Gastronomía
Tabernas de Madrid: Nájera, la plancha de la ciudad lista para el disfrute
Aquí se viene a gozar, pero sin alardes ni bullangas. Despachan delicias al alcance de los mejores paladares
Dicen que las tabernas nacieron en Roma y que eran lugar de escondite y disfrute. Nájera no está en Roma sino en la madrileñísima calle de Guzmán el Bueno. Y es sitio para disfrutar pero no para taparse, porque aquí quién sabe lo que se mueve detrás de la barra es un iniciado. Considerada desde hace muchos años la plancha de Madrid es el mejor ejemplo de la cocina tabernaria. Sin oropeles ni presentaciones lujuriosas, despachan delicias al alcance de los mejores paladares del foro.
Se la inventó el riojano Flores, auténtico mito por su pericia en el arte del mus. Cuentan que el gran Manu Leguineche, padrino de periodistas, cuando quería ganar el título de campeón del juego de la boca se sentaba a echar la partida con el tabernero. También zascandileaban por allí Javier reverte, Ignacio Medina y otros aspirantes a plumillas. Al igual que muchos galenos que dejaban la cirugía para, posteriormente, someterse al escalpelo de felicidad del marisquillo con título y en especial la benemérita plancha.
Han pasado las décadas y en Nájera se sigue encontrando una fritura impecable: como unos boquerones que nada tienen que envidiar a los vitorianos malagueños, la cococha que parece robada de San Sebastián, o un salmonete lascivo. En este festival tienen butaca de primera una ensaladilla que es marca, una croqueta amariscada de las que deshacen sentidos y pensamientos, o un huevo relleno de jamón como verdadero homenaje a la tapa que nunca debió prostituirse.
Nadie es perfecto. Genuino templo de merengones, sigue teniendo aire inconfundiblemente del barrio. De ese inabarcable océano chamberilero donde vagabundear. La barra en un tris de recuperación cuando levanten la veda los gerifaltes, es de estribo y codo de hacer un surco.
Restaurante Nájera
Dónde: calle Guzmán el Bueno, número 55
Tiempos modernos que le sientan de cine a este mostrador. La carta de vinos es larga, de precio muy ajustado y con ese formato añejo que tanto nos gusta sin necesidad de la malhadada tablet. Y con una caña te homenajean con un boquerón en vinagre, puro adn de la ciudad. Ese que permite que culebreen tabernariamente gente de poca literatura y otros más leídos. Como es la simpar Marina que entre toque toque al fuego conocía los entresijos de lo más selecto del libro de papel. Y paradojas de la vida, ha sido una de las adalides del libro electrónico.
Esta caverna de la buena vida es parte del tejido moral de quien ama el guiso sin pretensiones, y quien aspira a que le azoten dulcemente con un pescado de auténtica frescura. La sombra del editor del cambio, Juan Tomás de Salas, acompañado por la no menos célebre Sagrario, su secretaria, Barbarita su mujer y el inefable «El de los perros», son también parte del mobiliario sentimental de este figón.
Gracias a todos los dioses, a día de hoy sigue oficiando detrás de la barra, como un sumo Pontífice, ese verdadero truchimán de saberes gatunos como es Antonio. El tiempo y la majeza son sus atributos. Nájera o la forma que te den un pellizquito en el estómago o en el alma.
Como habitualmente se dice, aquí se viene a gozar, pero sin alardes ni bullangas.
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