Emprendedores
La pionera que renunció a Madrid por sus gallinas y 2.000 vecinos
Pazo de Vilane (Lugo) es un ejemplo de que se puede alcanzar el éxito empresarial trazando la dirección contraria al masivo éxodo rural
El pasado domingo las mujeres emprendedoras celebraban su Día Internacional para visibilizar sus historias de riesgo y superación personal. Otro ejemplo es el de Nuria, pionero de la industria del huevo campero en España. Como ella misma cuenta a LA RAZÓN, «lo dejé todo por este proyecto» –ahora bajo el nombre de Pazo de Vilane–.
Nuria estudió Económicas en Madrid, para después trabajar en Londres. Precisamente allí, en una de las ciudades con más intensidad económica del mundo, tuvo la visión de volver a sus raíces, a la finca familiar en Lugo. En Reino Unido, a finales del pasado siglo, los huevos camperos, ya eran una realidad, sin embargo, en España los huevos de las grandes industrias seguían acaparando todo el mercado, resultando imposible encontrar otra variedad.
Como bien recuerda la protagonista, «lo más difícil al principio fue que los bancos confiaran en el proyecto. Era misión imposible encontrar financiación porque no veían retorno de la inversión posible». Con todo y con eso, ella conservó su fe ciega en un nicho aún sin explotar y con grandes posibilidades de crecimiento: «En Galicia el huevo ‘de las aldeas’ siempre ha tenido mucha reputación y yo estaba segura de que podía funcionar igual a nivel nacional». Hoy dirige una empresa de más de 50 empleados.
Reconoce que para llegar hasta aquí ha tenido que hacer importantes sacrificios, como abandonar su anterior carrera profesional o renunciar a la mayoría de relaciones sociales que tenía por aquel entonces. Así, su caso de éxito demuestra que se puede triunfar recorriendo el camino inverso al éxodo rural, desafiando la tendencia, porque las oportunidades no solo se esconden en las grandes urbes. Bien podría ella acuñar la expresión «la gallina de los huevos de oro» .
Nuria ha vivido la explosión del mercado del huevo campero. «Al principio estábamos solos y nadie confiaba en nosotros, y en los últimos años todas las grandes marcas han querido sumarse al negocio, en cuanto han detectado la oportunidad», asegura. El huevo campero es un ejemplo más de que el consumidor ha vuelto a creer en el producto auténtico y bien tratado, aunque conlleve hacer un pequeño esfuerzo en el presupuesto de su lista de la compra, o en su defecto, renunciar a algún producto «gourmet». Precisamente, Nuria repite con frecuencia el concepto «valor añadido», una idea muy extendida en el «marketing» de hoy, pero aún sin explorar a finales de los 90.
Ahora, con un mercado más masificado, Pazo de Vilane necesitaba diferenciarse de la creciente competencia, sin presupuesto para invertir en una gran campaña de comunicación. Así, decidieron apostar por un «packaging» disruptivo, que volvía a romper con la industria tradicional y su práctico envoltorio de aislamiento acústico. Además, un diseñador gallego ingeniaba su ya emblemático punteado en forma de gallina. Todo en casa.
Desde Antas de Ulla, un pequeño municipio de Lugo de apenas 2.000 habitantes, desmiente algunos tópicos sobre la vida rural: «Vivir en el campo o en la España despoblada ya no es como antes. Internet ya impide el aislamiento social de antaño. Y en concreto, en Galicia se ha hecho un esfuerzo por no abandonar las aldeas, con una red de transportes que te permite estar conectado con un núcleo importante en poco más de media hora».
Una empresa comprometida
Hace 27 años, Nuria entonaba su próspero «Miña Terra Galega», convirtiendo una idea de negocio en un motor de la economía local y una referencia a nivel nacional. Como aseguran en su portal web, su misión no consiste en fabricar huevos, «sino en cuidar gallinas». El bienestar animal y la producción sostenible están integrados en su razón de ser. Garantizan así que «nuestras gallinas son criadas en libertad, les damos el mejor alimento, las cuidamos para que vivan sanas y sin estrés y les proporcionamos un entorno donde pueden vivir de acuerdo con su naturaleza». Por si fuera poco, este compromiso se extiende al consumidor, a quien recomiendan recetas sanas y caseras, ofreciendo también su gama de mermeladas artesanales. Además, se ocupan del mantenimiento de los pazos, santo y seña del patrimonio de la zona.
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