Historia

Adiós a los Campos Elíseos de Madrid

Este antepasado de los parques de atracciones desapareció para dar paso al nuevo barrio de Salamanca

Una imagen de la Ría
Una imagen de la RíaBNE

Diversión. Allá por el siglo XIX, como en el pasado más remoto, como hoy en día, todos buscaban y buscan pasar un buen rato. Y si no cuesta demasiado dinero, mejor. Los parques de atracciones o las ciudades de recreo no son una novedad. En Madrid, ya hace un tiempo, existieron espacios de asueto. Y más de uno. Los más conocidos y reconocidos, fueron el Tívoli, las Delicias y el Apolo. El primero estaba donde ahora se encuentra el Hotel Ritz, lugar donde allá por 1885 se levantó el Circo Hipódromo, y donde después, se trasladó el teatro de Maravillas que acabó por llamarse Tívoli. El jardín de las Delicias se encontraba en Recoletos, un lugar a un paso del Paseo del Prado, espacio de solaz desde hacía decenas de años, por donde más adelante se levantó el primer Circo Price. Y luego tenemos el Apolo, que estaba en lo alto de la calle de Fuencarral, entre la calle del Divino Pastor y la calle que se llamó de Peninsular, más tarde conocida como Malasaña.

Baile en los Campos Elíseos
Baile en los Campos ElíseosBNE

El que nos ocupa, el de Campos Elíseos, fue ideado y puesto en marcha por el empresario catalán José Casadesús. Un nuevo lugar de diversión para los madrileños que estaba en sintonía con otros similares en grandes capitales europeas como París, Berlín o Viena. Aunque a diferencia de alguna de aquellas, que nacieron con voluntad de permanecer en el tiempo, la de Madrid tenía fecha de caducidad: quince años. Y es que, según el contrato con el Ayuntamiento de la Villa y Corte, esos terrenos estaba previsto que se incorporaran a los nuevos planes urbanísticos que tenía en mente el marqués de Salamanca.

Con todo, entre que se ponía en marcha o no todo aquello, el negocio de los Campos Elíseos estaba en marcha. La entrada a estos jardines no era gratuita, aunque existían diversas tarifas para los asistentes. Por un lado había un precio de dos reales para la permanencia en el parque hasta las cinco de la tarde, una tarifa que se doblaba para las estancias más allá de esa hora. Doce duros era el precio de una especie de «abono» o pase anual para el parque, aunque el precio de las atracciones del interior no estaba incluido. Un buen negocio que facilitó pingües beneficios a su ingenioso creador.

Un lugar, en el entorno de la calle de Alcalá, que ocupó unos 130.000 metros cuadrados delimitados por la mencionada Alcalá y las calles, entonces en construcción o en proyecto, de Castelló, Velázquez y Goya.

Plaza de toretes
Plaza de toretes BNE

Hablamos del primer parque de atracciones de la capital española, en el que había espacio para los bailes más en boga para la época, conciertos, una montaña rusa e incluso existía una ría navegable y un cosmorama, algo similar a lo que hoy llamaríamos espectáculo de realidad virtual inmersiva. Por haber, hasta tenía una pequeña plaza de toros. Los Campos Elíseos, pese al impulso empresarial de su iniciador, pertenecieron a la familia González Isern y aunque en un principio fue el jardín de recreo preferido de los madrileños, la apertura al público en 1868 del cercano Parque del Retiro y la preferencia del público por éste provocó su fracaso posterior. Además, el Retiro era gratis, algo clave en todo esto de las diversiones «al menor precio posible».

El jardín tuvo su puntilla en 1870, con las obras del inicio del barrio de Salamanca. Lo último que desapareció fue la plaza de toros en 1881.

Con la llegada de la década de 1880, la expansión de la ciudad con el que sería el barrio de Salamanca empezó a afectar al propio parque y tuvo que ser demolido, tal y como se había acordado con el Ayuntamiento. Poco a poco, muchos de sus elementos empezaron a desaparecer y, actualmente, el único resto de aquellos jardines se encuentra en el palacio de la marquesa de Zafra, en forma de templete griego. Poca cosa para un espacio que tanto divirtió a los madrileños.