Cuesta de los Ciegos
Este fue el Madrid que conoció San Francisco de Asís
Un empinado camino que oculta pasadizos hasta el Palacio Real bajo sus 254 escalones
No son las cuestas de la californiana San Francisco... pero se le parece.
Desde la calle Segovia hasta la plazuela de la Morería, en una parte de Madrid donde pocos turistas se atreven a aventurarse, allí donde comienzan los Jardines de las Vistillas, discurre una de las calles más empinadas del Madrid de los Austrias.
La Cuesta de los Ciegos cuenta con un total de 254 escalones, bajo los cuales discurre un intrincado sistema de pasadizos de dos metros de alto por uno de ancho que llegan hasta el Palacio Real, y por el que, presuntamente, pasaban quienes deseaban huír de la ciudad sin ser vistos. Realidad y leyenda en distintas proporciones.
Por aquello de que los tiempos pasados no siempre fueron mejores, conviene recordar que estas escaleras tan ordenadas, tan bien conservadas, no eran así en el pasado. Hasta hace relativamente poco los escalones se intercalaban con zonas de arena y cuesta, lo cual hacía la zona bastante intransitable y se la conocía como la Cuesta de Arrastraculos.
Todo en este Madrid actual tiene un algo de leyenda, y este camino, ahora para el disfrute, también. Cuentan que en 1214 San Francisco de Asís, marcado por su viaje de peregrinación a Santiago de Compostela, pasó por Madrid, por entonces ni capital ni ciudad relevante, e instaló su vivienda en lo que hoy se conoce como la Real Basílica de San Francisco el Grande.
El santo pobre de Asís vivía de la limosna que le ofrecían sus vecinos. Un día, según apunta la leyenda, le obsequiaron con una ánfora de aceite, a su vuelta a la cabaña se encontró en la empinada cuesta con un grupo de invidentes, él les frotó los ojos con dicho aceite y los ciegos recuperaron la vista. Un hecho que marcó sin duda a aquellos ciegos y a la ciudad de Madrid, que incorporó aquel nombre a este espacio.
Como en todo en esta vida, existen otras interpretaciones del origen del nombre de esta cuesta y sobre sus protagonistas. Una anécdota no tan virtuosa hay que decir. Se afirma que, al parecer, el Santo había llevado unos peces al Prior de San Martín (una de las viejas parroquias de Madrid) y este a cambio le dio un cántaro con aceite.
Aquí es cuando llega la anécdota de los ciegos que recuperaron la vista... sin embargo hay otra historia. Más oscura. La segunda parte de esta leyenda es que también cuenta que dos moriscos quisieron engañar al santo y se hicieron pasar por ciegos para que éste les curase con aceite.
Francisco se percató del engaño, les frotó los ojos con el aceite dejándoles ciegos. Ante las súplicas de los moriscos, el santo de Asís les conminó a llevar una vida de trabajo y decencia que éstos pronto cumplieron, recuperando así la vista.
Este es el milagro que da nombre a la calle actual: La Cuesta de los ciegos que hoy en día tiene forma de escalinata de granito. Con recuerdo incluido de los tiempos de la II República, con una fuente en la calle Segovia que hoy en día conserva el escudo almenado republicano.
El encanto de la escalera, no está sólo en la leyenda que le adorna. O en el conjunto de pasadizos que se ocultan bajo el suelo. La magia de las escaleras y su belleza, su originalidad, no ha pasado desapercibida a todos los que las contemplaron con ojos sensibles a su impronta artística. Ahí están las películas rodadas en la que aparece su singular forma. Desde ”Los chicos” de Marco Ferreri a ”La busca” de Angelino Fons, pasando por ”El jardín secreto” de Carlos Suárez o ”Después del sueño” de Mario Camus. Un espacio único que surge unido al recuerdo del pobrecito de Asís y se ha convertido en espacio cinematográfico de leyenda.
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