Medio Ambiente

Pangolín, ¿culpable o víctima del coronavirus?

El pangolín se ha convertido en uno de los posibles intermediarios del coronavirus. Sin embargo, su supuesta “culpabilidad” en esta crisis de salud pública, desenmascara la situación de debilidad de muchas especies silvestres como esta

El pangolín se trata de un pequeño mamífero mide unos 60 cm y puede llegar a pesar hasta 30 kilos
El pangolín se trata de un pequeño mamífero mide unos 60 cm y puede llegar a pesar hasta 30 kilosJIMIN LAIEPA

El brote epidémico del coronavirus sigue cebándose, especialmente entre la población china. Al cierre de esta edición el número de muertos superaba los 2.000 y el de contagiados los 74.000. Su origen se sitúa en un mercado de la ciudad de Wuhan donde animales vivos, domésticos y silvestres, convivían a escasos centímetros amontonados en sus jaulas. Aquí se podían comprar zorros vivos, cocodrilos, salamandras, cachorros de lobo… y así hasta 112 animales o partes de ellos, informa AFP. Los animales pueden entrar en contacto con las heces de especies portadoras y convertirse en intermediarios de la propagación. En toda esta crisis se ha obviado algo evidente: la interacción entre animales y personas en mercados sin buenos controles veterinarios. Sin dichos controles, estos mercados húmedos son muy peligrosos", explica Víctor Briones, catedrático de Sanidad Animal de la Universidad Complutense de Madrid.

La falta de control sanitario parece estar detrás de las causas de la epidemia. Desde que surgió la crisis no se ha dejado de buscar un culpable, un origen. Sin embargo, la revelación del nombre de los “animales culpables” ha destapado paralelamente problemas más graves. A la falta de control veterinario se une otro con más complejidad si cabe: el tráfico ilegal de especies. Este negocio es ya junto al de droga uno de los más rentables del mundo para las mafias. Al año genera entre 10.000 y 26.000 millones de dólares de beneficios, según datos de la ONU.

El primer sospechoso de transmitir el coronavirus fue una especie local de murciélago. “Son portadores, pero no son víctimas del tráfico ilegal”, explica Gema Rodríguez, técnico del Programa de Especies Protegidas de WWF. Luego apareció en escena un tipo de serpiente y por último llegó el pangolín, una especie en peligro de extinción y que ha puesto el foco de interés mediático no sólo en la enfermedad sino en el peso de una actividad ilegal, que causa problemas a la biodiversidad y genera riesgos para la salud humana. “Hay un parecido elevado, de hasta un 90% de coincidencia, entre el genoma aislado de los virus de las personas infectados y el de los murciélagos. A ellos se sumó una serpiente como posible transmisor, aunque se sospecha que es poco probable que sea intermediario. Luego un estudio alertó de que este virus ha aparecido en pangolines y son un 99% iguales a los que portan los contagiados”, continúa Briones. El estudio al que hace referencia lo publicó la Universidad de Agricultura del Sur de China hace unas semanas, aunque los expertos están esperando que aparezca referenciado en alguna revista de prestigio internacional como Nature. “¿Podrían estos resultados haber sido causados por la contaminación de un ambiente altamente infectado”, se pregunta la NBC.

Más allá de ponerle cara “al culpable”, muchos expertos llevan años alertando de los riesgos del comercio de vida salvaje en el posible origen de nuevas pandemias como esta. Desde la organización conservacionista WWF alertan: “Ha habido varios casos de transmisión de enfermedades de animales a humanos a través de intermediarios, en algunos casos salvajes y en otros domésticos”. Briones está de acuerdo: “El tráfico ilegal ayuda a la aparición de pandemias. Si ya hay riesgo en el caso de animales domésticos, en el de silvestres y provenientes del tráfico ilegal aun más, por ejemplo en el caso de los terneros se sabe que durante los viajes pueden desarrollar la llamada fiebre del transporte solo por el estrés. Cuando sucedió lo de las vacas locas, se tenía la trazabilidad completa hasta llegar al animal enfermo. En el caso de animales salvajes, no se puede identificar el origen exacto. Además en este tipo de tráfico no se garantizan las condiciones de bienestar animal que se exigen para los domésticos. Los animales tienen un sufrimiento indecible y muchas veces llegan muertos porque no soportan las condiciones de traslado. Y si encima hay muertes, los que quedan vivos revalorizan su precio de venta. Un animal estresado es un caldo de cultivo para los patógenos, por lo que el tráfico ilegal favorece que desarrollen enfermedades”, afirma el investigador.

El pangolín es el campeón del tráfico ilegal. Las estimaciones dicen que de todo el comercio ilegal de especies, este pequeño mamífero representa nada menos que el 20%. “Los cálculos hablan de que se han cazado de forma ilegal un millón de ejemplares en los últimos diez años. Sin embargo, un reciente estudio de la Universidad de Sussex (Inglaterra) cuantificaba en más de 2,7 millones el total de pangolines cazados en un sólo año en varios países de África. Como las especies asiáticas son las que peor se conservan, ha aumentado la presión sobre las poblaciones del continente africano. En realidad, es una pena que el coronavirus haya puesto el foco de atención sobre la situación crítica de esta especie, cuando por sí sola muestra la relevancia del tráfico ilegal que tanto daño hace a la biodiversidad y supone un potente problema de salud pública”, continúa la portavoz de WWF. En algunos medios se dice, no sin cierta razón, que parece que más que preocuparnos la biodiversidad, lo que nos preocupa como especie es que la Naturaleza en algún punto se vengue de nosotros, como puede parecer este caso.

Tanto en China como en Vietnam el consumo de pangolines es muy valorado por su carne, considerada como un manjar. Además, las escamas tienen un uso extendido en la medicina tradicional china; se les atribuyen propiedades para tratar el asma, el reumatismo y la artritis. Las ocho especies que existen en el mundo están amenazadas y dos de ellas están catalogadas en la categoría de en peligro crítico por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN). A nivel internacional el comercio internacional de pangolines está prohibido desde 2016 por el Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (Cites). “Sin embargo, como es un convenio internacional no puede entrar en las legislaciones nacionales. En China está permitido el comercio nacional”, puntualiza Rodríguez.

No obstante, pocos días después del estallido del coronavirus, el gobierno de Pekín prohibió el comercio de animales salvajes y su venta tanto en mercados físicos como por internet por cuestiones sanitarias para impedir la propagación de la pandemia. “Es beneficioso porque detiene durante un tiempo la demanda interna y el mercado doméstico, aunque no se ha prohibido en países vecinos. En cualquier caso, las prohibiciones y las legislaciones nacionales o internacionales son papel mojado si no se realizan controles”, afirma la técnico.

Hay que recordar también que ya el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) se originó en un mercado similar de China en el año 2002. Varios corresponsales y medios afirman que en los mercados de Wuhan, la zona cero de la aparición del coronavirus, todavía se podía comprar civetas los días previos al estallido de la pandemia. ¿Por qué han cambiado tan poco las cosas desde 2002?, se preguntan algunos medios internacionales sobre la responsabilidad de las autoridades chinas.

La complejidad del tráfico legal se basa por un lado en tradiciones culturales fuertemente arraigadas y por otro lado, en las necesidades económicas, además de en leyes que no se cumplen: “Hacemos mucha labor informativa para que se reduzca la demanda, porque se ha demostrado que hay plantas que tienen las mismas propiedades médicas que los pangolines. Por otro lado, se deben generar otras oportunidades para las poblaciones locales donde se caza de forma ilegal, porque la venta de un sólo pangolín pueden generar ingresos de hasta mil euros en el mercado negro”, dice Rodríguez.

Mascotismo, souvernirs y tradiciones culturales

La organización conservacionista WWF puso en marcha hace ya dos años la campaña Stop Tráfico de Especies, una campaña de sensibilización ciudadana para quien viaje no compre determinados recuerdos. Sobre todo los que sustenta este negocio ilegal que pone en peligro algunas especies. España es un punto de interconexión importante en el tráfico ilegal internacional, sobre todo de aves procedentes de América Latina o de anguilas que se capturan directamente en la Península. También hay un comercio legal de pieles de reptiles y trofeos de caza que “muchas veces esconden actividades de tráfico paralelas. Es decir que se usan como coladero de especies protegidas”, dicen desde la entidad. También el mascotismo tiene un peso creciente en el tráfico ilegal. La crisis china origina un riesgo real de racismo contra una población que tiene arraigadas en su cultura ciertas tradiciones, aunque estas sean cuestionables, alertan varios medios. Es cierto que tampoco hay que irse muy lejos para encontrar “tradiciones” también de dudosa ética. Y eso porque el mercado en los países del primer mundo no se sustenta en supersticiones pero sí en parte en ver cualquier especie como mascota y objeto de deseo.