Tradiciones
La Virgen de la Paloma, el legado que une a Madrid y los bomberos
Manuel Cerrillo bajará el lienzo de 80 kilos que en los años setenta bajó su padre siguiendo la tradición castiza
Cada 15 de agosto, Madrid se detiene ante una de sus tradiciones más queridas: la bajada del cuadro de la Virgen de la Paloma. No es solo una ceremonia religiosa, sino un momento que une historia, identidad y fe. Los bomberos madrileños son sus custodios y, este año, el protagonista es Manuel Cerrillo, que revive un recuerdo de infancia marcado por la foto de su padre (también bombero) realizando el mismo gesto décadas atrás.
Aunque la patrona oficial de Madrid es la Virgen de la Almudena, para el pueblo madrileño la Virgen de la Paloma ocupa un lugar único. Su fiesta, ligada al 15 de agosto, es una mezcla de fervor religioso, barrio en la calle, chotis, mantones y verbena. El momento más esperado es siempre el mismo: ver cómo desde el retablo baja, lentamente, el cuadro que guarda una de las devociones más antiguas y queridas de la ciudad.
El honor de guiar el lienzo este año recae en Manuel Cerrillo. Cuando habla de ello, no puede evitar emocionarse: «Empieza ese gusanillo en el estómago cuando se acerca la fecha. La tengo delante y pienso: que salga todo bien. Mucha emoción, muchísima», confiesa.
Un gesto que viene de familia
En la casa de los Cerrillo siempre hubo una foto especial. En ella, un bombero descendía el cuadro de la Virgen de la Paloma. Era su padre, que en 1978 recibió el encargo. Años después, Manuel entendió lo que significaba aquella imagen.
«De pequeño no sabía muy bien qué era hasta que un día le pregunté: “Papá, ¿tú bajaste el cuadro?” Y me dijo que sí, como si no fuera nada. Pero para mí pronto empezó a serlo. Desde entonces, cada vez que veía la foto pensaba que algún día podría hacerlo yo. Sin ninguna expectativa, porque en el cuerpo hay compañeros con más antigüedad y experiencia… pero ese momento llegó».
Cerrillo lleva casi 25 años como bombero del Ayuntamiento de Madrid. Dice que el tiempo se le ha pasado volando y que aún siente que «acaba de entrar». El próximo 15 de agosto, con casco y arnés, estará frente a frente con la Virgen, guiando el lienzo de más de 80 kilos con la misma delicadeza que vio en su padre.
Bajar el cuadro es un trabajo vertical de precisión. «Hay que hacerlo muy despacio, con pasos controlados y estudiados. El esfuerzo grande lo hacen los compañeros que están abajo, que lo desenganchan y sujetan el peso; yo guío, pero el trabajo es de todos. Bajarlo no es lo difícil, lo más duro es subirlo después», explica.
Ese momento, asegura, lo vivirá acompañado de sus padres (ya fallecidos) y de sus hijos. «Soy bombero gracias a mis padres, que me apoyaron siempre, y puedo dedicarme a esto gracias a mi mujer y mis hijos, que nunca me han reprochado nada y siempre me respaldan. El viernes pediré salud y que haya el menor trabajo posible para médicos y bomberos, porque eso significará que la gente está bien».
En la familia de Manuel, la profesión es casi un apellido. Tres hermanos de la primera generación fueron bomberos; luego entraron él y su primo. Su hija de 14 años ya sueña con seguir el mismo camino que su padre.
Para entender la fuerza de esta tradición, basta con escuchar al vicario de la parroquia, Marcos Paz Rincón. «La Virgen de la Paloma significa mucho más que una festividad mariana. Representa lo propio, lo que caracteriza al pueblo de Madrid: una madre que se acerca, que no olvida a sus hijos, que nació en un barrio humilde y que muestra el amor de Dios con ese gesto de cuidado constante», afirma.
Los bomberos, explica, forman parte inseparable de esta historia. Según la creencia popular, en el siglo XVII un gran incendio en la Plaza Mayor no se podía apagar hasta que el pueblo llevó imágenes religiosas, entre ellas la de la Paloma. «Se cuenta que cuando la imagen llegó, el fuego comenzó a extinguirse y los bomberos pudieron sofocarlo. Desde entonces, la tomaron como patrona popular, como esa madre solícita que vela por su pueblo».
El 15 de agosto no termina con la bajada del cuadro: sigue con la procesión por las calles de La Latina, la música, la gastronomía y un programa de actos que mezcla el barrio con toda la ciudad. Este año, además, en la víspera habrá vigilia de jóvenes hasta la madrugada y la tradicional novena.
Cuando Cerrillo recuerde ese día, seguramente verá algo más que un acto técnico o un turno de trabajo. Será el momento de perpetuar una tradición que une servicio y devoción, de verse reflejado en aquella foto de su infancia y de sentir que, al bajar el cuadro, no solo está cumpliendo una responsabilidad, sino también devolviendo a Madrid el amor con el que la Virgen de la Paloma lo ha protegido siempre.