Domingos

El Rastro, mucho más que un mercadillo

LA RAZÓN habla con la fotógrafa que ha capturado uno de los lugares más transitados cada domingo, donde conviven pasado y presente

Alejandra Seijas, autora de "Todo Rastro Madrid"
Alejandra Seijas, autora de "Todo Rastro Madrid"La RazónAlejandra Seijas

«Soy una chica maja y quien conozca la cuenta de Instagram @TodoRastro lo entenderá». Así se presenta Alejandra Seijas, madrileña de raíces gallegas que fue conquistada por la filosofía de El Rastro, hasta tal punto que acaba de sacar un libro sobre el mismo: «Me encanta y adoro la idiosincrasia de El Rastro, reciclar, comprar ropa y objetos de segunda mano o las antigüedades», explica Alejandra, quien actualmente se dedica a la fotografía artística, de eventos, marcas y, a la vez, creando contenido en redes sociales.

Alejandra Seijas, autora de "Todo Rastro Madrid"
Alejandra Seijas, autora de "Todo Rastro Madrid"La RazónAlejandra Seijas

Su libro «Todo Rastro Madrid», es un recorrido artístico por uno de los mercadillos más antiguos de Europa, pues para ella es ahí, en El Rastro, donde se puede encontrar el verdadero alma de Madrid: «En Madrid tengo mi vida y me encanta su gente, la vida de barrio, su luz, su atmósfera… Me gusta disfrutar de la energía del centro de la ciudad y sobre todo de las calles del Rastro, que encierran precisamente todo tipo de historias. Disfruto fotografiando lo cotidiano, observando, sin ser vista y sin llamar la atención, los lugares por donde me muevo y dejar plasmada la vida tal y como es, sin filtros. En el libro he querido recoger la esencia del mercadillo, que es a la vez antiguo y moderno, es un reflejo de la sociedad de esta ciudad donde conviven hitos históricos con las vanguardias más actuales».

También Alejandra y su familia crecieron caminando por estas calles los domingos de mercado. Esos días donde conviven la música, la gastronomía, el comercio y mucho ocio, siendo las terrazas de las plazas de Cascorro o la Cebada un motivo de colas y esperas para conseguir asiento. «Empecé a visitar El Rastro siendo una niña de la mano de mi padre. En la calle Fray Ceferino compramos mi primera mascota, una perrita que se llamaba Dorinda. En Cascorro conseguía las camisetas de mis cantantes favoritos, The Doors, Jimy Hendrix… También compraba mi ropa en una tienda de segunda mano en la calle Bastero (Underground) que sigue existiendo. Y ahora, después de tantos años, sigo vistiéndome en los puestos ambulantes de El Rastro, vivo muy cerca y para mí un domingo en Madrid es sinónimo de Rastro», añade Alejandra.

«Un reguero de sangre»

Sin embargo, la historia de esta transitada zona de Madrid viene de mucho tiempo atrás: «Donde ahora vemos tiendas y puestos ambulantes, hace unos cuatro siglos se veía un reguero, un rastro, de sangre y de vísceras de animales. En la Plaza Vara del Rey, que entonces tenía otro nombre, se instaló uno de los mataderos más importantes de Madrid. De ahí viene precisamente, del reguero de sangre que dejaban los animales el nombre del Rastro. Después, se empezaron a vender por la zona despojos, pieles, entresijos y gallinejas, ya que era una zona muy humilde de Madrid, sin asfaltar y habitada por trabajadores de provincia que venían a buscarse la vida a la capital. En esa época surgieron los traperos, personas que iban por las casas recogiendo muebles viejos que reparaban y vendían, conocidos como ‘Los hombres del saco’. Luego llegaron los comerciantes de ropa, las antigüedades, y así hasta convertirse en el mercadillo más famoso de España y uno de los más antiguos de Europa. Darles una nueva vida a los objetos viejos, a las cosas que guardan recuerdos de otras personas, es para mí lo que lo hace tan especial y lo que me lleva de nuevo a revivir mi infancia. Y es lo que veo que viven las personas que visitan El Rastro. Por eso es tan habitual escuchar: esta vajilla la tenía mi abuela, esta cámara la vi en casa de mi padre… Hoy en día es muy normal ver a influencers e instagramers, incluso a artistas, recorriendo el gran mercado en busca de objetos especiales, que ya no se encuentran en otros sitios», detalla la fotógrafa.

Alejandra Seijas, autora de "Todo Rastro Madrid"
Alejandra Seijas, autora de "Todo Rastro Madrid"La RazónAlejandra Seijas

El Rastro tras la pandemia

No obstante, el mercadillo no fue excepción en haber sufrido las consecuencias de la grave crisis económica y social que dejó la COVID-19. Los comerciantes se vieron muy afectados y todavía siguen sufriendo: «La pandemia fue un durísimo golpe. Las tiendas y, sobre todo los dueños de los puestos ambulantes, se pasaron muchos meses sin poder trabajar y sin ingresos. Como consecuencia de este desastre y de la falta de ayudas de las instituciones, un alto porcentaje tuvo que cerrar. Fue una época de muchas manifestaciones de los comerciantes que solo buscaban que los escucharan y los tuvieran en cuenta. Por el hecho de levantar la voz y de salir a la calle, se ganaron todo mi respeto», apunta Alejandra. Y por equilibrar la balanza con un episodio memorable, recuerda a Filomena como uno de los momentos más fugaces y felices de la zona: «Tuve la suerte de vivirlo y pude disfrutar de la nieve y fotografiarla como se puede ver en el libro. Esta felicidad duró poco, pero nos dejó unas estampas únicas y preciosas».

Cocido, caracoles y (más) arte

En el libro de Alejandra se pueden encontrar 273 páginas completas de escenas y lugares que la fotógrafa considera imprescindibles: «Por poner algún ejemplo, la gastronomía del Rastro es uno de los placeres que te encuentras al visitarlo, por eso llena un capítulo entero. Si te gusta el cocido madrileño, para mí el mejor es el del ‘Malacatín’. Me encantan los caracoles de ‘Amadeo’, las cañas en el bar ‘Rivas’, la tortilla en ‘Donde el Rastro’… si me pongo no paro. Si vas por primera vez no hay que perderse las antigüedades de las ‘Galerías Piquer’ y las ‘Nuevas Galerías en Ribera de Curtidores’. Cada rincón del Rastro es imprescindible. Llevo más de ocho años recopilando imágenes, conociendo gente, probando, tratando, regateando….». Y es que, gracias a su trayectoria y experiencia , ha sabido darle la publicidad que merecía en sus redes sociales, hasta convertirse en un referente para cerca de 95.000 personas en recomendaciones del lugar. «Mi primer objetivo fue dar a conocer mis fotografías, que le llegaran a gente que no lo conocía. Y me di cuenta que las redes sociales, en especial Instagram, podría ser el camino. Empecé hace años sin mayor pretensión que mostrar mi trabajo y compartir todo lo que iba aprendiendo. Ahora una de las secciones que más me gustan y que me hizo crecer en redes fue la de ‘Rastrostyle’, videos en los que la ‘gente maja’ cuenta qué es lo que más disfrutan de su plan dominguero. Así, poco a poco fui creciendo en seguidores. Ahora somos una comunidad de casi cien mil personas», aclara Alejandra.