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Pinares belgas del Paular

Planeta Tierra

Ramón Tamames
Ramón Tamames Catedrático de Estructura Económica / Cátedra Jean MonnetCristina BejaranoLa Razón

Muchos madrileños no saben que dentro de su Comunidad, que contiene la capital del Estado, hay escenarios naturales de una belleza impresionante. Prácticamente en todo el territorio, 8.000 km2, que tiene una población próxima a los siete millones de personas, 3,3 en la capital y los demás en el resto de la antigua provincia.

Desde muy jovencito fui excursionista con mis hermanos y un grupo de amigos, entre los que destacaba Gonzalo Sol, hijo de Baldomero. Este último un verdadero líder montañero (Presidente de la Sociedad Peñalara muchos años). Quien entre sus estupendos ayudantes como odontólogo, tuvo durante varios años nada menos que al Dr. Félix Rodríguez de la Fuente, que por cierto a mí me hizo varios empastes. En Guadarrama, al pasar del pinar de Valsaín (12.600 Ha. con las Cabezas de Hierro), y cruzar el puerto de los Cotos, se entra en un área de profundo bosque, de «Pinus Silvestris», de cuya existencia siempre se sabía por un gran cartel: «Pinares Belgas del Paular» (2.016 Ha.). Ambas fincas están incluidas hoy en el Parque Nacional de Guadarrama, bajo el control de propiedad y mantenimiento de la entidad «Parques Nacionales», del Ministerio de Medio Ambiente y Reto Demográfico.

La compra por el Estado de los Pinares Belgas en 2022 fue un hecho histórico: la anterior propiedad belga se originó en los tiempos de la desamortización de Mendizábal, en la segunda mitad de la década de 1830, y la gran masa forestal fue mantenida por la propiedad foránea en excelente estado de conservación.

Seguramente más adelante podremos narrar en esta misma columna un viaje, nada exploratorio, pero sí de lo más interesante, estoy seguro, que tenemos en previsión la «Sociedad de Pensamiento Lúdico» que tengo el honor de presidir. Tendremos en esa excursión un excelente guía: Julio Vías, gran experto y autor de varios libros sobre Guadarrama. Les contaremos, sin olvidar la« Poza de Sócrates» y el propio Monasterio de El Paular, tan rememorado por Pío Baroja en una de sus mejores novelas.