Emergencias

Un ángel de paisano en Moncloa

Las dos veces que ha rescatado a personas, Carlos de la Rubia estaba fuera de servicio/Rubén Mondelo
Las dos veces que ha rescatado a personas, Carlos de la Rubia estaba fuera de servicio/Rubén Mondelolarazon

«Estoy nerviosa», le dijo Marta, frente al altar, a punto de decir el «sí, quiero». «Yo no. Toda la adrenalina la he liberado hace apenas un rato», le respondió Carlos, su novio. Ocurrió hace un año en Elda (Alicante), su localidad natal. Carlos de la Rubia, policía nacional destinado en Madrid desde hace siete años, se encontraba fuera de servicio por un motivo de peso: iba a contraer matrimonio. Dos horas antes de casarse, comía en compañía de varios amigos en un restaurante del municipio. De repente, se oyó un plato caer desde una mesa vecina. Uno de los comensales, de unos 60 años, se había atragantado. Con la ayuda de su amigo Leandro, también policía, le practicó con rapidez la maniobra de Heimlich, salvándole la vida. Apenas llegó la ambulancia, el agente se disculpó. Tenía prisa. «Lo siento, pero... ¡es que me tengo que casar!», dijo a la familia del hombre, que le ha reservado un hueco en su corazón. «Gracias a ti, mi padre sigue cumpliendo años», le dijo recientemente la hija del afortunado. Carlos siempre se ha mostrado orgulloso de Elda; desde entonces, la ciudad puede presumir de tenerle a él entre sus oriundos.

No han sido los únicos que le estarán eternamente agradecidos. Carlos lo volvió a hacer. Esta vez con nuestra ciudad como escenario. Y una vez más, fuera de servicio. Ocurrió el pasado 23 de mayo en el número 67 de la Avenida del Doctor Federico Rubio y Galí. Aquel día le tocaba librar e iba de paisano. Sin embargo, se había acercado a su comisaría de Francos Rodríguez para solucionar unos trámites. Eran las 13:30 horas. Tras salir de la oficina, vio desde su coche como salía una columna de humo del séptimo piso. El edificio tenía 14 plantas. «Era muy negro y denso. Daba la impresión de que se podía cortar», relata a LA RAZÓN. Rápidamente aparcó en los bajos del edificio. El portero estaba alterado. No sabía qué ocurría. «Baje los ascensores y bloquéelos», le dijo Carlos, mientras llamaba al 091 para que acudieran los equipos de emergencias.

El agente empezó a subir por las escaleras, mientras evaluaba la situación. Cuando llegó al séptimo piso «vi a tres mujeres, de entre 60 y 70 años, que se encontraban en el rellano de la planta, sollozando. El humo llegaba a media altura», recuerda. Las desalojó del edificio con rapidez. Una de ellas vivía en el piso siniestrado. Debido a la confusión, el miedo y los nervios, le dijo que podía haber una persona mayor en la casa.

Carlos volvió a entrar. Esta vez con un trapo en su boca y con la ayuda de un extintor. El interior de la vivienda se encontraba en llamas. Falsa alarma. No había nadie. La vecina le dijo posteriormente que, en realidad, se trataba de un vecino del octavo que había salido por su propio pie del edificio cuando vio la magnitud que comenzaba a cobrar el incendio. Mientras, el Grupo Operativo de Respuesta (GOR) y una unidad ZETA de la Policía Nacional se habían hecho ya con la situación, dando instrucciones al resto de vecinos para garantizar su seguridad. «Si volvíamos a entrar nos quedábamos dentro para siempre», describe Carlos. Todo lo narrado hasta ahora no abarcó más de cinco o siete minutos. «En estas situaciones, lo que prima es el tiempo de reacción», apunta.

Ya de noche, sobre las 21:00, y sofocado el fuego, el agente se dirigió de nuevo al edificio para recabar más datos por parte de los testigos. Al parecer, el incendio se inició en la cocina del piso, y al alcanzar unos trajes de neopreno, hizo que el humo que se propagó fuera especialmente denso y peligroso. Sólo requirió hospitalización una vecina del piso 11 por inhalación de humo.

«Queremos agradecer a D. Carlos de la Rubia (...) que, estando fuera de servicio, arriesgara su vida para proteger a nuestros vecinos. (...) Su rápida actuación aceleró la llegada de las dotaciones de bomberos y de esta manera permitió reducir los daños en el resto de las viviendas y mantener a salvo a los vecinos que en ese momento se encontraban dentro del edificio», dice la carta de agradecimiento de la comunidad de propietarios dirigida a la Comisaría General de Seguridad Ciudadana de Francos Rodríguez. Es más: el sindicato Unión Federal de la Policía (UFP), ante la posibilidad de que a los «órganos de mando de la dirección general de la Policía Nacional se les haya pasado por alto» el heroísmo de Carlos, le han propuesto para la Orden del Mérito Policial «por su brillante intervención más allá de su deber público».

«Estamos para ayudar a la gente»

El primero que rehúye del inevitable apelativo de héroe es el propio Carlos. «Al final, nosotros somos algo instrumental, de la Administración, en pro de garantizar la seguridad de la gente», dice. «Lo que realmente me realiza es que alguien me pueda dar las gracias y sentirme valorado. A la Policía se la llama cuando hay problemas y me gusta que nos vean como una solución. Y cuando ocurren estas cosas alguien tiene que arriesgar su vida para salvar otra», asegura.