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Opinión

Quemados

Las autoridades sanitarias nos vienen advirtiendo de que la guapura veraniega es un Trending Topic cancerígeno

El bronceado era un color del proletariado, de braceros y de gentes que se ganaban el pan con el sudor de la frente CLÍNICA UNIVERSIDAD DE NAVARRAEUROPAPRESS

La piel también es ideología. El hombre, sobre todo, es un animal político, como defendía alguien por ahí, y eso comienza en ese verso íntimo que es la epidermis, el lugar donde comienzan todas nuestras profundidades. Se mira la racionalidad que somos en los aterrazamientos de nuestro pensamiento, pero nadie guarda la prevención de que toda esa lógica está determinada por lo que está más expuesto, lo cutáneo.

La piel está en el debate de nuestros veranos porque se quema. Lo sano, ya lo sabían nuestros tatarabuelos, que por eso se largaban a nuestros nortes galaicos, para sestear los aprietos del estío, es mantenerla apartada del sol, lo que significa que los oriundos de la piel de toro debemos sujetarla en ese blanco natalicio que nos ha dado la tierra, ese blanco geisha que protegen los soportales y que mantienen las vidas que discurren entre umbrías y parterres, como esas heroínas imaginadas por Valle-Inclán, que eran todas lánguidas, hermosas y enfermizas. Esto de la piel siempre ha tenido una dimensión social, que unos han aprovechado para hacer categorías de raza y el industriaje para vender cremas protectoras. Aquí, durante años, el moreno era un color de menestral, del obreraje de la construcción, que son los que lucían el pecho enrojecido por el sol.

El bronceado era un color del proletariado, de braceros y de gentes que se ganaban el pan con el sudor de la frente y no de banqueros, leguleyos o emprendedores. Pero eso cambió cuando se arrancaron las vacaciones al empresariado y a partir de ahí lo que era de pobres era estar blanco, que denotaba penuria económica y pocos ensanchamientos pecuniarios para irte a torrar en la playa de algún Magaluf.

Así, el moreno juvenil y presidencial de JFK era la bandera de un estatus social de familia progre y rica, como el rostro asoleado del Julio Iglesias era la ilusión del nuevo rico que podía vivir en Miami rodeado de palmeras y alarmas de seguridad. Por estos lares lo que teníamos era el bronceado marbellí de la España del pelotazo, esa década de papel cuché que nos dejó la inmortalidad de un Jesús Gil en bañador y toda esa colección de pititas de sonrisas tristes.

Toda esta presión por aparentar morenazo ibicenco o mallorquín, morenazo de chiringuito o de toalla playera, sigue vigente, pero va camino de su epígono porque las autoridades sanitarias nos vienen advirtiendo de que la guapura veraniega es un Trending Topic cancerígeno, aunque por los EEUU parece que da igual. Allí quedan minorías que consideran que eso de la ciencia es propaganda y han decidido pasar de la medicina y presumir de quemazones solares y hacer de la piel, de su piel, un cartel electoral, una posición política, un programa de partido. Quizá, porque para ellos pensar no es reflexionar, sino ir a la contra.