradio del extrarradio, donde apenas llegan los mapas y el sol da de frente durante el trayecto, a modo de intro de «The walking dead» con «Riders on the storm» de fondo; y donde sólo llega el frío o el calor, los familiares de los presos y los funcionarios de prisiones (que ayer protestaban a sus puertas ante la falta de medios materiales, humanos –2.000 vacantes sin cubrir, reconoció el director de Instituciones Penitenciarias –y económicos). «En España, todo lo bueno, desde 'El Quijote' a la República, ha nacido en la cárcel», sostenía Ortega y Gasset. Quizás, en parte, por eso, también llegan voluntarios a la prisión: gente que podría hacer cualquier otra cosa y elige cruzar una decena de puertas de barrotes para encerrarse voluntariamente unas horas en un lugar creado para no dejar salir y que tras su penúltimo portón presenta un azulejo del Guernica, una colección de carabelas –antesala inversa de un nuevo mundo–, antes del último arco de seguridad junto a una garita con luz de flexo. Un total de 54 mayores han enseñado en la última década informática a 586 personas privadas de libertad en la CiberCaixa Penitenciaria de Sevilla. El programa también llega en la región al CIS Alfredo Jorge Suar Muro de Jerez de la Frontera y al Evaristo Martín Nieto de Málaga.

El proyecto, impulsado por el Programa de Personas Mayores de la Obra Social «la Caixa», en colaboración con la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias del Ministerio de Interior, cumple diez años generando espacios de relación intergeneracional. En la iniciativa han participado 54 voluntarios de Centros de Participación Activa de mayores de Utrera, la Macarena y Ciudad Jardín, que han colaborado en la reinserción de los internos del Centro Penitenciario Sevilla I. Las CiberCaixa Penitenciarias también potencian el papel activo de los mayores en la sociedad y su sentimiento de utilidad. Se enseña informática pero se transmite experiencia y valores como el trabajo en equipo, el esfuerzo y el respeto.

Le decía Raúl del Pozo a José María García que «el Rey y Rajoy pueden ir a la cárcel; los que más mandan, no». José Alberto Espejo es jefe de cocina en Bodeguita Martínez de Sevilla Este y paga «por los errores del pasado, de hace cinco años». Una vez rehabilitado, tras pasar por Proyecto Hombre, le llegó la condena que suponía «un riesgo de regresión» en lugar de «reinserción». «Antes no sabía ni hacer un cuadrante y ahora voy a regresar a mi puesto más preparado», señala. Le quedan «seis meses y pico». A los tres meses ya estaba en segundo grado y espera estar «pronto» en el tercero. Ahora forma parte del módulo de respeto. A Antonio García, coordinador de Utrera, le «quedó un vacío» cuando se jubiló, que rebosa con el voluntariado. «No sé para qué te has jubilado si tienes más trabajo que antes», le dicen en casa. En las clases ha tenido «de todo»: de personas «que no sabían encender el PC a auténticos hackers». José Luis Castejón, director del centro penitenciario, resaltó la labor de reinserción que se realiza. Rafael Herrador, director territorial de CaixaBank en Andalucía Occidental, agradeció «la oportunidad» y destacó la acción de «varias palancas importantes: la voluntad de Instituciones Penitenciarias, los mayores y la formación en las tecnologías». Ángel Luis Ortiz, secretario general de Instituciones Penitenciarias, apuntó que «diez años en una cárcel es mucho». El tiempo pasa más lento aquí, los día se hacen más largos; la vida se acorta. Marc Simón, subdirector general del Área Social de la Fundación Bancaria «la Caixa», señaló que «los más de 3.000 mayores» que participan en el programa en España «demuestran el valor de los mayores».

El voluntario José Manuel Velázquez apuntó que las clases suponen «un intercambio de valores» y «un reto personal». Los reclusos, señala, «son muy agradecidos». «Salgo con satisfacción» de las clases, dice. «Lo más importante es el paso adelante de los internos para cambiar de forma de vida» y «lo máximo es ver resultados con el tiempo». Pepi, de Ciudad Jardín, se apuntó a un curso y le hicieron una encuesta en la que marcó la casilla del voluntariado, «sin saber para qué era». «¿No te importa ir a la cárcel?», le preguntaron. «Y aquí sigo». Justo Labrador, «artesano y un poco hippy»
–«No me gustan los transgénicos», explicó, e hizo lo que en los 80 se denominaba «bajarse al moro»–apuntó que se trata de una de «las mejores actividades que tenemos». El 18 de mayo de 2020 cumple una condena de tres año y un día. «No sabía ni encender el ordenador».

Enrique Arnanz coordina a los voluntarios en España. «Es un espacio para las relaciones humanas, aire fresco que rompe la dinámica de la prisión, una cárcel alternativa y una alternativa para la vida». Arnanz resalta que la de Sevilla es «la mejor CiberCaixa de España» con unas instalaciones que rebosan «dignidad». En la cafetería el olor a carrillada impregna todo y un cartel, a lo «Mr. Wonderfull», apunta como «normas de la casa», entre otras, «enfadarse muy poco», «abrazarse muy fuerte», «sonreír cada día». «Odia el delito, compadece al delincuente», la máxima del Concepción Arenal, enseñanza del padre Diamantino García Acosta, cuya hermana Asunción sigue visitando a los presos con la APDH. A la salida del recinto se accede por la Avenida de la libertad (del Padre Leonardo). Manolo, que prefiere salir en imagen de perfil, sale al CIS en dos semanas, con los ojos vidriosos destaca que «los profesores –que tienen casi su edad– son muy buenas personas» y «un ejemplo a seguir». «Quiero ser como ellos», dice, antes de señalar que su intención es volver a la cárcel –en una posible aproximación a los casos catalogados de «institucionalización»– pero como «voluntario».