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Transición Energética

China, de espaldas al clima: autoriza dos nuevas plantas de carbón por semana

El gigante asiático pisa el acelerador y aprueba la mayor cifra de nuevas centrales fósiles en años. La capacidad de energía generada por estos proyectos en construcción es seis veces mayor que la suma de la del resto del mundo

 Varios trabajadores bajo la nieve en una estación de tren en China
Trabajadores sobre vagones llenos de carbón en la provincia central china de JiangsuHu Guolin EFE

China lleva tiempo intentando revertir su gran dependencia a las energías fósiles (es el primer importador de petróleo y gas licuado del mundo) mediante la creación de infraestructuras renovables que quitan el hipo. Por poner algún ejemplo, tiene entre manos instalar el megaproyecto de placas solares más grande del planeta en el desierto de Mongolia, la mayor turbina eólica que existe o cubrir con paneles todos los tejados del país. Pero su voracidad energética no termina en las fuentes de energía limpia.

Aunque no ha dejado de desplegarlas, el gigante asiático tampoco ha detenido su apuesta por los combustibles fósiles. De hecho, ha abierto aún más el riego. En 2022, el país elevó más de un 50% la capacidad de generación de las plantas de carbón respecto al año 2021. Durante el mismo periodo, la segunda economía del mundo expandió la capacidad del sector con la aprobación de licencias para levantar nuevos proyectos de energía de origen fósil por un total de 106 gigavatios (GW).

equivaldría a autorizar dos plantas de carbón por semana, como revelan los datos publicados por el Centro para la Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA) y el Global Energy Monitor (GEM). Además, multiplica por cuatro la cifra del año anterior y sería la más alta desde 2015. Se trata de la mayor expansión de permisos para construir centrales eléctricas de quema de carbón en los últimos siete años.

De los proyectos concedidos en 2022, más de la mitad de las nuevas plantas ya se encuentran en funcionamiento. Solo quedaban 60 GW por desarrollarse en enero de este año. Sin embargo, el informe resalta que es muy probable que su construcción comience pronto, concentrándose con los que se autoricen en 2023.

El análisis del CREA y del GEM pone en duda que se terminen construyendo todas las plantas anunciadas, pero alertan del riesgo de involución de este tipo de políticas para solucionar sus carencias. Y es que este movimiento de expansión encuentra su explicación en que China sufrió una oleada de apagones sin precedentes en 2021 como consecuencia de la falta de carbón (aumento de la demanda y escalada de los precios). Una crisis de escasez energética que, entre otros factores, se quiso prevenir en 2022 acelerando la aprobación de licencias para construir más plantas de carbón.

A contracorriente

En 2019, China emitió 7,61 toneladas métricas per cápita de CO2 a la atmósfera en una curva claramente ascendente. Mientras, la Unión Europea ha pasado de los 8,5 toneladas métricas de 1990 a los 6,1 actuales. Las organizaciones indican que la «masiva adición de la capacidad del sector del carbón no significa necesariamente que las emisiones de carbono aumenten» en el país, siempre que las energías limpias continúan creciendo y la demanda de electricidad se estabilice». No obstante, advierten que esta expansión «hará más costosos los compromisos de Pekín con el cambio climático».

El año 2030 es la fecha que ha fijado China para conseguir que sus combustibles no fósiles proporcionen el 25% de la energía. Según su presidente, Xi Jinping, ese será el año que el país alcance el «pico de emisiones de carbono» para después lograr la neutralidad en 2060 ante la creciente preocupación mundial sobre el calentamiento global. Lo cierto es que, en la actualidad, el carbón es el responsable del 60% de la generación de electricidad en China.

El gigante oriental sigue dependiendo de los combustibles fósiles para satisfacer las cargas máximas de electricidad de la demanda de una población de más de 1.400 millones de personas, a pesar de su inversión en energía limpia. Sin embargo, la justificación de que es necesario el «apoyo» del carbón para garantizar la estabilidad de las renovables no contenta a los investigadores del CREA, pues las provincias chinas que más fuerte están apostando por el carbón –Jiangsu, Guangdong, Anhui, Zhejiang y Hubei– son las más rezagadas en la instalación de plantas eólicas o solares.

«La adición continua de nueva capacidad de energía de carbón implica un énfasis insuficiente en superar las limitaciones de un sistema eléctrico que perpetúa la dependencia fósil», sentencia el think-tank. En el peor de los escenarios, continúan, «la presión de los propietarios de las plantas –políticamente influyentes– para hacer uso de las centrales eléctricas de carbón recién construidas conducirá a una moderación en la construcción de energía limpia de China». Y concluyen: «Esto podría significar un aumento importante en las emisiones de CO2 durante esta década, socavando el esfuerzo climático global e incluso podría poner en peligro los compromisos climáticos del país».