Asia

Presentación

Toros y paella para la «marea china»

Los 2.500 empleados de la multinacional Tiens, cuyo propietario les ha regalado un viaje a España, disfrutaron ayer de un espectáculo taurino y flamenco «adaptado» en Moralzarzal y de una paellada con vino y sangría junto a Madrid Río.

3.000 raciones. Tras la mañana taurina y flamenca a los pies de la Sierra, los visitantes asiáticos repusieron fuerzas por la tarde con el plato más típico de nuestro país
3.000 raciones. Tras la mañana taurina y flamenca a los pies de la Sierra, los visitantes asiáticos repusieron fuerzas por la tarde con el plato más típico de nuestro paíslarazon

Los 2.500 empleados de la multinacional Tiens, cuyo propietario les ha regalado un viaje a España, disfrutaron ayer de un espectáculo taurino y flamenco «adaptado» en Moralzarzal y de una paellada con vino y sangría junto a Madrid Río.

Toros, flamenco, paella y sangría fueron los grandes protagonistas del plan que disfrutaron ayer los 2.500 trabajadores chinos de la empresa Tiens, cuyo propietario, Li Jinyuan, ha elegido nuestro país y nuestra región para celebrar con sus empleados el 21 aniversario de esta multinacional, que opera en casi todos los países del mundo y en sectores tan diversos como biotecnología, inversiones financieras, turismo, educación o salud. Una buena ocasión para seguir divulgando la imagen de la ciudad y la región de Madrid no sólo en un mercado con tanto potencial como el chino, sino también en otros, ya que muchos de los directivos de Tiens proceden de hasta 40 países distintos.

El plan, que se inició el jueves con la visita al Palacio Real de la capital, continuó ayer con una agenda «typical spanish», en la que no faltaron algunas de las principales señas de identidad de nuestro país. Por la mañana, el dueño y los 2.500 empleados de Tiens se repartieron en 40 autobuses para desplazarse hasta la localidad madrileña de Moralzarzal, donde disfrutaron de una mañana de toros «light». Y es que, además del horario poco taurino –las 10 de la mañana–, sólo se lidió un novillo y sin las suertes de sangre, como las banderillas, las varas y el estoque. Así lo prefirió la propia organización para «adaptar» a la cultura y mentalidad de los visitantes su primer contacto con la fiesta nacional. También disfrutaron de un espectáculo de caballos a ritmo de pasodoble y flamenco sin que el mal tiempo y la lluvia lo impidieran, ya que el de Moralzarzal es un coso cubierto. Pero, sin duda, lo que más impactó a los asiáticos fue la propia lidia, que todos ellos saludaron con el universal «olé» en cada lance, pero también con murmullos y expresiones de temor cada vez que los novilleros y sus cuadrillas se acercaban demasiado al astado. Con un público tan entregado, la ovación final estaba más que garantizada, aunque el tendido no se tiñó de blanco ni de pañuelos, sino de los gorros y otras prendas del azul corporativo que ha elegido la multinacional de Jinyuan para este viaje.

Para inmortalizar cada detalle, la mayoría de ellos no pararon de disparar sus cámaras de fotos, que poblaban el tendido de la plaza de Moralzarzal, un empeño del que no se libró casi nadie, ni siquiera los periodistas, que se convirtieron en objetivo de «selfie» para los 2.500 asiáticos. El paso de la «marea china» por Moralzarzal no dejó grandes ingresos en los comercios de la localidad, pero se plasmará en un vídeo promocional que el consistorio podrá aprovechar en otros foros turísticos.

Terminada la mañana cultural de toros y flamenco, todo ellos volvieron al autobús para regresar a la capital, donde les esperaba una tarde igualmente típica, pero en este caso gastronómica: 300 paellas de cien raciones cada una preparadas por un cocinero valenciano y acompañadas de vino y sangría junto a Madrid Río, donde combatieron la lluvia con buen ánimo y mejor apetito. También desplegaron una enorme y pesada bandera de media tonelada y de 100 metros por 60 de superficie con el lema «paz y progreso» y soltaron un centenar de palomas. Así es como estos 2.500 chinos y su multinacional han descubierto nuestro país y nuestra región, de la que dicen que se van «encantados» y a la que prometen volver, aunque la próxima vez no pague el jefe.