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Embalses
Radiografía de la sequía en España
¿La situación actual se traduce en un panorama desolador para nuestras reservas hídricas? Lo cierto es que el conjunto de agua embalsada en Extremadura daría para el consumo humano de toda la región durante 90 años
España mira al cielo. Las lluvias no llegan al sureste peninsular y, para colmo, abril cierra con un episodio de intenso calor. Una cosa es clara: será preciso continuar con la pertinaz lucha que nuestro país mantiene desde toda la vida contra la sequía. Pero, ¿se traduce esto en un panorama desolador para nuestras reservas hídricas?
Es cierto que los embalses se encuentran al 50,1% de su capacidad, muy por debajo de la media de la última década (68,3%). Sin embargo, el año pasado en las mismas fechas, la reserva hídrica española estaba al 48-49%, de acuerdo con los datos del Boletín Hidrológico publicado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
Por otro lado, la situación actual difiere radicalmente de una zona del mapa a otra. Los depósitos andaluces, murcianos y catalanes no llegan al 30% de ocupación. Unos datos que contrastan, por ejemplo, con los pantanos gallegos, que cuentan con agua a rebosar y más que en abril del año pasado.
En cifras, la cuenca hidrográfica Galicia-Costa roza el 90%, un 15% más de ocupación que en abril de 2022. Las del Miño-Sil, las cuencas internas del País Vasco y las del Cantábrico, tanto Occidental como Oriental, superan el 80% de capacidad. La demarcación del Duero, en Castilla y León, está al 75,5%. Todo esto hace que la Vertiente Atlántica se encuentre en una situación superior a la del año anterior: la reserva total embalsada asciende a los 21.066 hectómetros cúbicos (hm³), frente a los 18.786 del año anterior.
Otra buena noticia es que las cuencas del Júcar, Tajo y Duero se sitúan por encima del 60%, diez puntos por encima de la media española. El año pasado, ni el Tajo ni el Duero se levantaban sobre este porcentaje. En el caso de Júcar, cabe destacar que el año hidrológico anterior fue especialmente lluvioso. Las precipitaciones torrenciales provocaron inundaciones en la Comunidad Valenciana en noviembre de 2022, llenando los embalses y, en una nota positiva, dejando excedentes para el presente.
¿Son estas cantidades suficientes como para garantizar el abastecimiento y, a su vez, cumplir con los fines que establece la Ley? Beber, regar, usos industriales, hidroeléctricos, recreativos. Un artículo publicado de forma reciente en el medio The Economist que aborda la sequía en Francia, Italia y España afirma que nuestro país se encuentra «adecuadamente abastecido a pesar de la sequía» y las reservas hídricas permiten en cada caso esas utilidades.
El análisis resalta la experiencia histórica de España en gestión del agua y en periodos de sequía. Asimismo recuerda que, durante el franquismo, se expandió el almacenamiento de agua con la construcción de embalses y se multiplicó por diez. «Esto significa que España puede hacer frente» a la sequía «de momento». Los embalses, lejos de ser un arma de ataque político contra la sequía, son la solución. Ello no impide que en los últimos días haya quienes quieran demoler presas y otros, ideológicamente cercanos, quieran que los embalses, en vez de regular y soltar agua cuando sea preciso, se conviertan en el fin y la desembocadura del río, actitud inmoral respecto de los usos que más abajo debe aprovechar el agua liberada.
En total, en territorio español se ubican 372 embalses con una capacidad total de almacenamiento de 56.000 hm³ de agua, lo que supone aproximadamente el 50% del caudal fluvial del país. Badajoz cuenta con el mayor embalse de España, el de La Serena, que es también el tercero más grande de Europa. El segundo más grande también se encuentra en Extremadura, el de Alcántara, en Cáceres (3.160 hm³), construido en 1969. Ahora mismo, este gran vaso de agua se encuentra al 77% de su capacidad. El año anterior, estaba al 50%. Pese a la adversidad que vive España por falta de precipitaciones en Extremadura hay dos caras: la de Cáceres y la de Badajoz, una provincia más dolorida que otra en existencias hídricas. Sin embargo, el almacenado conjunto ofrece un dato más que razonable: el conjunto de agua embalsada daría para el consumo humano de toda la región durante 90 años.
Aunque Doñana ha puesto a las claras la utilización del agua como bebida electoral, la ley de Aguas —también en período electoral— establece los usos del agua. Esto significa que se prioriza el abastecimiento humano, seguido del regadío o el agropecuario, el uso energético o el uso industrial, en ese orden. Esta utilización es compatible con las primeras, en la medida en que es agua soltada, no consumida.
Las empresas hidroeléctricas tienen además limitaciones legales estrictas en la gestión del agua. La administración audita el título concesional y la gestión del dominio público hidráulico, en este caso las Confederaciones Hidrográficas. En el caso de los ríos que desembocan en Portugal, es el tratado de la Albufeira el que obliga a los gobiernos de España y Portugal al uso compartido de las aguas, sin que ninguno de ambos se arrogue la propiedad y el uso exclusivo de los caudales.
En estas fechas son los agricultores los primeros en sacar a los santos a la calle para elevar sus rogativas y pedir a las administraciones un uso racional del agua, conocedores de que su escasez no se sabe si da o quita votos, lo que es cierto es que agosta cosechas y merma rentas.
Las guerras del agua, incluso las más demagógicamente exacerbadas por razones ideológicas o territoriales, no son de hoy: son ya décadas en las que trasvasistas y antitrasvasistas se pelean por la doble desembocadura del Tajo: en Lisboa y en la huerta mediterránea. Entre tanto, siguen las polémicas y faltan aguas: específicamente un Plan Hidrológico Nacional que se eleve sobre el populismo y el localismo barato, generalmente miope de la realidad.
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