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Día de la Tierra
¿Puede nuestra alimentación contribuir a frenar el cambio climático?
¿Existe relación entre nuestra alimentación y el cambio climático? ¿Cómo podrán alimentarse 10.000 millones de personas si los recursos son limitados? ¿Se puede combatir el cambio climático a través de nuestra dieta? El 22 de abril se celebra el Día de la Tierra y nos parece interesante abordar un tema que no solo afecta al planeta, sino a los comportamientos y a la responsabilidad de las personas que lo habitamos
La mejora vegetal juega un papel fundamental para combatir el cambio climático y para poner a disposición de la población alimentos suficientes, con absoluta garantía de calidad, saludables, con una larga vida útil para combatir el desperdicio y a precios asequibles. Creemos que los medios pueden ayudar a concienciar a la población para que entienda que el modo de producir y consumir alimentos resulta esencial para el desarrollo sostenible del planeta. Queremos que todo el mundo valore el esfuerzo que hacen los agricultores y que entienda que gracias a la mejora vegetal nuestra alimentación es más variada, más saludable y más barata. Por eso, planteamos algunas preguntas que nos parecen importantes y que pensamos pueden ser interesantes para el público.
¿Por qué nuestra alimentación depende del cambio climático?
El cambio climático es el resultado de variaciones en los patrones climáticos y las temperaturas. El sector agroalimentario es uno de los sectores productivos a los que más está afectando pues la agricultura está fuertemente ligada al clima. El calentamiento global, la disminución de las lluvias, el aumento de las temperaturas, la desertificación de los suelos, etc. están afectando directamente a la producción de alimentos tanto en su cantidad como en su calidad, y, por supuesto, sus costes.
¿Cómo está afectando el cambio climático a la agricultura en España?
A menudo se cree que el cambio climático se refiere principalmente a un aumento de las temperaturas. Sin embargo, este fenómeno tiene múltiples efectos que van más allá de la temperatura: afecta a la calidad de los suelos, a la escasez de agua, al aumento de plagas y a la aparición de nuevas enfermedades. El cambio climático es una realidad y el 93% de los agricultores lo constata. El clima está cambiando y adaptarse es posible, pero, como toda adaptación, requiere esfuerzo. España es uno de los países en los que la desertificación crece de un modo más acuciante; de hecho, se ha convertido ya en el principal laboratorio europeo en el que poder estudiar el cambio climático para aprender a adaptarse a él.
- En las tres últimas décadas la temperatura ha aumentado 1 grado y medio y va a seguir aumentando. Las consecuencias de este incremento están siendo ya evidentes y dramáticas.
- Los años más calurosos registrados en nuestro país se concentraron todos durante la última década: 2011, 2015 y 2017. 2019 fue el quinto más cálido de los últimos 70 años; el verano pasado, el más cálido del siglo.
- El 74% del territorio nacional va a convertirse en zonas áridas, semiáridas y secas. Eso son 37 de los 50 millones de hectáreas, según las previsiones del Ministerio de Agricultura.
- Nada menos que entre el 75% y el 80% de la superficie de España está en riesgo de convertirse en desierto a lo largo de este siglo.
- De las 10 cuencas hidrográficas con mayor estrés hídrico de Europa, 7 se encuentran en España, según la Agencia Europea del Medio Ambiente.
Teniendo esto en cuenta, los efectos directos del cambio climático sobre la tierra se pueden concretar en: aumento de temperaturas; veranos más largos, más secos y calurosos; frecuencia de eventos climáticos extremos, como olas de calor y largos periodos de sequías, que se alternarán con episodios de precipitaciones desmedidas; más erosión y salinidad, más variaciones estacionales, aparición de nuevas plagas y enfermedades, como consecuencia de la nueva situación climática...
¿La mejora de los alimentos puede combatir el cambio climático?
Las aportaciones de la mejora vegetal resultan fundamentales para producir de modo sostenible y para poder alcanzar los objetivos que la UE se ha fijado a través del Pacto Verde Europeo. Un informe elaborado por el Institut Cerdà detalla los beneficios medioambientales que la mejora vegetal ha aportado en diferentes cultivos (trigo, maíz, tomate y arándano). Las principales conclusiones del informe sobre las aportaciones de la mejora vegetal son:
- Permite reducir el uso de fertilizantes y fitosanitarios. La mejora vegetal ha tenido un papel crucial en la disminución del consumo de fertilizantes, al dar lugar a variedades que absorben mejor los nutrientes y a disminuir el empleo de fitosanitarios. Gracias a la mejora de las variedades vegetales se desarrollan variedades más fuertes frente a plagas y enfermedades. Así, en el tomate, por ejemplo, la mejora vegetal permitió ahorrar más de 375.000 toneladas de fertilizantes y 1.715.000 kg de fitosanitarios entre 2011 y 2016. También en el cultivo del maíz las aportaciones de la obtención vegetal han ayudado considerablemente al entorno medioambiental, pues solo entre 2011 y 2015 permitieron que se ahorrarán más de 614.000 kg de fitosanitarios.
- Ahorra energía. Los cambios introducidos por la mejora vegetal ahorran consumo de la energía necesaria para producir los cultivos. Por ejemplo, en el caso del trigo blando, la mejora vegetal ha supuesto un ahorro de total de energía de 1.100 millones de MJ/anuales lo que equivale al consumo de energía de 30.700 hogares durante un año.
- Ahorra agua. Gracias a la mejora vegetal se ha conseguido reducir el consumo de agua. Así, en el cultivo del tomate, se ahorraron 413 millones de m3 en el periodo 1990-2017, una cantidad similar al consumo de agua anual de una población de 8,4 millones de habitantes como Andalucía. También gracias a la mejora vegetal pudo reducirse el consumo de agua necesaria para producir maíz, concretamente 19,3 millones de metros cúbicos anuales, lo que equivale al consumo de una ciudad de 372.000 habitantes.
- Menos emisiones de gases efecto invernadero. Las emisiones están asociadas, principalmente, al consumo energético. Se calcula que gracias a la innovación vegetal en las variedades de trigo se ha evitado verter a la atmósfera 96.600 toneladas de CO2 cada año, lo que representa una cantidad similar a las emisiones anuales de 57.000 coches. Además, se calcula que gracias a la innovación vegetal en el cultivo del maíz no se han emitido a la atmósfera 68.000 toneladas de CO2 cada año, lo que representa una cantidad similar a las emisiones anuales de 40.000 coches.
- Ahorra tierras de cultivo y se disminuye la deforestación. El incremento de la productividad ha permitido reducir las tierras de cultivo y la deforestación. Gracias a este incremento, se puede producir más con menos. Por ejemplo, el Instituto Cerdà calcula que entre 1990 y 2018 sin las aportaciones de la mejora vegetal al cultivo del tomate se hubieran necesitado 28.000 hectáreas suplementarias cada año para poder conseguir la misma producción de tomates; en el conjunto de dichos años supondría.
¿Cómo podrán alimentarse 10.000 millones de personas en 2050 si los recursos están limitados?
Gracias a la mejora vegetal. Es una actividad imprescindible que consigue mejorar las actuales variedades vegetales y desarrollar otras nuevas por medio de la investigación genética. Gracias a la mejora vegetal se ha conseguido mejorar la oferta de alimentos que se pone a disposición de los consumidores. Son productos con absoluta garantía de calidad y saludables, a precios asequibles.
Somos la primera generación que ha descubierto que los recursos del planeta no son ilimitados.También la primera generación que se enfrenta a un cambio climático que avanza a un ritmo nunca antes conocido. Por otra parte, la población del planeta crece incesantemente y alcanzará en 30 años los 9.700 millones de personas.
Producir más para satisfacer las necesidades de una población en constante crecimiento, y hacerlo de manera sostenible, es decir, empleando los menores recursos posibles, es uno de los retos actuales de la agricultura, y la mejora vegetal contribuye a alcanzar este objetivo.
La mejora vegetal ayuda a paliar el hambre en el mundo al aumentar la producción y la calidad de los alimentos. La investigación ha permitido alcanzar resultados más rápidos y aumentar la productividad. En los últimos 20 años, aproximadamente la mitad del aumento de la productividad agrícola mundial ha sido gracias a la mejora vegetal1. Por lo que respecta a la UE, según el Informe Noleppa2 se estima que el crecimiento anual de productividad ha sido del 67%.
Por ejemplo, la mejora genética ha hecho posibles incrementos de productividad en el cultivo del tomate superiores al 240% en los últimos 50 años. En 1970, la productividad media del tomate en España se situaba en 25 toneladas por hectárea, mientras que en 2018 se alcanzaron 85 toneladas por hectárea.
Por otro lado, el Informe Noleppa, señala que, sin las aportaciones de la mejora vegetal durante las últimas dos décadas, la UE sería hoy un gran importador de todos los cultivos herbáceos, incluyendo trigo y otros cereales. Esto no ha ocurrido; al contrario, Europa ha podido producir 53 millones de toneladas más de cereales y se han generado alimentos adicionales para 168 millones de personas; son tantos como para poder alimentar a las poblaciones de Francia, Alemania y Países Bajos.
En definitiva, la mejora vegetal es uno de los principales motores para garantizar que haya suficientes alimentos disponibles para alimentar a los casi 10.000 millones de personas que habitarán el planeta en 2050.
¿Por qué los alimentos ahora duran más tiempo?
Por la mejora vegetal. Los obtentores vegetales han invertido en mejorar la vida útil de los alimentos para así combatir el desperdicio. Durante el año 2020, los hogares españoles tiraron a la basura 1.364 millones de kilos/litros de alimentos, una media de 31 kilos/litros por persona según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Esto supuso una pérdida de 250 euros por persona. En su Índice de desperdicio de alimentos 2021, la ONU denuncia que en el planeta se desechan cada año hasta 931 millones de toneladas de comida. Más de la mitad de esa cantidad (569 millones) procede de los hogares.
Tanto la alimentación que elegimos como los métodos de producción que se utilizan para cultivar y procesar los alimentos tienen un impacto significativo en nuestra salud y en el medio ambiente. Los alimentos pasan por una serie de fases que incluyen la producción, el procesamiento, el transporte, la distribución, la preparación y la eliminación. Desafortunadamente, cada una de estas etapas contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero que atrapan el calor del sol y contribuyen al cambio climático. De hecho, más de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el ser humano están relacionadas con la producción de alimentos. El 7% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero procede del desperdicio alimentario, y casi el 30% de la tierra agrícola se utiliza para producir alimentos que nunca se consumirán.
¿Por qué ya no deberíamos hablar de alimentos de temporada?
A lo largo de los años, la investigación que han llevado a cabo los mejoradores vegetales ha permitido adaptar variedades a lugares y climas donde antes no se cultivaban, mejorar la tolerancia a las condiciones climáticas extremas, aumentar la protección contra plagas y enfermedades y multiplicar el rendimiento de las explotaciones reduciendo, además, los costes de explotación.
Los obtentores vegetales han contribuido enormemente a la disponibilidad de productos sanos y nutritivos, que tienen una vida útil larga y están disponibles todo el año. Así, por ejemplo, gracias a la mejora vegetal de la mandarina se ha podido extender el periodo de cosecha. Si antes abarcaba desde noviembre hasta marzo, ahora, gracias a las nuevas variedades, se puede disponer de mandarinas desde septiembre hasta finales de abril o principios de mayo. Este nuevo periodo de producción permite llegar antes a los mercados de exportación y también permanecer más tiempo en ellos. Por eso, la Comunidad Valenciana es la mayor exportadora de mandarinas del mundo.
¿Una dieta basada en frutas y verduras contribuye a combatir el cambio climático?
Los alimentos que provienen de fuentes vegetales, tales como frutas y verduras, por lo general requieren menos energía, tierra y agua para su producción. Además, en comparación con los alimentos de origen animal, estos alimentos tienen una menor huella de carbono, ya que generan una menor cantidad de gases de efecto invernadero. Gracias a la mejora vegetal se ha reducido el uso de fertilizantes, las emisiones de CO2, la deforestación y uso de suelo, y se ha conseguido ahorrar agua y energía.
Según un estudio realizado en 2021 por investigadores de la Universidad de California, las dietas basadas en frutas y verduras podrían contribuir a reducir hasta en un 17% las emisiones de gases de efecto invernadero en Estados Unidos.
Teniendo esto en cuenta, según la ONU, para frenar el cambio climático hay que adoptar una dieta más sostenible que incluya más verdura y desperdiciar menos alimentos.
1Según la FAO, el 40% del aumento de la productividad obedece a las mejoras de la obtención vegetal: Responding to the challenges of a changing world: the role of new plant varieties and high quality seed in agriculture, Second World Seed Conference, FAO, 2009. El aumento en la productividad agraria atribuido a la obtención vegetal se ha estimado en un 60% según Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales (CEIGRAM) de la Universidad Politécnica de Madrid.
2Noleppa, Steffen y Cartsburg, Matti: The socio-economic and environmental values of plant breeding in the EU, HFFA Research GmbH, Berlin, 2021.
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