Opinión

Acampada en la facultad

"La paz hoy también es combustible belicista para avivar la tirantez política"

GRAFAND1109. MÁLAGA, 09/05/2024.- Organizaciones de estudiantes y de apoyo a Palestina durante el encierro-acampada que están realizando este jueves para reclamar que se pare la guerra en aquel territorio, acción reivindicativa que han fijado en la Biblioteca General de la Universidad de Málaga . EFE/ Daniel Pérez
Estudiantes en un encierro en la facultadDaniel PérezAgencia EFE

Los estudiantes ocupan los campus, porque la juventud es idealista e idealizadora, y antes que estudiantes son jóvenes y les gusta batallar las utopías. Después de tanto acusarles de conformistas y rebeldes sin causa, los estudiantes han encontrado su propio sesentayochismo y han ocupado los jardines universitarios del conocimiento, que es el césped donde se ha disputado el partido de tantas ideas, aunque la mayor parte acabara en carreras por la banda para esquivar grises. Ahora, el alumnado de facultad ha acampado para reclamar la paz, pero sin reparar que la paz, esa idea de concordia que suscribiría Walt Whitman, hoy es combustible belicista para avivar la tirantez política que vivimos/padecemos donde cualquier excusa, también la paz, los derechos humanos y lo que haga falta, es material leñoso para prender las hogueras de los sectarismos y animar enemistajes en las bancadas políticas.

Tenemos así unas aulas nostálgicas de ideales y de luchas, que han abandonado por un rato el sueño eterno de las pantallas, y lo que se han encontrado es el caos de unos políticos que ni siquiera son capaces de reencontrarse en lugares tan comunes como los beneficios que procura la paz para unos y para los otros. Los bachilleres se han montado un camping festivo y la reacción de los gobernantes oscila entre consentirles la gamberrada o desalojarlos a hostias, lo que prueba lo cortos que van estos de improvisación y de cintura. Lo que viene a quedar aquí, más que una postura, es el retrato contrapunteado y claroscuro de dos edades. El de unos chavales que buscan su voz y un mundo de circunferencia más justa, y unos adultos, anestesiados de empatía y vendidos a sus imposturas, que son incapaces ya de diferenciar nada y que, en lugar de simpatizar con sus inocencias, recurre a descalificarlos, a pesar, también, de sus abrochadas razones.