Entrevista
Daniel Knowles: "Hay tantos coches que los costes superan con creces a los beneficios"
Entrevista con el periodista de The Economist a raíz de su último libro-reportaje, en el que describe el auge del automóvil y los costos que todos asumimos como resultado
Están por todas partes. Ocupan espacio público, contaminan el aire y provocan accidentes. La solución no pasa solo por sustituir los coches de combustión por modelos eléctricos. El problema, según Daniel Knowles, es más profundo. En Carmagedonn, traducido como Autocalipsis al castellano (Ed. Capitán Swing), el periodista británico traza una brillante aproximación al impacto económico y social que asumimos al haber normalizado el uso del vehículo privado para cuestionar si, realmente, vale la pena.
Corresponsal en el Medio Oeste para The Economist, Knowles cubre historias en toda la región, pero está especialmente interesado en el gobierno urbano, el crimen, el cambio social y el transporte. Estudió Historia y Economía en Pembroke College de la Universidad de Oxford. Anteriormente trabajó en la Oficina de Asuntos Exteriores en Londres.
Dice que los coches han arruinado las ciudades. Pero, ¿no han traído también crecimiento económico y comodidad?
Mi argumento no es que los coches no sean útiles o valiosos. El problema es que ahora tenemos tantos, y hemos hecho cambios tan drásticos en nuestras ciudades, que los costes superan con creces a los beneficios. Tener un coche es cómodo, pero tu comodidad se compensa con el coste que tu coche impone a los demás. Han llenado el aire de contaminantes tóxicos, hacen las ciudades más sucias, más insanas, menos útiles y hacen que sea más peligroso estar en la calle. Si hablamos de un primer coche, si sólo hay uno, no es tanto. Pero, cuando hay millones, es mucho. En términos económicos, cada coche de más en la calle frena un poco a todos los demás. En Nueva York, antes de la llegada de las tarifas por congestión, el coste de un auto de más en las calles ralentizaba a todos los demás tanto que el coste social era de 160 dólares/hora.
¿Tener coche no da libertad?
Es un mito. En realidad, todos somos interdependientes de ellos. Para que puedas ir en coche a todas partes, necesitas carreteras, necesitas alguien que las pague y las mantenga, necesitas un sitio donde aparcar, necesitas toda una infraestructura para repostar, etc. Y lo que es peor, te hacen la vida mucho más difícil si no tienes uno. Muchas ciudades americanas están tan centradas en el coche que es prácticamente imposible desplazarse de otra forma. Los adolescentes están atrapados en sus casas de las afueras, incapaces de ir a ninguna parte a menos que uno de sus padres les lleve. En Houston (Texas), la autopista Katy Freeway tiene 26 carriles y hay 30 plazas de aparcamiento para cada residente, terreno suficiente para ocupar París diez veces. Mientras, en París o en Londres pueden desplazarse solos. Ir andando a casa de sus amigos o al colegio o donde sea. Son mucho más libres. Lo mismo ocurre con las personas mayores, los pobres o cualquiera que no tenga acceso a un coche.
¿Qué ciudades le inspiran por sus políticas de movilidad?
En el libro me fijo específicamente en Londres, París y Tokio. La tasa de congestión de Londres encontró mucha oposición, pero finalmente la ciudadanía la aceptó y, ahora, es una inspiración mundial. En los barrios desfavorecidos –muchos cerca de las vías más congestionadas– se estiman reducciones del 80% en la exposición de personas a niveles ilegales de contaminación. París demuestra lo mucho que se puede conseguir con la peatonalización y las bicicletas. Tokio me parece el lugar más interesante: se construyó tras la Segunda Guerra Mundial, pero nunca cometió los errores de otras. La lección que podemos aprender de ella es la importancia de no ceder espacio público gratis a los automovilistas. En la capital japonesa, si quieres comprar un coche tienes que demostrar a la policía que tienes una plaza de aparcamiento para él. Este tipo de políticas son increíblemente eficaces y, como resultado, la gente usa el coche muchísimo menos.
¿Cómo abordar la resistencia de quienes ven las restricciones al coche como un ataque?
Es un verdadero reto. Tener un coche parece volver loca a la gente. Creo que el truco está en mantener una conversación y, en la medida de lo posible, empezar por cosas pequeñas. En Nueva York, muchos conductores pensaban que el peaje de congestión sería terrible. Ahora están a favor porque el transporte es mucho más rápido, el aire es más limpio y la gente está más sana. Hay que aprovechar estos argumentos.
¿Ve un futuro sin coches?
No creo que nos deshagamos del coche por completo: es un invento muy útil, pero creo que podemos llegar a una situación en la que la mayoría de la gente no tenga uno en propiedad y lo alquile cuando realmente lo necesite: para transportar algo grande o para ir de viaje.