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Los últimos pastores reivindican el valor de la trashumancia
Este fin de semana las ovejas vuelven a Madrid para hacer visible el pastoreo, una actividad cada vez más cerca de desaparecer. Quedan menos de 200 ganaderías

Cuando le llamo, Paco Valle me pide que lo vuelva a intentar en unos minutos. Le he pillado dando de comer a sus ovejas. Cuando hablamos, al rato, pregunta entre risas si oigo el sonido de su teclado o, lo que es lo mismo, a sus ovejas balar. Paco tiene 59 años y se dedica al pastoreo desde que dejó el colegio a los 15. Heredó el negocio de sus padres y estos de su abuelo, y ha trabajado toda la vida junto a su hermano. Hace cuatro años su hermano se jubiló y su hijo, de 28, decidió ocupar su puesto y dedicar su vida laboral al rebaño familiar, compuesto por 1.200 ovejas. Este caso de relevo generacional, tan habitual hace unas décadas, es cada vez más excepcional, incluso aquí, en la localidad de Santiago Pontones, en plena sierra de Cazorla. Esta zona es, por así decirlo, uno de los «reductos galos» en esto del pastoreo (junto a la Cañada Real Conquense, la Leonesa o los núcleos del Pirineo), con «más de cien compañeros que salen por estos montes», dice Valle.
En noviembre saldrán, como cada año, hacia Linares; recorrerán en una semana los casi 200 km que hay hasta allí y se instalarán a pasar el invierno. De la trashumancia dice que siempre ha tenido sus dificultades: «hay muchas invasiones de las vías pecuarias con infraestructuras, cultivos que se instalan o vallas de fincas particulares. También es cierto que en los últimos años se están acondicionando con zonas donde podemos dormir con el rebaño y se están poniendo abrevaderos. En general, faltan refugios», se lamenta Paco. Y le parece que el oficio de pastor cada vez está más complicado por «las trabas burocráticas, el engorro creciente del papeleo y la digitalización. Solo en papeles necesitas un abogado por pastor», dice.
Fiesta en Madrid
Pastores como él se juntan este domingo en Madrid para celebrar la fiesta anual de la trashumancia (ya van por la 32). Un paso simbólico, el de l as ovejas por las vías pecuarias que atraviesan el centro de la ciudad, pero que sirve para reivindicar la importancia de esta labor milenaria que está desapareciendo. Quedan, según datos de la organización convocante, la Fundación Trashumancia y Naturaleza, doscientas explotaciones de ganaderías trashumantes que utilicen las vías pecuarias y recorran a pie cada año estos caminos. Además, recuerdan que la trashumancia produce servicios ecosistémicos de valor, como «mantener los pastizales (el 17% del territorio español corresponde a praderas y pastizales de alto valor ecológico), dispersar semillas, fijar carbono al suelo, fertilizar el suelo, controlar la erosión o hacer de barreras naturales ante la propagación de los incendios. Además, hay que sumar los servicios sociales, porque los caminos luego sirven para actividades públicas como la educación ambiental, el senderismo, etc. Son corredores de biodiversidad que conectan los diferentes ecosistemas de la Península», comenta José Fajardo, portavoz de la Plataforma por la Defensa de las Vías Pecuarias de Castilla-La Mancha.
Un verano de fuego
Además, 2026 ha sido declarado por la Unesco como Año Internacional de los Pastizales y Pastores. «Los pastizales (que, junto a las dehesas, son ecosistemas ligados en su origen a la trashumancia) cubren más de la mitad de la superficie terrestre, contribuyendo a la seguridad alimentaria, evitando la propagación de los grandes fuegos, ayudando a la conservación de la biodiversidad y a la regulación del clima. Los pastores, con sus conocimientos ancestrales, desempeñan un papel fundamental en la gestión sostenible de estos paisajes, preservando prácticas tradicionales que promueven la resiliencia y el equilibrio ecológico», explica el manifiesto de la fiesta de la trashumancia. «Los pastores seguimos haciendo el mismo movimiento que hacían los grandes rebaños de herbívoros de hace 4.000, 5.000, 6.000 años. Es decir, hacemos eso que ahora está tan de moda llamar rewilding. Sin embargo, y en general, toda la ganadería extensiva está desapareciendo, sobre todo la de ganado menor, de oveja y cabra. Ahora mismo debemos rondar los nueve millones de ovejas, cuando en España llegamos a tener 25 millones, y esta bajada ha ocurrido en todo el mundo. Es una profesión dura, que implica trabajar todos los días de la semana; no hay vacaciones y, hasta hace relativamente poco, unos tres años, económicamente era poco rentable. Ahora, irónicamente, los precios han subido porque no hay carne», matiza Manuel Bahíllo Martín, secretario general de la Fundación Trashumancia y Naturaleza.
Las causas de la desaparición del pastoreo se resumen, para los expertos consultados, en más burocracia, escaso relevo generacional, falta de ayudas económicas «a pesar de ser una actividad considerada patrimonio de la Unesco» y poco mantenimiento de las vías pecuarias. El técnico recuerda que el 1% del territorio peninsular, unas 400.000 hectáreas, está considerado como vías pecuarias, se usen para la trashumancia o no, aunque se enfrentan a problemas de diversa índole, como la intrusión del terreno. «Las cañadas reales tienen que tener un ancho de 75 metros y, en algunos casos, se han visto invadidas por cultivos que ocupan todo el espacio o lo han reducido hasta los 3-4 metros. Hay muchas zonas invadidas por vallas de particulares y algunos tramos convertidos en vertederos ilegales. Por otro lado, no todas las vías pecuarias están clasificadas a día de hoy ni reconocidas como dominio público. La administración estatal competente debería intervenir de forma excepcional, ya que existen razones de reconocida urgencia y de extraordinario interés público, tal y como prevé el proyecto de Real Decreto para el desarrollo de la Red Nacional de Vías Pecuarias, actualmente en tramitación. Se debe impulsar un Plan de Acción para la recuperación de las VVPP y su actividad trashumante. El actual proyecto de Real Decreto para el desarrollo de la Red Nacional de Vías Pecuarias contempla que se debe establecer el diagnóstico de la situación y valorar las medidas, pero es inútil e innecesario porque ya se dispone de la información necesaria en el Libro Blanco de 2013 y porque, además, su tramitación será larga y compleja, por lo que previsiblemente llegará demasiado tarde para su aplicación y para rescatar la trashumancia», exigen los convocantes.
Además, en los últimos años, a las causas ya identificadas en el Libro Blanco, como la intensificación de la agricultura y la ganadería, expansión urbana e industrialización y el despoblamiento del mundo rural, se suman «la menor rentabilidad económica de las explotaciones trashumantes frente a las ganaderías estantes, industriales o de importación», señala el manifiesto de la fiesta de la trashumancia.
Escuelas de pastores
Comienzan a ser tan escasos los pastores que, en los últimos años, son habituales los reportajes que hablan de la vida de algún pastor y sus dificultades: desde el estado de las vías pecuarias, el papeleo o la presencia del lobo, hasta el sobrepastoreo que sufren los pastizales y las dehesas por los rebaños estantes. También el poseer tierras se ha convertido en una dificultad para acceder a esta profesión. «Hay una remesa de jubilaciones tremenda y no hay relevo porque incluso las incorporaciones son muy complicadas. El precio de la tierra y de los arrendamientos es tan caro que, aunque exista una política de ayuda a las nuevas incorporaciones, es muy difícil incorporarse desde cero, comprar una finca, tener una nave… El esfuerzo que requiere y el riesgo que corres es muy alto. Un chaval joven que venga de la ciudad, que no tenga familia de campo, que no herede tierras, lo tiene francamente muy complicado».
A pesar de las dificultades, y para ayudar a crear una nueva cantera, están apareciendo en toda la Península, de unos años a esta parte, diversas escuelas de pastores que confirman un interés creciente por esta profesión. Un ejemplo es el de la Fundación Ávila, que montó hace un año su propia escuela. Han formado ya a 34 pastores y esperan este año superar los 60. A través de un curso teórico y práctico, y acompañados siempre de veteranos pastores de ovino y caprino, quienes se forman con ellos descubren los secretos del cuidado del ganado; secretos que van desde cómo programar las parideras hasta cómo aplicar las nuevas tecnologías a la labor cotidiana para hacer el trabajo de pastor un poco más liviano. Natalia Torrecilla, responsable de Cultura y Patrimonio en la Fundación, advierte de la necesidad de cuidar esta profesión milenaria: «la ganadería extensiva en España está desapareciendo y las que se suelen mantener son ganaderías grandes que tienen una infraestructura que puede sostener toda la labor. Ahora se necesita contratar veterinarios, administrativos, gestorías que lleven todo el papeleo. Entre las nuevas leyes y políticas de bienestar animal y los trámites administrativos que se ponen para el pequeño ganadero, la verdad es que mantenerse es una odisea», comenta.
Números que descienden
►Según el Libro Blanco de la Trashumancia (2013), el número de ganaderos de ovino, caprino y vacuno que realizaban movimientos trashumantes en 2010-2011 era de 8.393. De ellos, los trashumantes a pie eran unos 3.000. Esta cifra se había reducido en un 80% respecto a la de los años 90 del siglo pasado. Desde entonces, el descenso del número de titulares de ganaderías trashumantes a pie ha continuado, incluso de forma más rápida. La estimación actual de estas ganaderías, en base a encuestas en el sector y estudios con información de las Oficinas Comarcales Agrarias, señala que puede haber poco más de 180 ganaderías que trashuman a pie por las vías pecuarias, en concreto en las comunidades autónomas de Andalucía, Aragón, Cataluña, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Extremadura, La Rioja, Murcia, Navarra y País Vasco.
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