Ministerio de Justicia

Un hastío innecesario

Los jueces continúan abandonando Cataluña en una medida que ya no puede disimularse

La Razón
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Los jueces continúan abandonando Cataluña en una medida que ya no puede disimularse

Hace un año, con ocasión de mi traslado profesional tras largo tiempo de servicio en juzgados catalanes, recibí la propuesta de este diario para escribir sobre los motivos de mi marcha. Decenas de jueces y fiscales habían abandonado Cataluña y mi artículo debía servir de «contexto personal» a esa información.
Persiste el interés por informar sobre el debilitamiento del Estado en Cataluña. Los jueces continúan abandonándola en una medida que ya no puede disimularse. Hace un año describí el abandono que experimentábamos entonces la mitad de los catalanes. Maldije al nacionalismo: una fe envenenada que exige una adhesión sin fisuras para distinguir entre buenos y malos ciudadanos, a los que deshumaniza y expulsa. Ahora, la pompa del independentismo y la tensión social de su estrepitoso fracaso han deparado para Cataluña ese brillo triste que mustia las cosas que, si un día fueron valiosas, han quedado agotadas por el uso descuidado. Así describía Unamuno el deterioro de los peldaños de la casona vieja que habitaba uno de sus personajes, tan decaído como esa escalera que ya no llevaba a ninguna parte. Ahora, cuando el paroxismo nacionalista es una bufa grotesca que se contenta con arrastrar por el lodo las centenarias instituciones catalanas, los jueces abandonan Cataluña porque vivir allí siéndolo es un hastío innecesario.


La pasada semana este periódico publicó un artículo de un amigo, en el que recapitulaba las injerencias del nacionalismo en el desempeño diario de los jueces y los actos de acoso sufridos. Todo es cierto, pero ninguna amenaza sucederá realmente. El nacionalismo ostenta la posesión de la Cataluña institucional, cultural y económica, pero ha comprendido que su único poder es la teatralidad. Guarda esas cosas como un masover hace con la masía de un señor ausente, mientras el mundo es lo que sucede demasiado lejos de todo eso.

Como hace un año, es verano y saben los dioses del sueño que durante la hora del sopor nada es más fastidioso que una mosca obstinada. Cataluña y sus jueces necesitan, de una vez, descansar. Llegará el otoño y habrá condenas para los líderes que convirtieron la Ley en su antojo. También llegarán los juicios a Torra y a la Mesa del Parlament. El nacionalismo ocupará las calles y procurará, de nuevo, el acoso de los jueces. Pero ya solo aspira a hacer su vida allí algo más incómoda, porque ha sido derrotado por un sistema constitucional que permanece incólume. El Departament de Justícia seguirá siendo molesto, el Ministerio continuará desentendiéndose de la desertización judicial de Cataluña y los jueces sufrirán las inevitables consecuencias del desgaste de las instituciones.

Cataluña todavía puede reconciliarse con sus ausentes. Nuestra Constitución afirma que solo el respeto a la Ley y a los derechos de los demás son el fundamento de la convivencia. Sigue siendo necesario que alguien intervenga como sembrador de concordia entre los catalanes.

La irresponsabilidad del nacionalismo ha determinado que la única paz social perdurable que puede alcanzarse para Cataluña sea tras la acción de la justicia. Los jueces y fiscales serán los que seguirán pagando el coste personal de permanecer al servicio de Cataluña y del orden constitucional.