Barcelona

Un superviviente del infierno

El Lliure recupera cuatro obras esenciales de August Strindberg en el centenario de su muerte

August Strindberg reflejaba en su rostro todos sus tormentos
August Strindberg reflejaba en su rostro todos sus tormentoslarazon

August Strindberg es uno de esos nombres rodeados a un tiempo de fascinación y repulsa. Genio hasta sus últimas consecuencias, inventó una nueva forma de aproximarse al teatro, siendo uno de los padres de la dramaturgia contemporánea. Además, fue pintor, fotógrafo, científico, y, en los últimos años, un hombre obsesionado con el ocultismo y la alquimia. Vivió en permanente estado de perplejidad, aquejado por todo tipo de penurias, pero con un orgullo inquebrantable. Libros como el autobiográfico «Infierno» (Acantilado) dan buena prueba de ello.

Sus delirios le llevaron a creerse objeto del escarnio universal, en el que todos estaban allí para humillarle y hacerle daño. Aún así, su manía persecutoria no le privó de firmar obras fundamentales de la dramaturgia moderna como «Acreedores» o «La señorita Julia», que en la pasada temporada pudo verse hasta en dos montajes diferentes la cartelera barcelonesa. Sí, estaba loco, su personalidad daba miedo, pero su arte sigue siendo totalmente vigente y todavía consigue estremecer hasta el último de los nervios.

Creador del teatro íntimo

El Teatre Lliure le rinde un merecido homenaje dentro de los fastos que el insigne autor ha recibido por el centenario de su muerte. Esta semana podrán verse hasta cuatro de sus obras de teatro más representativas, que conformaron lo que pasaría a llamarse teatro íntimo. «Strindberg fue el primero en poner el microscopio en la vida moderna, rompiendo las obras burguesas más grandilocuentes y adocenadas. Con él nació el teatro contemporáneo», asegura Lluís Pasqual, director del Lliure.

El miércoles, y en formato de programa doble, se representarán en Gràcia las lecturas dramatizadas de «La tormenta» y «La casa quemada». La primera está dirigida por Juan Carlos Martel, con el propio Pasqual como protagonista. «Siempre que el pasado regresa a nuestras vidas, explota una tormenta. Esta es la clave de la obra. Strindberg nos avisa de esto, pero sin compasión, haciendo daño», dice Martel. La segunda pieza está dirigida por Pasqual y cuenta con un elenco de trece actores, entre los que están Pere Arquillué, Jordi Bosch o Laura Conejero. «He roto con la tradición de presentar a los personajes como catequistas que con preguntas estúpidas provocan la réplica brillante», comentaba Strindberg en el prólogo de «La señorita Julia». Lo que le interesaba a él era la dificultad de las relaciones humanas, su incomunicación y todas las venganzas conscientes e inconscientes que ocurren después. Pocas veces queda más evidente que en esta obra.

El 16 de enero se repetirá el formato de programa doble con «La sonata de los espectros», dirigida por Pau Carrió, y «El Pelicano», esta vez a cargo de Pau Miró. La primera es un claro antecedente de lo que después sería el teatro de la crueldad y el del absurdo, en un juego diabólico entre lo que es real y lo que es delirio. «La obra consigue trastornar no sólo a los personajes, sino al espectador. Rasga la realidad y descubre una mueca absurda y llena de terror debajo de esa capa de normalidad aparente. La segunda, con un reparto que incluye a Muntsa Alcañiz y Jordi Llovet, indaga en las relaciones familiares a través de una madre cruel.

En los últimos años, encerrado por su propia paranoia y con polémicas que le llegan a enfrentar al mismísimo rey Carlos XII de Suecia, el autor consigue una explosión creativa. Acusado, con razón, de misógino, por sus dos desastrosos matrimonios, muchos quisieron desmerecer su talento. Pero lo cierto es que 50.000 personas acompañaron su féretro.