Muslo o pechuga
El restaurante madrileño que viene buscando (y ha encontrado) la excelencia desde 1911
Es uno de los espacios gastronómicos más armoniosos y completos de la capital. Cocina y sala forman un engranaje soberbio
El otoño no solo trae los primeros fríos y las hojas caídas, también es tiempo de los más codiciados mariscos y pescados, y de maremotos en el mundo gastronómico con las esperadas estrellas de la guía roja. Siempre nos sorprenden con algunas novedades, pero lo realmente importante son las consolidaciones y evoluciones de los que han ido ocupando con pie firme su puesto en este vanidoso pero efectista olimpo.
En el caso del singular templo marino que nos ocupa, el ya mítico en su corta trayectoria Desde 1911, del que podemos hablar de una clarísima consolidación. De un recoger el guante y afrontar el duelo con la firme intención de ir a más. A juicio de uno, ya sujeta con firmeza el llamador de la puerta de las dos estrellas. Reúne sin duda uno de los espacios gastronómicos más armoniosos y completos de la capital, con un hermoso recipiente en el que cocina, sala y puesta en escena formulan un engranaje soberbio.
Se trata sin lugar a dudas de un restaurante de producto, y de qué maravilloso nivel, pero a su vez dispone de una gran cocina en la que además de tratar de elegantísima manera esos productos, también nos proponen combinaciones creativas y no exentas de técnica que hacen que el disfrute de los diferentes pases sea aún mayor.
El concepto de que Madrid es el mejor puerto del país es algo que aquí elevan a la excelencia, consiguiendo traer los mejores productos de todos nuestros mares en tiempo récord para que, desde el corazón de España, sea todo un lujo poder disfrutar de los mejores manjares de nuestro extenso y variado litoral. No hay pescado o marisco que se precie que no haya visitado este mágico sitio. No existe carta, todo va cambiando en función de los productos y lo mejor de cada temporada. Uno solo tiene que elegir el número de entrantes, que siempre complementan con alguna sorpresa, y luego un plato final que será el pescado del día elegido por el equipo y que exponen de forma museística a modo de naturaleza muerta en una urna de cristal para que todo comensal pueda verlo. Es una manera casi mística, diría que una forma pseudo religiosa de venerar el producto marino.
Todo se enseña en este lugar
En esa coreografía perfectamente diseñada por el gran Abel Valverde, gran maestro de sala, te van mostrando los productos para que vayas conformando el lujurioso banquete que vas a disfrutar. Primer, los mariscos y pescados, luego los ahumados, más tarde los quesos, después los postres, los chocolates y finalmente los licores. Que deleite más absoluto es ver pasar ese sin fin de maravillas por delante de uno, haciendo trabajar nuestras mentes y nuestro deseo, generando saliva que acelera las ganas de ir probándolo todo.
Bodega extensa
Y en este sin fin de goces, no podía faltar una bodega extensa y variada, donde al igual que en la comida, todo se encuentra en su punto óptimo y se puede encontrar el aliado perfecto para cada plato.
Hay restaurantes en los que uno va únicamente a disfrutar de las viandas que se ofrecen. Hay otros en los que modo de sinfonía el disfrute va mucho más allá. Cada de talle cuenta y todo, a su debido tiempo, tiene importancia. Desde iniciar la alegría en el patio con un sutil aperitivo, hasta culminarla en ese mismo lugar fumando un buen habano con una gloriosa copa de armagnac en la otra mano. El placer de la inteligencia en los sentidos.
Las notas
BODEGA 9
COCINA 9
SALA 10
FELICIDAD 9
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